Capítulo XVII

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Los siguientes días no transcurrieron mejor para el menor, a pesar de que su cuerpo mejoraba su estado de ánimo iba en una picada irreversible y preocupante. Se negaba a comer como era debido, en las noches -cuando no estaba Jong Woon vigilándolo- lloraba desconsoladamente en la soledad. Se sentía morir dentro de esas cuatro paredes, estar allí solo en ese lugar le estaba matando lentamente, nada parecía tener un sentido.

Trataba de darse motivos para sonreír y ver de una manera más optimista su estadía, pero sólo conseguía sentirse más miserable. Se incorporó suavemente sentándose en el futón, sobó su abdomen sobre las telas y con sumo cuidado fue moviéndose para salir de las cobijas, estar en esa cama era lo peor de todo lo que le estaba ocurriendo.

Si esforzar su cuerpo lo ponía en peligro gustoso lo haría, mejor si moría pronto. Mejor para él, para Jong Woon y para todo el mundo en ese maldito palacio. 

Salió del futón y se arrastró a gatas hasta una pared, cada movimiento parecía desgarrar sus músculos en un dolor insoportable, más de una vez cayó al suelo víctima de los dolores, pero no se quedaría en esa cama. Su cuerpo empezaba a sudar por los movimientos, con dificultad se ayudó de la pared para ponerse en pie y se apoyó  para empezar a dar unos cuantos pasos.

Ignorando el dolor en su abdomen caminó despacio hasta salir de la habitación, allí por los pasillos se movió torpemente recordando lo ocurrido aquella noche. De pronto, sus ojos se llenaron de lágrimas que caían de manera silenciosa, las acciones de Jong Woon le dolían más de lo que pensaba. Era tan idiota.

El frío lo golpeó y le recorrió un escalofrío que hizo castañear sus dientes, se movió torpemente sintiéndose agotado, mareado. Debía regresar pronto a la cama.

Se recostó contra la pared, debía descansar un poco antes de continuar. Pero, de nuevo la melancolía y el dolor le vencieron. Deslizó su espalda hasta caer al suelo, su mirada se nubló y respirar parecía una odisea.

El pecho le quemaba, quería llorar y gritar hasta que todo desapareciera, pero no era posible.

En la soledad se maldijo de nuevo ¿Qué estaba pagando?


El mayor subía las escaleras indeciso sobre cómo se acercaría a Ryeowook, era evidente el menor que le temía y evitaba tener todo contacto, no soportaba que ni siquiera se le acercara, incluso hablar le resultaba espantoso.

No toleraba escucharlo llorar en las noches, maldiciendo el destino que le había tocado y jurar que nunca le perdonaría. Y eso, en cierta manera, le había herido más de lo esperado. Pensaba que cuidarlo en las noches bastaría para enmendar un poco su error, pero el menor se inhibía en su presencia y se mantenía indiferente a su existencia. Era como si no fuera real para él.

No hablaba, no comía. Apenas respiraba, lo que hacía difícil poder mejorar la situación.

Ahora había aplazado una reunión para poder ir tras él, para saber que estaba bien y que el dolor había disminuido.

Había algo más en ese chico, algo que lo atraía irremediablemente. No soportaba estar lejos de él, cada minuto de ausencia era una eternidad que lo volvía loco. Ahora se hallaba corriendo por los pasillos del palacio para verlo, para cerciorarse de su estado,como si eso bastara para borrar la culpa y remordimiento que torturaban.

Su corazón se detuvo al escuchar unos sollozos  que hacían eco en el pasillo, el silencio se había roto a causa de ellos. Apresurado se movió encontrándose con una imagen desgarradora, su esposo se hallaba en el suelo llorado de manera desconsolada, se abrazaba a sí mismo como un niño desamparado, dejando salir todo ese dolor que tenía acumulado.

i. El origen del amorWhere stories live. Discover now