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Rose se desplomó en el suelo de la habitación, aún sentada en el centro del círculo mágico, sólo entonces su hermano se acercó a ella. El ahora adolescente chico de doce años la alzó en brazos fácilmente y la dejó sobre su cama, con cuidado comenzó a arroparla. Vinish adoraba a su pequeña hermana, de eso no cabía dudas, y la ayudaría en lo que le pidiese sin importar qué tan disparatada fuera la idea, por eso cuando tres años atrás ella le pidió ayuda para encontrar una forma de colarse en Azkaban y confrontar al hombre que traicionó a sus padres biológicos él no se negó.

-Vinn- lo llamó- no fue él.

-Tranquila hermanita, descansa, has gastado demasiada energía- acarició el rostro de Rose, ocultando su preocupación al sentirlo helado.

-Vinish, no fue Sirius Black quien traicionó a mis padres, fue otro hombre, tampoco asesinó a esos muggles. Él quería mucho a mis padres y a nosotros.

-Rose, ¿estás segura? Él pudo mentir.

-No, no pudo porque yo- ella se sonrojó completamente- utilicé ese hechizo- apartó la vista de los ojos de su hermano.

-¿Ese hechizo? ¡¿Utilizaste el beso de mnemosyne para ver en su memoria?! ¡Es muy peligroso Rose!

-No es para tanto, no exageres, Vinn

-¡¿Exagerar?! El beso de mnemosyne no solo "lee" recuerdos, los "transmite" y si tú tienes recuerdos suyos, ahora él también debe tener los tuyos.

Sirius Black se sentía más lúcido de lo que había estado en mucho tiempo, aquel pequeño ángel de cabellos rojos le había dejado un fragmento de luz, recuerdos que él veía como un tercero, esas imágenes le habían confirmado que el bizarro encuentro había sido real.
Rose aprendía a dar sus primeros pasos ayudada por su familia adoptiva. Siendo muy pequeña su hermano le enseñaba cada cosa que aprendía en clases y ella fascinada asimilaba lo que aquel niño le enseñaba con una velocidad asombrosa. Ella era en extremo talentosa, ciertamente lograba superar a sus progenitores con creces. Gracias a esos recuerdos Sirius sabía cómo ella había escuchado acerca de sus padres biológicos, su determinación en encontrar toda la verdad, el dolor al enterarse del supuesto traidor, la fijación que desarrolló hacia él por años hasta que encontró la forma de llegar hasta él y de descubrir la verdad. La mente de esa niña era demasiado similar a la de un adulto, supuso que por eso le era tan fácil asimilar recuerdos ajenos, de pronto avergonzándose de los recuerdos que ella pudiese tener de él, los de su encierro en Azkaban, incluso los de su poco virtuosa juventud; James y Lily lo matarían por pervertir la mente de la pequeña.

-¿Qué tanto piensa, Canuto?- inquirió Rose sentada a unos pasos del enorme perro negro que levantó la cabeza sorprendido

No la sentí llegar Canuto la escrutinó con la mirada, nuevamente cubierta por aquella capa hasta la cabeza.

-Sería más fácil entender a Sirius Black que a Canuto.

Maldición, le dije que no volviera. Canuto gruñó mostrando un poco sus colmillos.

-Creí que ya habíamos dejado en claro que no puedes lastimarme, Canuto. Y estoy consciente de que me dijiste que no volviera, pero francamente no me importa.

El perro levantó un poco la cabeza y fijó los ojos en ella, estaba seguro de seguir usando oclumancia ella no podría leer lo que el estaba pensando ¿cierto?

-No puedo leer tu mente, Canuto- explicó ella retirando la capucha y rodando los ojos- tomé algunos de tus recuerdos así que te conozco lo suficiente para hacerme una idea de lo que sucede.
Canuto se debatió un momento, antes de ceder.

Rose vio al mejor amigo de su padre, aquel que había sido un miembro de la familia vestir aquellos trapos, estaba demacrado aunque su semblante parecía un tanto más alejado de la locura que el día anterior. Se le encogió el corazón al ver en sus recuerdos al joven Sirius, una idea se fijó en su mente, debía encontrar alguna manera de sacarlo de allí, sin importar cuánto tiempo le costara.

-Te dije que no regresaras.

-Lo sé pero no estaba segura de si era una orden o una sugerencia así que decidí visitar al tío Sirius.

-Definitivamente eres hija de tu padre.

Ella se encogió de hombros, se puso de pie y comenzó a recorrer la celda, bordeando cada una de las cuatro paredes, la puerta.

-Qué complicado... ¡me encanta!

Sirius la veía atónito, podía describir su encierro de muchas formas menos como encantador.

-¿Puedo saber qué haces?

-Caminar, ¿qué no me ves?

-Estás pensando en algo, casi puedo escuchar los engranajes en tu cabecita desde aquí.

-Hey, ése recuerdo era mío- dijo ella más curiosa que molesta, se acercó para examinar el rostro de Sirius de cerca.

-¿Ahora qué?

-Debo irme ya, tengo una idea.

Black's RoseWhere stories live. Discover now