Sentimientos nunca olvidados

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Tomé su brazo y la llevé al borde del muelle, donde las olas hacían contacto con la madera. Pequeños rayos de sol adornaban el atardecer y reflejaban en el agua intensos colores.

- primero que todo, perdoname, no quería decirte eso.

- entiendo que no quieres estar conmigo, estoy completamente perdida. No sé nada, no soy una persona. No me siento de esa forma, no hay recuerdos, no hay personalidad, no soy nadie y tenías razón. - empezó a exasperarse y a enumerar una por uno los argumentos que me daba.

- Pero..

- y yo ya no se qué hacer porque es imposible recordarte y mi cabeza da vueltas y quiero acordarme de tí pero no puedo, - me reí ante la insistencia de Luna, no podía hablarle por sus interrupciones constantes. No dejaba de hablar y hablar. Y yo, como un bobo, no le prestaba atención por ver sus labios. No los había tocado hace tiempo y me daba cuenta de cuanto me hacían falta - además todo este lio con Felipe me confundió más aún y gracias a dios me ayu...- perdí el control, me consumían las ganas de amarla y me acerqué para empujarla hacia mí rapidamente. Con una mano en su cuello y otra en su cintura hice que nuestros cuerpos estuvieran a solo centímetros. Y la besé. Qué más puedo decirte, sus besos siempre habían sido mi más grande debilidad. La besé como si hubieran pasado mil años desde la ultima vez. Ella no opuso resistencia, al contrario, se dejó llevar por mis labios desesperados por su sabor. Estos se separaron de los sullos, rojos, inchados, de tanta pasión y dolor al mismo tiempo. Ella parecía seguir en trance, imnotizada, con sus ojos cerrados. Yo la observaba maravillado, como siempre afirmo,cada pequeño detalle de su rostro era hecho para mí, a mi medida. La luz la reflejaba. Sus grandes ojos verdes se abrieron de repente y se derritieron en mi mirada. Suspiramos, aún agitados y tratando de recobrar la armonía de nuestras respiraciones.

- Voy a amarte como si perdiese, te lo juro. - empezó a llorar y no entendía el porqué, tan solo la sostuve entre mis brazos y mojó mi camisa con sus lagrimas. Pero no me importaba en lo absoluto.

- Tienes la forma más perfecta de hacerme callar Matteo.

- si, es mi arma secreta. - una sonrisa complice naturalmente fué mi reacción, pensé dos veces en lo que había dicho, y me dí cuenta de un pequeño gran detalle. ¿Había escuchado llamarme "Matteo"? Me sonrió, esperando a que me dara cuenta cuando en realidad estaba en un estado de shock. - espera un segundo, ¿me llamaste Matteo?

- ¿Acaso no te llamas así Chico fresa? - su sonrisa pícara y burlona era lo mejor que me había pasado en estas ultimas semanas.

- Me recuerdas.

- ¡te recuerdo! - dijo mientras se reía y apoyaba su frente contra la mía. Sus dedos se enredaban en mis rulos y su sonrisa iluminó aún más el atardecer.

- Me recuerdas. - lo repetí, para que se hiciese cada vez más real, tratando de analizar lo que estaba sucediendo.

- la neta eres un poquito lento, pero te quiero igual. - me reí mientras la abrazaba lo más fuerte que pude. Le elevé por la cintura y la dí vueltas mientras que su cabello suelto caía como cascada. No paraban nuestras carcajadas que sanaban hasta la más profunda herida. La bajé para volver a abrazarla y me susurró al odio - no te quiero, Te amo.

- Te amo. - la miré y la alcé en mis brazos como aquella vez que hicimos el ejercicio de conección en los ensayos.

- ¡Matteo! ¿Qué haces? - gritó riendo.

- Ahora, vas a ir a patinar con tu novio, me lo debes.

- te lo debo y además es una propuesta muy tentadora debo decir, así que vamos. - apoyó su cabeza entre ml pecho y mi cuello al igual que una de sus manos.

No habrá distancia que Cambie lo que siento por TiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora