Capitulo 5

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—Podemos estar todo el día aquí sentados —dijo Kei con un suspiro irritado—. O puedes comenzar a hablar.

Julian mantuvo la cabeza gacha y la mirada clavada en el suelo, frotándose las manos sin moverlas de sus piernas. Desde que Kei lo había arrastrado hasta el sofá y lo había obligado a sentarse en él, Julian se había limitado a encogerse, prácticamente a encorvar completamente la espada y a clavar la mirada en el suelo. Quería hablar, sí, pero las palabras no salían de su garganta y había decidido que si no iba a poder decir nada normal, se ahorraría darle a Kei un motivo para echarle de su casa y mantendría la boca completamente cerrada.

—Tal vez se mordió la lengua y por eso no puede hablar —opinó Oshi desde algún punto del salón aunque Julian no levantó la mirada para buscarlo.

—¿Por qué no te callas? —sugirió Rykou irritado.

—¡Eh! ¡Eso explicaría que no hablase y el por qué de las lágrimas! —el tono ofendido de Oshi se escuchaba muy cerca, más que el de Rykoy, pero Julian no era capaz de ubicarlo desde la 'limitada capacidad visual que le permitía su postura. Sólo distinguía los zapatos de Kei, frente a él, algo que no se había movido desde que habían entrado. Julian imaginaba que tendría que estar muy irritado, otro motivo por el que no tenía intenciones de levantar la mirada y enfrentarse a él. Además, si lo hacía volvería a echarse a llorar y eso lo enfadaría aún más y podía evitarse todo eso. Necesitaba evitarlo si pretendía seguir a su lado.

—Oshi, cállate —insistió Rykou

—Ya, ya, lo que pasa es que tienes envidia porque yo pienso, ya sabes, con el cerebro y doy ideas, y como tienes miedo de que tu cerebro no tenga ya la suficiente capacidad...

—¡Los dos callaos de una vez!

Julian se sobresaltó al oír el grito de Kei y no volvió a escuchar las voces de Oshi y Rykou, sólo un murmullo incoherente de Oshi, en voz muy baja, algo que también se terminó después de que diera un gritito histérico y se escucharan unos ruidos muy exagerados.

Alarmado, Julian levantó la cabeza inconscientemente, justo para ver como Oshi estaba siendo arrastrado por el suelo por Rykou quien pretendía meterlo en la cocina. Pese a que intentaba impedírselo, era evidente que no ponía la suficiente fuerza en ello.

—¿Ahora piensas hablar?

Julian volvió a sobresaltarse y levantó la mirada, encontrándose con los duros ojos de Kei que seguían mirándolo desde arriba. Julian bajó la cabeza automáticamente, lamentando haberla levantado, pero la mano del chico rubio se apoyó sobre su cabeza y sus dedos se entrecerraron en su cabello, empujando su cabeza hacia atrás y le obligó a levantarla, obligándole a mirarlo.

—¿Tengo que comprobar si te has tragado la lengua como opina Oshi?

—¿Ves? —se volvió a escuchar la voz de Oshi que seguía en el salón pese a los intentos de Rykou—. Kei también da por valida mi teoría.

Julian no respondió y Kei le apretó las mejillas con la mano libre, obligándole a abrir la boca.

—¿Vas a hablar?

Julian lo miró en silencio y notó como las lagrimas volvían a los ojos una vez más.

—Tengo... que irme —balbuceó como pudo antes de que Kei le soltara la cara.

—Como quieras.

Julian sintió que algo dentro de él se rompía en pedazos cuando la mano que Kei se aferraba a su cabello, lo liberó y se apartó de él. Esa manera de aceptar que se fuera le hizo estremecer, como si a Kei no le importara si se iba o se quedaba, incluso si no volvía... Hizo que volviera a encogerse, un segundo antes de que el miedo a lo que ocurriría si no llegaba a tiempo a la cita con la psicóloga hiciera levantarse, vacilando, sin atreverse a mirar a Kei a la cara.

—De... de verdad... que tengo que irme.

Si al menos decía que se quedara... no... Kei obligaba, no pedía, pero le daba igual si volvía a agarrarle del pelo y tiraba dolorosamente de ellos, empujándolo y sentándolo de nuevo, pero Kei no se movió.

—Entonces, vete.

Julian se encogió aún más y se movió tímidamente hasta la puerta, intimidado, dolido por la indiferencia de Kei. ¿Qué había esperado? Se limpió el sudor de las manos y se detuvo frente a la puerta, sin intentar abrirla.

—¿Puedo... puedo volver? —musitó en un hilo de voz.

Quería volver, necesitaba estar con Kei, lo quería... ¿por qué tenía que ser todo tan doloroso? ¿Por qué no podía retroceder el tiempo? Reprimió un sollozo.

—¿No es esto tuyo, pequeñín?

Julian se giró un poco al oir la voz de Oshi y vio como el pelirrojo le daba lo que parecía ser una tarjeta a Kei. Al principio, durante unos segundos, no se dio cuenta de lo que podía ser, pero en menos de diez segundos, comprendió lo que era y se llevó una mano al bolsillo donde debía estar la tarjeta de citas de la doctora y en mucho menos tiempo corrió hacia ellos, abalanzándose hacia la tarjeta y se la quitó de las manos a Kei, estrujándola en el puño.

—Ah...

—¿Vas a un psicólogo?

Julian respiró con fuerza, sin atreverse a mirar a Kei y asintió débilmente con la cabeza.

—Yo... tengo cita... por eso tengo que  irme... —lo siento. Julian se tragó las últimas palabras con esfuerzo y consiguió guardar la tarjeta en el bolsillo del pantalón.

—Iré contigo.

Esta vez Julian sí levantó la cabeza y miró a Kei horrorizado. El chico rubio también lo miraba y én su expresión era imposible adivinar lo que estaba pensando.

No... Julian dio un paso hacia atrás. Era verdad. No sólo era Kevin quien sabía lo ocurrido aquel día en Rusia. ¿Cuántas veces había tratado de explicárselo a sus padres? Ya había perdido la cuenta de las ocasiones que se lo había repetido a la psicóloga. Abrió la boca, posiblemente para decir algo, pero de su garganta no salió ningún sonido y dio otro paso hacia atrás.

—Se está poniendo morado —comentó Oshi en un tono muy bajo—. ¡Ey! ¿Estás respirando?

—Iré solo —murmuró en un tono que ni él mismo reconoció. Demasiado ronco, demasiado débil y con un sonido del fondo de su pecho que parecía ser de agonía.

—¿No quieres que vaya contigo? —Kei parecía divertido pero era difícil saberlo porque su expresión no había cambiado—. ¿Por qué?

Julian dio otro paso hacia atrás.

—Dijiste... —farfulló, sobresaltándose cuando su espalda chocó contra la puerta—, dijiste que si no quería algo que lo dijera... quiero... quiero ir solo.

Para mayor desasosiego, Kei sonrió, una sonrisa que posiblemente no pretendía ser amable.

—Adelante, vete.

Julian no se movió. ¿Eso significaba que si se iba no podía volver? Julian se mordió el labio hasta que saboreó la sangre y abrió la puerta. Aunque no pudiera volver... ¿Podría hacerlo siquiera si Kei se enteraba?

Cuando salió del edificio no se detuvo, aunque no corrió. No podía casi respirar y cuando llegó a la consulta, había comenzado a híper ventilar. Se detuvo bruscamente y se apoyó en la pared, sin sentarse en una de las sillas de la sala de espera e ignoró las miradas curiosas de algunos pacientes que había esperando allí.

En ese momento se abrió la puerta del despacho y la doctora abrió mucho los ojos al verlo y tras consultar el reloj un momento se acercó hasta él y lo invitó a pasar, cerrando la puerta a su espalda.

—Julian, ¿qué ha ocurrido? Llegas media hora tarde y pensé que no vendrías a la cita. Tu madre está muy preocupada... y puedo ver el por qué. Siéntate.

Julian obedeció sin decir nada. Aún le costaba respirar y se llevó una mano al pecho, tratando de calmar el movimiento de su cuerpo.

—De acuerdo, cuéntame.

Julian miró a la mujer y cuando intentó hablar le faltó el valor y notó como los labios le temblaban y volvió a cerrar la boca, seguro de que se pondría a llorar.

Julian, necesito que me digas lo que te ha pasado. Hasta el otro día habías progresado muchísimo. ¿Qué ha ocurrido?

¿Qué había ocurrido? Se había convertido en un asesino. No... no sólo eso. Él era la causa de la sombra que se veía en los ojos oscuros de Kei, él era la culpa del pesar que estaba atormentando a Kei... él tenía la culpa de todo y pese a ello era tan egoísta como para desear mantenerlo en secreto y permanecer a su lado. Cerró los ojos con fuerza, con la misma fuera con la que se clavó las uñas en la carne de las palmas de las manos.

—Julian, si no me lo dices no puedo ayudarte y ya sabes lo que ocurrirá, ¿verdad?

Julian abrió los ojos y miró a la mujer. ¿Iba a volver a ser internado?

—No... —se humedeció los labios, intentando que su voz sonara lo más natural posible, pero mantuvo las uñas firmemente hundidas en su piel—. No me ha pasado nada.

La doctora lo miró y después suspiró, dejando el bolígrafo sobre la mesa.

—Julian, creí que habíamos dicho que confiaríamos el uno en el otro. Si no me dices la verdad...

No terminó de hablar. Unos golpecitos en la puerta hizo que se interrumpiera y mirara hacia allí, sorprendida cuando la puerta se abrió.

—Lo siento pero estoy ocupada con un paciente. Tendrá que pedir cita en el mostrador.. ¿Qué...?

—Siento interrumpir.

Julian contuvo la respiración con un sonido gutural y se dio la vuelta bruscamente.

—¡Kei!

—¿Kei? —La mujer lo miró a él un momento y luego miró a Kei que se sentó en la silla contigua a la suya con una elegancia que resaltaba, cruzando las piernas y miró a la mujer con sus intensos ojos oscuros, dejando sin palabras a una de las mujeres que Julian más había oído hablar sin parar en su vida—. ¿Te refieres al Kei del que hablabas? —La mujer sólo lo miró un segundo pero Julian aún estaba lo suficientemente impresionado y asustado como para poder responder—. ¿Existes?

—Eso parece —respondió Kei sin alterarse ni borrar la sonrisa.

—Ah... claro... Entonces.. ¿todo lo que Julian dijo es verdad?

Esta vez la médica lo miró durante más tiempo y Julian comenzó a reaccionar. Se levantó bruscamente, haciendo que los dos lo miraran.

—Vamonos —pidió a Kei, casi suplicándoselo.

Ese era el peor escenario posible en el que podía encontrarse. Si hablaba...

—No sé lo que él ha contado.

Kei lo ignoró completamente.

—Bueno, dijo que había estado en Rusia, por ejemplo.

—Es verdad. Primero fuimos a Japón y después hicimos una rápida parada en Rusia.

La expresión de Kei se ensombreció y Julian lo agarró del brazo, tratando de empujarlo.

—Por favor —suplicó.

—¿Qué paso en Ruisa?

—¿A qué te refieres?

—¡Kei, por favor!

Kei lo miró al fin.

—¿Por qué estás tan alterado?

—Dijsite... dijiste que yo podía decidir las cosas...

—Dije que debías decir lo que te gustaba o lo que no, pero de ahí a que puedas darme órdenes o esperar a que yo te obedezca en algo que a mí no me apetece hacer...

Julian lo miró desesperado y después miró a la doctora una vez más, pero al mujer estaba demasiado curiosa con la aparición de Kei como para ya acordarse de que su paciente seguía siendo él.

—Julian tiene un arraigado sentimiento de culpa en el que todo giraba alrededor de ti y de tu desaparición en Rusia.

La mirada de Kei se desvió hacia él y Julian lo soltó automáticamente, asustado, retrocediendo.

—¿Desde cuándo lleva viniendo a estas consultas? —la voz de Kei se había endurecido.

—¿A mi consulta? —la mujer se encogió de hombros—. Me lo desviaron directamente del hospital.

—Del hospital...

—Kei...

Julian intentó clavarse las uñas en la carne de las piernas pero la tela del pantalón se lo impedía y comenzaba a sentirse mareado.

—Sí, las lesiones que se inflingía a su llegada de Rusia hizo que en un momento estuviera a punto de perder la vida. Se le internó durante un tiempo por su bien y una vez se le consideró más estable, me hice cargo de estas sesiones.

—Entiendo y...

—¡Ya vale! —Julian notaba lo agitada que estaba su respiración y podía imaginarse el aspecto que debía tener a los ojos de los dos, pero estaba desesperado—. ¿No se supone que las consultas son confidenciales?

—Es verdad, Julian —la mujer suspiró y se relajó un poco en su silla—, pero opino que si creamos unas terapias junto a Kei, tu recuperación podría ser mucho más rápida.

Con Kei... Julian deseó echarse a reír pero lo único que hizo fue tambalearse a un lado, mareado.

—No... no sé...

—Vale, Julian, hacemos una cosa. Piénsatelo y en dos días hablamos sobre esto.

—Ah... vale.

—A las seis. Y si te parece bien lo que hemos pensado, que Kei venga contigo.

Julian no dijo nada y miró suplicante a Kei, rogando por que el chico rubio no hiciera una pregunta más y casi suspiró cuando Kei aceptó la mano de despedida de la doctora antes de marcharse.

—Una última cosa —dijo al llegar a la puerta, haciendo que a Julian se le encogiera el corazón.

—¿Sí?

—¿Cuál es el tratamiento que necesita?

—Está tomando unas pastillas para la ansiedad y por lo que a mi respecta, ahora, al saber que sus fantasías no eran tanto... aunque no sé hasta qué punto... en fin, creo que lo que más necesita es mantener la calma, nada de emociones fuertes por un tiempo, sentirse integrado, querido y dado lo que veo y es importante —A Julian no se le pasó por alto la significativa mirada que le lanzó a Kei—, que no esté solo en ningún momento.

Julian sintió un escalofrío.

—No necesito eso —murmuró sin fuerzas, sin apartarse de la puerta como si pretendiera salir corriendo en cualquier momento—. Estoy bien.

—Recuerda nuestra cita, Julian. Y Kei...

—Nos volveremos a ver.

Julian hizo una mueca del dolor al oír eso pero se apresuró a slir de la consulta y de la sala de espera, consiguiendo respirar un poco mejor cuando llegaron al largo pasillo.

—Creo que tú y yo tenemos una conversación pendiente —Julian se estremeció al sentir la fuerte mano de Kei alrededor de su brazo, deteniéndolo. Incluso soportaré tu nula capacidad para hablar —Y dio un empujón a la puerta de los baños, empujándolo al interior—. Así que dime, ¿qué pasó después de que escaparas en Rusia?

Julian miró de reojo a su alredor en busca de un salida, cualquier cosa que le ayudase a evitar ese tema, pero no había nada, no era capaz de pensar, cada vez se sentía peor y la culpa le corroía.

—Yo... —musitó conteniendo mal las lágrimas. Se sentía acorralado, desesperado y no había nada que lo ayudase a salir de esa. ¿Decirle la verdad a Kei? Sí... podía pero tenía tanto miedo...—estoy bien.

—Deberías dejar de hacer eso.

Julian levantó la cabeza para mirar a Kei.

—¿El qué?

—Mentir. Se te da fatal.

—Yo...

—¿Sabes lo que es esto?

Julian miró las manchas rojas de la camisa de Kei y tardó en darse cuenta que era el lugar donde él le había agarrado en la consulta y escondió prudentemente las manos en la espalda.

—Eso...

Kei suspiró irritado y levantó un brazo, haciendo que Julian retrocediera sin darse cuenta pero el chico rubio agarró su mano y la levantó, abriéndole los dedos con la otra mano, mostrando las heridas cubiertas de sangre que se repartían a lo largo de la piel. Julian trató de apartarla rápidamente pero Kei se lo impidió.

—¿Es a esto a lo que tú llamas estar bien? —Julian volvió a tirar de la mano y en esta ocasión Kei lo soltó, permitiéndole alejarse de él—. De acuerdo, parece que esto es lo máximo que tú eres capaz de hablar, así que lo haremos de la forma fácil. Desnúdate..


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Capitulo de CHEC.... me quedo sin días para poder escribir, pero trataré de subir más seguido :s

muchas gracias por todo el apoyo, por leer, votos y comentarios ^^ Siempre se me olvida pero los dibujos los subo por facebook, ya que el blog lo tengo abandonado por ahora por falta de tiempo ^^

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Cuando habla el Corazón 2 (chico x chico)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora