Capitulo 4

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Julian se acurrucó en la cama, tapándose la cabeza con las mantas, tratando que la luz que se escapaba por los pequeños espacios de la ventana no le escocieran los irritados ojos.

Llevaba tres días prácticamente sin salir de la cama y sabía que sus padres habían comenzado a preocuparse de su repentino aislamiento. Julian les había dicho que se encontraba mal, que le dolía la cabeza y el estómago para intentar tranquilizarlos y para explicar el motivo por el que tras dos intentos por sentarse en la mesa y ser incapaz de tragar nada, había optado por no volver a intentarlo.

Desde algún lado de la casa, Julian escuchaba la voz de su madre hablando por teléfono, puede que con su tía, tal vez con su padre, pero ya fuera quien estuviera al otro lado de la línea, por el tono confidencial que podía percibirse desde donde se encontraba, suponía que el tema de esa conversación era principalmente él.

Se dio la vuelta, arrastrando las mantas con él y dio la espalda a la puerta, ahogando un sollozo y se clavó las uñas en las palmas de la mano, incapaz de sentirse satisfecho con el ligero dolor que le proporcionaba raspar las postillas de heridas antiguas y torturar las más recientes.

Kei... Tenía tantas ganas de verlo...

—¿Julian?

Julian se quedó muy quieto.

—¿Qué?

—Tengo que ir con tu tia a mirar un mueble para la habitación... ¿cómo te encuentras? ¿No quieres comer nada? He preparado sopa caliente, igual te apetece....

—Estoy bien... luego veo si como algo...

—Cielo, ¿seguro que todo va bien?

—Sí... mejor vete o llegarás tarde.

—Julian, cielo, a la una tienes cita con la psicóloga.

Julian apartó las mantas de la cabeza y se incorporó bruscamente, mareándose y se agarró con las dos manos en la cama y puso despacio los pies en el suelo.

—Mamá, es la semana que viene —y no era a la una—.Hoy no tengo que ir.

—Lo siento, cielo, estaba preocupada —Julian se acercó a la puerta y apoyó la frente en la puerta. Al final no había sido ni su padre ni su tía con quien su madre había estado hablando por teléfono.

Al principio las consultas con la psicóloga después de que le dieran el alta habían sido casi diarias, pero poco a poco habían pasado a tres por semana, dos días luego... y así hasta ahora con una visita cada quince días. Pero entendía por qué su madre había hecho esa llamada, pero tenía miedo que aunque fuera y asegurara que estaba bien, su aspecto dijera lo contrario, al igual que dudaba poder controlar las lágrimas.

—Vale, mamá —murmuró en un hilo de voz—. Vete o llegarás tarde.

Julian escuchó como su madre se alejaba por el pasillo y después como cerraba la puerta de entrada tras coger las llaves y siguió con la frente y apoyada en la puerta. Tenía tantas ganad de ver a Kei que solo de pensar en él le daba un dolor punzante en el pecho. Había soñado con ese reencuentro tantas veces... y ahora que volvía a verlo, que sabía donde encontrarlo, tenerlo enfrente era desgarrador. Quería volver con él, quería estar con él, pero la verdad era demasiado dolorosa como para tener el valor de contarlo; no se atrevía, tenía miedo y sobre todo no quería perderlos, no quería perderlo. ¿Kei aún sentiría algo por él? Habían pasado muchos meses desde entonces y puede que los sentimientos de los que Kevin había hablado se hubieran disipado... pero si aún existían... si aún había algo... quería aferrarse a ellos, necesitaba aferrarse a ellos..., pero, ¿a qué precio? ¿Estaría con Kei, viendo la sombra que él mismo había plantado en su ya maltrecho corazón y podría fingir que él no era el culpable? ¿Podía ser tan egoísta?

Julian ahogó un sollozo y se apartó de la puerta, cogiendo algo de ropa limpia para cambiarse y la tarjeta de visita que la doctora Ellen siempre usaba y donde apuntaba sus próximas citas para que no se olvidara , o simplemente para que no tuviera el pretexto de haberla olvidado, o mantenerlo controlado y le hacía apuntar la fecha y la hora a él. Con desgana y siguiendo la rutina, apuntó la fecha y la hora en la parte de atrás y la guardó en el bolsillo del pantalón que había escogido y pasó al baño, dándose una rápida ducha y se vistió, suspirando ante la imagen que le devolvía su reflejo en el, espejo. Tras peinarse y estirarse la cara, había dejado por imposible tratar de mejorar los ojos hinchados y enrojecidos y la piel cetrina y las disimuladas marcas de arañazos que recorrían la piel desde la parte baja de los ojos y parte de las mejillas y había salido de casa, pasando de largo de la cocina.

Había salido de casa dos horas antes de la cita con la psicóloga pero prefería moverse un poco o sabía que volvería a encogerse dentro de la cama. Tampoco iba a pasarse por el gimnasio. Henry le había llamado en varias ocasiones, pero había ignorado sus llamadas. Lo que menos le apetecía era hablar con alguien o tratar de fingir que se encontraba bien, algo que tendría que fingir lo que mejor pudiera delante de la psicóloga o posiblemente juzgasen que volvía a correr el riesgo de autolesionarse nuevamente e igual decidían internarle otra vez... algo que no quería. No había decidido qué hacer con lo que Kei le había dicho si quería volver a su lado; no quería pensar, hacerlo sólo incrementaban las ganas de verlo y las ganas de llorar, pero cada minuto que pasaba solo pensaba en el momento de encontrarse con él, de estar con él, de sentir su piel, sus labios y con ello los sentimientos de culpa y así terminaba todo en desesperación y el un dolor tan intenso en el pecho que le costaba respirar.

Mientras caminaba, vio que había seguido el mismo camino que habitualmente, dejando que sus pies se movieran solos, acelerando el paso cuando pasó por la puerta del gimnasio y siguió caminando, haciendo tiempo y antes de que se diera cuenta, vio horrorizado que se encontraba frente al edificio de Keith.

—No...

Julian retrocedió instintivamente, paso a paso hasta que chocó con alguien, girándose bruscamente para comprobar aliviado que no era nadie conocido y echó a correr, alejándose del edificio y finalmente se detuvo, apoyándose en la pared y miró el edificio de Keith que se veía a lo lejos, respirando con fuerza y se llevó un puño al pecho, dejándose caer lentamente por la pared hasta sentarse en el suelo, ignorando las miradas que le lanzaban al pasar frente a él y sepultó la cabeza en las rodillas, sintiendo como las lagrimas fluían una vez mas por sus ojos.

—Soy un cobarde...

Y un egoísta. Por un momento había pensado en cruzar la calle y llamar, subir a casa de Kei... Quería volver... Apretó con fuerza las uñas en la piel de la palma de la mano pero o consiguió suficiente alivio en el dolor y solo apartó un momento la mano para aliviar los pinchazos que algo le estaba golpeando en la mejilla. ¿Podía volver? Si no decía nada... Volvió a frotarse la mejilla y cuando hubo una tercera sucesión de pinchazos, levantó la cabeza para comprobar qué le estaba rozando y se quedó completamente helado al mirar directamente el rostro de Oshi casi pegado al suyo, con un palo de una piruleta que tenía a medio comer y con lo que parecía haber estado golpeándolo y sonrió radiante.

—Al final sí está vivo.

Julian desvió bruscamente la cabeza y levantó la mirada, enfrentándose a la mirada oscura de Kei a través de unas gafas de sol. Rykou también estaba a su lado y Julian imaginó que las cabezas que se giraban a mirarlos, no solo lo hacían por su actitud lamentable, sino por la escena en general que debían estar dando todos allí quietos.

—Kei... —musitó, dándose cuenta de los ojos llorosos y se los frotó con la manga sin tratar de disimularlo. Ya había visto su aspecto en el espejo antes de salir de casa—. Yo...

No terminó de hablar y Kei enarcó una ceja, sin intentar disimularlo tampoco y antes de que el chico rubio apartara la cabeza, Julian sintió un nuevo pinchazo en la mejilla y desvió un instante la mirada hacia Oshi que apretó exageradamente los labios y sacudió la cabeza.

—Está claro cual es tu respuesta a lo que pedí que tuvieras en cuenta el otro día —dijo Kei de pronto dándose la vuelta—. Podemos irnos.

Oshi se levantó de inmediato y se volvió a meter la piruleta en la boca, tratando de tararear alguna canción. Rykou se mantuvo al lado de Kei, sin mirar hacia donde él se encontraba.

Desesperado, Julian agarró la tela del pantalón de Kei, haciendo que volviera a detenerse y vio con aprensión como se ladeaba para volver a mirarlo, bajando un segundo la mirada hacia la mano que seguía agarrada a su pantalón.

—No... te vayas —pidió, notando como las lágrimas volvían a sus ojos. Era un cobarde y un egoísta, pero aún así quería estar con él.

Kei dio un paso hacia él y Julian lo soltó, echando la espalda hacia la pared.

—¿Te acuerdas de las tres normas, Julian? —se interesó Kei en un peligroso siseo acuclillándose a su lado.

Julian asintió débilmente, volviendo a apretar las uñas en la palmas de las manos y se sorprendió cuando Kei lo agarró del brazo levantándolo a la fuerza y lo obligó a caminar a su lado.

—¿Sí? Genial, puedes ir repitiéndomelas de camino —los dedos de Keith seguían alrededor de su brazo—. En casa me contarás qué demonios te pasa ahora.

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LEER!!
Hago copy/paste en lo que puse en el capitulo de el camino del amor que no tengo mucho tiempo :S
Y, por cierto, quiero daros las gracias por todo vuestro apoyo y comprensión :) Creo que si no he dejado de escribir durante otro buen tiempo depresiva es gracias a todo vuestro apoyo!!!

Pasaros por facebook para leer las explicaciones de por qué no subí capitulo esta semana y tampoco habrá el lunes que viene, pero resumiendo, se me ha estropeado el pc y he perdido TODOS los libros, apuntes, capitulos... y aunque he estado intentando recuperarlo no lo he conseguido más que trozos, lo voy a llevar al tecnico, pero antes voy a reescribir y subir todos los capitulos que me tocaban esta semana ya que no puedo estar siempre deprimida, tanto si consigo recuperarlos como si no... aunque por ahora escribo sin ningunas ganas de hacerlo :(

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