Capítulo 40: Noah me ha cambiado

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Dejé escapar un jadeo y seguido una risa contra los labios de Noah. Él se apartó en seguida sobresaltado por mi reacción.

-Perdón. -Me disculpé con una sonrisa mientras sonreía mordiéndome el labio inferior. -Estaba... Pensando.

Alcé la vista para mirar a Noah con los labios hinchados y respirando con dificultad.

Era increíble como en aquellas circunstancias, cuando me acababa de enterar de que tenía una hermana melliza, sonreía. Y solo por Noah, sonreía por él.

-Me gusta cuando sonríes. -Dijo él de la nada y yo le miré con los ojos bien abiertos como si hubiera dicho algo malo. Un calor infernal se apoderó de mi cara.

Borré mi sonrisa de la cara apartándome un mechón de pelo de la cara en cuanto me vino a la mente Madison. Y como si me hubiera leído la mente, Noah comenzó a hablar.

-¿Te pasa algo?

Alcé la vista hacia él apretando los labios en una fina linea.

-Ayer... Mi padre me dijo que... Tenía una hermana. No una hermana como Sam, una hermana melliza.

Noah abrió los ojos sorprendido, a punto de reír.

-Joder, ¿Doble Esther? Creo que estoy soñando...

Estúpido y completo imbécil. ¿Cómo se atrevía a decir eso cuando yo me moría por dentro por mi hermana melliza que ni siquiera conocía?

-Somos mellizas, idiota. Y además está en coma. -Terminé de decir y él se sorprendió aún más al oír aquello.

-¿En coma? ¿Desde... Cuando?

-Desde que nació. -Apreté los labios de nuevo asintiendo lentamente con las manos agarradas a mi espalda.

Creo que la cabeza de Noah iba a explotar por la expresión que tenía en su cara.

-Eso es... Fuerte. -Murmuró él mirándome fijamente. -Te acompaño. Tienes una hermana melliza y no lo sabías hasta ayer. Tienes todo el derecho a escaparte de casa y hacer cualquier locura que te de la gana.

Noah tenía razón. Tenía derecho a hacer lo que me diese la gana. No me pensaba quedar de brazos cruzados mientras sabía que mi hermana melliza se iba muriendo poco a poco.

-Vamos. -Dijo Noah cogiéndome de la mano y tirando de mí hasta la puerta pero yo me paré.

-Espera. No sabemos dónde está.

-Mi madre encontró trabajo hace poco en un hospital. Si miramos en la lista a lo mejor la encontramos. ¿Como se llama?

-Madison Howard. -Dije el nombre de mi hermana por primera vez. Aún no me creía que todo esto estuviera pasando. Y... ¿Qué pasaba con Noah y yo? ¿Estábamos juntos o no?

Sin decir nada, Noah me agarró del brazo para correr hacia la puerta de la entrada de mi casa.

Fuimos en el coche de Noah pero durante todo el camino ninguno de los dos habló. Él tenía la vista clavada en la carretera y yo a veces le miraba de reojo. Me preguntaba qué pasaría después de todo esto entre nosotros dos.

-¿Puedo poner la radio? -Murmuré tímida para deshacer el silencio en el coche y alargué el brazo para encender la radio, pero Noah alzó una mano y me dio un golpe a la mía haciendo que apartara la mano del botón de encendido.

-No. Lo siento, no me gusta la radio. -Dijo con voz ronca mirándome fijamente.

Apartó la mirada en cuanto yo fruncí el ceño. ¿Qué diablos le pasaba con la radio? Yo solo intentaba ahorrarme este momento incómodo.

Para mi suerte, llegamos muy pronto al hospital.

Fuimos los dos casi corriendo hacia la sala dónde su madre trabajaba e intentamos hablar con ella y pedirle ese favor.

-En serio, mamá. Es importante. La chica se llama Madison Howard. Mira a ver si está en la lista, por favor. -Rogó Noah por tercera vez.

Su madre suspiró varias veces agotada. Ella misma sabía que Noah era un pesado y no iba a parar hasta que se lo dijera.

-Aquí no hay ninguna... -Murmuró su madre pasando los dedos por la lista buscando el nombre de Madison. -Espera. Aquí hay una. Madison Howard, paciente en coma en la habitación... -Nos miró con una ceja alzada y al final cedió. -201.

Sin esperármelo, Noah me cogió del brazo saliendo corriendo de la sala conmigo detrás sin ni siquiera agradecerle a su madre.

-¿Por qué me ayudas con esto? -Dije entre jadeos parándome en medio del pasillo deshaciéndome de su agarre.

Noah se paró para girarse a mirarme y se me quedó mirando durante unos segundos hasta que habló.

-Por que tú me besaste.

-Eso no significa que te haya perdonado. Además, estás muy raro, no sé qué te pasa. -Repliqué apoyando las manos en mis rodillas.

-No es nada. Y lo siento en serio, Esther. No quería hacerte daño...

Noah se frotó el brazo avergonzado y se mordió el labio inferior. Era la primera vez que le veía nervioso de verdad, y me parecía adorable. No sé cómo podía verle así en estos momentos, pero él siempre conseguía hacerme un lío en la cabeza.

-¿Por qué tú y Brittany estabais en la pared a punto de besaros? -Murmuré de la nada y al momento me arrepentí.

¿No te puedes estar callada nunca, Esther?

Noah me miró como si hubiera dicho algo malo y abrió los ojos como naranjas mientras pestañeaba rápidamente.

-No era exactamente eso... Digamos que... Me estaba echando la bronca. -Apretó los labios incómodo. -Me tenía que decir algo importante y yo no paraba de gastar bromas. Entonces ella se cabreó y me estampó contra la pared, y justo en ese momento apareciste. -Ahora me sentía culpable. Puede que su teoría fuera verdad y que Brittany me hubiera estado evitando para ahorrarse decir eso. Pero tampoco costaba tanto, ¿no? -Eso que me tenía que decir tan importante... Supongo que sería sobre lo de tu hermana. Que la ayudase y todo eso. Ella solo quería ayudarte, Esther... Pero creo que a ninguno de los dos nos salió bien.

Ahora lo entendía todo. Fuese o no verdad, me lo creía. Noah no estaba como para mentir en estas circunstancias. Si me quisiera hacer daño, ya me lo habría hecho.

-Lo siento. No sé qué hacer para que me perdones. -Se disculpó por tercera vez mirando al suelo y luego a mí, con ojos tristes.

Me incorporé y quedé en frente de él, parada. No era el momento de besarle, aunque quisiera hacerlo, así que hice algo que él no se esperaba para nada.

Rodeé su cintura con mis manos apoyando mi cabeza en su pecho, abrazándole. Noah no se esperaba eso y se tambaleó un poco confundido pero me devolvió el abrazo rodeándome la espalda con sus manos.

Era increíble lo que acababa de hacer. Había abrazado a Noah por primera vez. La Esther de antes no le abrazaría, le ordenaría que se tirara desde un acantilado en ropa interior mientras le grababa para que él demostrase que lo sentía de verdad.

Sí, había cambiado. Noah me había cambiado.

Cuento Hasta Tres ©Where stories live. Discover now