Capítulo III

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Ryeowook  se recostó contra el árbol que se hallaba en lo alto de la colina, se sentía agotado, los últimos días habían sido pesados y por momentos quiso arrojarse al suelo a llorar. KyungSoo estaba deprimido, los reyes preocupados y su tío distante. Pero, no había subido allí para pensar en los problemas del reino, ni mucho menos en la guerra que probablemente se avecinaba. Quería ser egoísta por primera vez y dejar que el mundo se redujera a su existencia.

Inevitablemente recordó su pesadilla de la noche anterior. No sabía dónde había sido, simplemente una hermosa mujer de cabellos negros había aparecido de la nada y pronunció algo que no logró entender. Veía el dolor y la desesperación en sus ojos, pudo ver en su cuerpo las marcas de la desgracia. Lo último que recordaba era ver un mar de sangre manar de su garganta manchando todo a su alrededor hasta consumirse por las llamas, todavía se sentía un perturbado ¿Qué significaba aquello? Negó con su cabeza, no debía darle vueltas a un simple sueño, después iría con Changmin a consultarlo.

Miró desde allí la extensión de la aldea, los niños corrían gritando por las calles de piedra, las mujeres colgaban las ropas mojadas en las cuerdas, los hombre trabajaban sus negocios con ánimo y los cultivos eran trabajados con diligencia. Acarició la corteza del árbol con lentitud, sintiendo el paso de los años y la guerra que lo marcaban. Desde aquella montaña podía contemplar el sol que empezaba a ocultarse con parsimonia en el horizonte, sus tenues rayos iluminaban las casas creando sombras que desaparecían lentamente. Que ajeno parecía todo.

Se abrazó a si mismo con impotencia, en el fondo su mente estaba luchando por recordar los días en que había crecido, pero no podía. Trataba de recordar el rostro de sus padres, sus abuelos, sus tíos ¡de alguien! pero lo único que lograba obtener eran imágenes borrosas. Dejó caer sus hombros cansado, no podía recordar, por más que trataba de hacerlo siempre tenía el mismo resultado. Lo odiaba.

En días como esos se sentía confundido, con deseos de saber más y llenar las lagunas de su memoria.  Su tío Heechul no respondía sus preguntas con exactitud, divagaba acerca de la muerte de sus padres y siempre terminaba enojándose para no responder. Sabía que venía de una aldea, pero no de cuál. No sabía nada de sus padres. De su familia. De él.

Contempló el hermoso cielo rojizo. Su pasado no era algo muy importante en aquellos momentos, era realmente feliz en el reino de los Lee, pero habían días en que las lagunas lo atormentaban. Quería poder rezar por sus ancestros. Pero, una voz en su interior le decía que cuando supiera la verdad -si la llegaba a saber- no sería nada agradable.

KyungSoo se marcharía en unas semanas al reino de los Kim para cumplir con el pacto de paz y él lo acompañaría, así su tío se opusiera. Sabía que la tierra en la que había crecido los últimos diez años le haría falta, pero quería crecer en otro ambiente, conocer nuevos sitios y olvidar el tema de sus orígenes. Tal vez podría conocer algún maestro que le ayudara a perfeccionar su técnica con los instrumentos y la caligrafía, aunque lo más seguro era que le tocara ser el doncel de honor de KyungSoo, pero podría tomar clases junto a él.

Ir al reino de los Kim era un poco aterrador, no quería toparse con aquel asesino del que todo el mundo hablaba, pero no había opción, así que debía hacerse a la idea.


Heechul gimió cuando Siwon lo embistió una vez más, se aferró a los anchos hombros mientras la dureza del cuerpo ajeno se clavaba en él. Sentía la ropa pegarse en su cuerpo sudado, sus piernas empezaban a doler debido a la incomodidad de la posición, ahogó un gemido cuando sintió aquel punto ser tocado de nuevo, reaccionó clavando sus uñas en la piel del otro y se mordió el labio para no gritar. Soltó un último suspiro cuando el líquido caliente llenó su cuerpo, se quedó quieto dejando que las sensaciones se esparcieran por su cuerpo como un veneno.  Siwon se dejó caer al suelo con su cuerpo tembloroso, las gotas de sudor corriendo por su cuerpo culminando entre las pocas prendas que conservaba.

i. El origen del amorWhere stories live. Discover now