Capítulo 26: Fuente de los deseos

3.2K 258 7
                                    

*NOAH'S POV*

-¿Por qué cada vez que intento besarla me evita? -Hice una pregunta obvia hacia Lewis. Aún no me creía que hubiese hecho eso la semana pasada en el armario. ¡La estaba a punto de besar! Y justo en ese momento...

No fue solo en el armario, en el parque de atracciones también, y en nuestra primera y última guerra de comida. Ya iban unas cuantas veces rechazado.

-Por que te odia. De verdad, no sé cómo lo hiciste para que alguien te odie tanto. Entiendo que es Esther, y ella es un poco... Lo siento por el término... -Empezó a decir Lewis pero yo le interrumpí. No quería oír más.

-No. No digas nada. Se lo que vas la decir. -Agité la cabeza rodando los ojos como si no me importara, pero en realidad le habría dado unos cuantos puñetazos si la insultaba. No quería eso.

-Bueno tío, mi madre me espera en casa para ayudarla a hacer unos recados. Me voy. -Se despidió en seguida de mí y se fue.

-Vaya charla más productiva... -Murmuré para mí mismo rodando los ojos de nuevo.

Hoy era sábado. Habían pasado cuatro o cinco días desde la fiesta en la que casi consigo besar a Esther en un armario.

Desde entonces solo hemos hablado en la cafetería con Brittany, Lewis y los demás, y más que alguna mirada de reojo en los pasillos.

Por lo visto, esta semana no la he visto hablar ni una sola vez con Britt, y eso es extraño.

Iba tan concentrado pensando en mis cosas que sin querer alguien pasó por mi lado con un skate y casi me atropella.

-¡Eh! ¡Ves con...! -Me giré a la persona del skate y en cuanto la vi me callé. Se quitó la capucha negra que llevaba puesta dejando al descubierto su cabello rubio mientras sonreía.

-Lo hice a propósito. -Dijo Esther contenta de casi romperme una pierna.

-Vaya. ¿Sabes ir en skate? Nunca me lo habría imaginado. -Murmuré y sonreí burlón cruzándome de brazos.

Contrólate. Recuerda que aún tiene el skate en los pies y te puede dejar sin hijos si te lo clava ahí, me dije para mí mismo.

Esther rodó los ojos mientras daba una patada al skate para que se levantara y cogerlo con la mano.

-¿Vas a algún sitio? -Pregunté para distraerla un poco. No quería perderla tan rápido como había aparecido.

-En realidad, solo daba una vuelta. -Dijo fijando la vista en algo detrás de mí. -Siempre me ha encantado esa fuente. -Me adelantó por un lado mío y yo me giré a ver lo que estaba observando ella. -Mi madre y yo solíamos pedir deseos cuando yo era pequeña. Siempre había creído en ellos, pero nunca se hicieron realidad. -Dijo lo último con una sonrisa en el rostro casi riéndose bajando la mirada al skate.

-Vamos a pedir un deseo. -Dije intentando convencerla para pasar más rato con ella.

Esther me miró alzando las cejas y sonrió. No se podía resistir a eso. Al final asintió y los dos fuimos en dirección a esa fuente.

Una vez llegamos nos pusimos frente a la fuente y saqué el monedero para darle cinco céntimos.

-Tú también. Vamos a pedir los dos juntos. Saca una moneda más para ti. -Insistió al tiempo que yo sonreía y al final cedí.

Yo no creía mucho en estas cosas, pero si a ella le hacía feliz... Además, es un recuerdo que ella tiene de su madre, así que no lo iba a arruinar.

Esther se giró de espaldas a la fuente dejando el skate en el suelo y mirando fijamente la moneda. Luego a mí.

-Voy a contar hasta tres. A la de tres, tiramos la moneda. -Ordenó y yo asentí.

Primero me giré un poco para mirar donde tenía que tirar la moneda, luego me giré de nuevo y cerré los ojos con la moneda en la mano.

-Uno... -Empezó Esther.

La miré por el rabillo del ojo y la vi con los ojos cerrados junto con las dos manos abajo y la moneda entre sus dedos. Volví a cerrar los ojos con fuerza e hice el mismo gesto que ella.

-Dos... -Dijo con voz floja.

Aquí llegaba, pide tu deseo, Noah...

-Tres.

Justo en ese momento impulsé mi brazo hacia arriba haciendo caer la moneda en la fuente y me giré rápidamente al mismo tiempo que Esther.

Ella rió y se acercó a la fuente para ver su moneda que caía velozmente hasta el fondo junto a la mía.

Luego me miró. Me giré para mirarla y ella sonrió contenta. No sé que habría deseado ella, pero yo estaba muy seguro de lo que había pedido.

-¿Qué pediste? -Me preguntó curiosa mientras se dirigía hacia un banco de piedra sin respaldo en frente de la fuente. La seguí para sentarme a su lado.

-No te lo puedo decir, sino no se cumplirá. -Dije encogiéndome de hombros sonriendo y ella se sentó como un indio en el banco de piedra quedando justo delante mío. Imité su movimiento.

-¿Y tú que has pedido? -Pregunté con ganas de saber lo que había pedido. La verdad, no tenía ni idea.

-Que te alejes de mí para siempre. -Respondió riendo y yo me sentí ofendido.

-¡Oye! -Me quejé dándole un codazo.

-Es broma, solo era para hacerte rabiar. -Dijo entre risas.

Su sonrisa era hermosa. Sus ojos achinados cuando reía me hacían gracia, y sus labios entre abiertos eran mi mayor debilidad.

-Esther. Cierra los ojos y cuenta hasta tres. -Dije convencido de que me haría caso. Ahora teníamos un poco más de... Confianza, si así se le podía llamar.

Esther me miró con una mirada incapaz de describir. Parecía confundida pero a la vez sorprendida, al final se limitó a responder con una frase.

-No me fío de ti.

Me rasqué la nuca nervioso. En ese momento me vinieron recuerdos de Brittany y yo. Si perdía a Esther, también perdería a mi única amiga. Tenía que hacerlo.

-Vamos. Confía en mí. -Supliqué poniendo ojitos como un niño pequeño.

-Está bien. Solo por esta vez. -Respondió y cerró los ojos. A partir de ahí empezó a contar. -Uno...

Me acerqué lentamente a su rostro casi rozando su nariz, aun que ella no pareció notarlo.

-Dos...

La miré fijamente, primero sus ojos y luego sus labios. Estaban tan cerca de los míos que nunca había imaginado esta situación, aun que ya la había besado antes.

-Tres.

Justo unos segundos antes de que ella abriera los ojos, cerré los míos e hice un último paso, acortando la poca distancia que había entre nosotros mientras notaba sus labios chocar contra los míos.

Y por fin, mi deseo se había hecho realidad.

Cuento Hasta Tres ©Where stories live. Discover now