Capitulo 28

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Durante las semanas siguientes, Julian no vio a Kei. Tampoco a ninguno de los amigos del chico rubio y que ahora lo odiaban y, por supuesto, en las ocasiones que trató de ver a Oshi, los guardias no le dejaron acceder al interior del que Kevin llamaba el hospital.

Kevin lo levantaba cada mañana, antes de que él fuera a algún lugar del que no hablaba e imaginaba que con Kei, tal vez Rykou y los demás miembros del equipo de Kei al que él consideraba útiles, y lo hacía ir a sala de entrenamiento, conduciéndole a la zona de practica de tiro.

Había sido fácil; demasiado fácil. Era cómodo levantar el arma tal y como Kevin le había dicho y apuntar a la lámina. Acertar, había sido sorpresivamente fácil.

Julian notaba como podía relajarse al encontrarse solo, pero sobre todo había encontrado en esas prácticas una liberación. Cerraba la mente, liberaba los pensamientos y se centraba únicamente de dar en el blanco. Nunca fallaba y antes de darse cuenta había sustituido la necesidad de autolesionarse, la necesidad imperiosa de sentir dolor para aliviar la desgarradora angustia que le perforaba el pecho, la opresión, el dolor asfixiante que sentía en su alma, la culpabilidad, por todo aquello. Siempre que se sentía mal, incluso en mitad de la noche, se deslizaba fuera de la habitación y se refugiaba en aquel lugar insonorizado, buscando refugio, buscando una manera de liberar el dolor.

Kevin nunca hizo preguntas, ni siquiera trató de detenerle o preguntar a donde iba cuando se escabullía por las noches. Seguramente imaginaba el lugar al que acudía ya que intentar alcanzar a Kei era imposible. En realidad, en aquel lugar no tenía a otro sitio al que ir.

—¿Has comido?

Julian levantó la mirada hacia Kevin, quien le había apartado los cascos protectores de las orejas.

Hacía horas que estaba allí. Ni siquiera sabía cuántas ni la hora que sería. Comer.... Posiblemente se había olvidado de ello y hasta hacía tiempo que había pasado la hora de la cena si Kevin había vuelto.

—¿Cómo está Kei? —murmuró, apartando la cabeza de Kevin y miró la lámina llena de agujeros que tenía frente a él, a cierta distancia.

—Vivo.

Julian apretó los dedos en el arma, sin desviar la mirada de los agujeros de bala. Siempre hacia la misma pregunta y Kevin siempre le daba la misma respuesta. Kei estaba mal. Lo había estado desde el mismo instante que lo había vuelto a ver después de creer que había muerto en Rusia por su culpa. Y no sólo físicamente, algo de lo que Julian no había sabido nada hasta llegar allí. Ni siquiera sabía la gravedad de lo que realmente le pasaba. Kei siempre se mostraba igual. Altivo, sin mostrar emociones, sin demostrar dolor, pero Rykou había sido muy claro cuando había organizado aquella misión que había terminado siendo una trampa y que básicamente había matado a Oshi. Kei estaba herido. Y si en algún momento desde que lo había conocido una sombra en sus ojos había atormentado su alma, Julian sabía que él había sido la causa de que esa sombra se hubiera hecho más intensa, más oscura. Y posiblemente lo ocurrido con Oshi lo había marcado de una manera irreparable.

Julian sintió como se congelaba al recordar la eterna sonrisa del pelirrojo y bajó inconscientemente la pistola hasta dejarla pegada a su cuerpo, notando el abrasador dolor del recuerdo de ver a Oshi empotrado en aquella cama, mantenido vivo de manera artificial y apretó los dientes, conteniendo las lágrimas.

No, no. Julian sacudió la cabeza y levantó el arma. Había ido allí a morir por Kei. Esa iba a ser su expiación, la manera de decirle que lo sentía... que realmente lo sentía... y que lo quería por encima de todo. Daba igual quién hubiera muerto antes, quien muriera antes de que él mismo dejara de vivir, algo de lo que no quería pensar en ese momento. Su finalidad era la misma.

Julian se ajustó los cascos y se preparó para volver a disparar pero antes de que llegara a hacerlo, su atención se desvió hacia la puerta que se abría y estuvo a punto de dejar caer el arma al ver a Kei entrando en ese momento, junto a varios chicos rusos y dos japoneses que él no conocía. El chico rubio se quedó de pie, junto a la puerta, mientras uno de los japoneses se adentraba a coger algo en el otro extremo de la habitación y Julian observó de reojo a Kei, quien escuchaba con atención algo de lo que decía uno de los chicos rusos.

Tenía ojeras. Julian examinó los surcos negros que adornaban los alrededores de los ojos negros de Kei, intensificando la oscuridad de su mirada, el cansancio de su expresión. Se fijó con un nudo en el estómago como se llevaba una mano por la cabeza, apartando el pelo de la cara y mantenía quieta la mano sobre la cara, con un inquietante gesto de dolor hasta que algo de lo que seguía diciendo el chico pareció llamar su atención y levantó bruscamente la cabeza, fijando su mirada en él, endureciéndola.

Julian apartó la mirada bruscamente, volviendo a centrarla en la lámina y durante unos segundos, lo que tardó el japonés en regresar hacia la puerta, reuniéndose con el equipo, se mantuvo inmóvil, sin ver realmente lo que tenía enfrente, hasta que se armó de valor y volvió a girar la cabeza, lentamente, sorprendiéndose de ver como Kei se movía hasta quedar prácticamente detrás de él. Cogió uno de los cascos y se apoyó en la pared, mirando a Kevin.

—Dicen que es bueno.

Julian sintió como se encogía automáticamente y volvió a apartar la cabeza, mirando a Kevin de refilón esta vez, quien también le devolvió la mirada, más descaradamente, sabiendo que Kei se daría cuenta del intercambio de miradas antes de responder:

—Es bueno.

El silencio que hubo justo después de las palabras de Kevin hizo que Julian quisiera desaparecer.

—Eso cuesta creerlo —dijo Kei finalmente, dándole cierta burla a su voz, pero no con la suficiente intensidad como para que Julian sintiera alivio —. Vamos, demuestra como de bueno eres.

Julian vio de refilón como ante una señal del chico rubio, varios hombres se apresuraban a cambiar la lámina que había frente a él y Julian se encontró ante una nueva, con un silencio terrorífico en la sala, a la espera de que él hiciera algo. Podía sentir la mirada de Kei fija en él, podía incluso imaginar el calor de sa mirada y aunque notaba los nervios que le producía esa atención, levantó el arma sin dudar y apuntó justo en el centro de la lámina, disparando tres veces en el mismo sitio antes de volver a bajar el arma y miró el resultado con satisfacción, a la espera de que Kei dijera algo, cualquier cosa; una enferma necesidad de poder tener al chico rubio con él al menos unos instantes más.

—Suerte, ¿tal vez?

Las palabras de Kei lo hirieron profundamente, o tal vez lo que hirieran fuera un ego que nunca había creído tener. Molesto, y con una actitud infantil, volvió a apuntar, esta vez en el lugar donde representaba el corazón en la lamina y se centró completamente en ello, respirando profundamente como un ritual antes de disparar, pero su dedo apretó el gatillo mucho antes de que realmente él quisiera hacerlo, dando un bote antes de deslizar el dedo y dejó caer el arma al suelo antes de girarse inconscientemente para mirar a Kei justo en el momento que el chico rubio apartaba la mano del interior de su camiseta y le devolvió la mirada, entrecerrando burlón los ojos.

—Suerte, lo que yo decía.

Julian escuchó a medias como los compañeros de Kei se reían mientras seguían al chico rubio fuera de la habitación. Él lo miró en silencio, olvidándose del arma que seguía en el suelo, a sus pies. Incluso cuando la puerta volvió a cerrarse y volvieron a quedarse Kevin y él a solas, Julian no dejó de mirar la puerta, alcanzando con una mano la zona donde Kei lo había tocado y la dejó allí unos instantes, incapaz de controlar la sensación que ese roce había provocado en todo su cuerpo.

—No es justo... Kei.

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Cortito, pero en muuuy pocos días habrá otro capítulo ;)

Gracias por leer, votos y comentarios ^^

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Cuando habla el Corazón 2 (chico x chico)Where stories live. Discover now