D.C.A.O

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Era una suerte no necesitar de su varita para hacer magia, dibujó con la punta de sus dedos el contorno de la cerradura, la magia tomó forma entregando una orden clara y precisa ábrete y así fue, la puerta se abrió de inmediato, Rose permitió a las sombras cubrirla, sus ojos habían pasado del verde a un intenso negro de pupila desdibujada.

Podía sentirlo, el influjo de la magia negra inundando aquella habitación, recorrió el abarrotado espacio con la mirada, un montón de detectores inservibles hicieron poco por llamar su atención. El espejo que mostraba tinieblas, sin embargo, fue un tema diferente, se acercó, viendo las sombras que se movían en el fondo, buscando, aquel era un objeto útil, muy útil, en verdad, se acercó a la superficie, que la reflejó, las tinieblas que se arremolinaban a su alrededor como caricias, apenas visibles, el cambio en sus ojos, la nueva palidez que adquiría su piel y el ónice en sus labios, incluso su ropa se había teñido imitando una noche sin luna.
Ese espejo era demasiado útil, puso la mano sobre su superficie, el lugar donde hizo contacto pareció volverse líquido, cuando retiró su mano regresó a la normalidad pero ya no la reflejaba ni lo haría nunca. Ella era una enemiga que aquel Mortífago no sería capaz de predecir.

Por desgracia necesitaba pruebas, y aquel despacho no se las proporcionaba, al menos no alguna que pudiera mostrar. Un baúl llamó su atención entonces, siete cerraduras mágicas, se acuclilló a su lado y pasó una mano por la helada madera, la presencia de magia tenebrosa fue como un desagradable corrientazo.
Intentó forzar la primera cerradura, aquello era sin dudas propiedad del paranoico Ojoloco, la magia era bastante más compleja de lo que esperaba, ya había tardado bastante llegando allí al tener que esquivar a estudiantes que vagabundeaban por los pasillos, no estaba segura de contar con el tiempo para abrir el baúl. Colocó ambas manos sobre el primer ojo, hilos oscuros se desprendieron de ellas y se adentraron, en poco tiempo estaba abierta, pero no encontró más que un montón de tomos de encantamientos, se dedicó a la segunda, luego la tercera y la cuarta, cada una más compleja que la anterior, y el tiempo corría. Su trabajo hubiese sido mucho más simple si no tuviera que ser cuidadosa para no dañar el artefacto ni dejar otro rastro de su presencia, bastante se había arriesgado al encantar el espejo; los siervos de Voldemort eran impredecibles: un movimiento en falso los pondría sobreaviso y en tal caso lo que fuese que estuvieran planeando podría llevarse a cabo de manera mucho más pública y sangrienta, o se esconderían nuevamente y no tendría ni idea de para qué querían a Harry. La quinta cerradura se abrió pero luego de ver el contenido la chica cerró el baúl de golpe, nada útil. La sexta cerradura comenzaba a ceder, pronto estaría lista la séptima, estaba segura de que habría algo allí, algo importante.
Escuchó entonces un graznido de advertencia, sólo lo había percibido ella, uno de sus cuervos le advertía de peligro oculto seguramente en algún cuadro cercano, cedió la sexta, el graznido se volvió más insistente, abrió el baúl, nada, estaba furiosa y la alarma era ahora casi histérica. Cerró el baúl y recorrió las cerraduras como las teclas de un piano, estas se cerraron de inmediato en orden inverso a como se habían abierto.

Escuchó el conocido repiqueteo aproximarse, se ocultó junto a la puerta, que un instante después se abrió, Ojoloco apestando a alcohol entró en el despacho, ella se volvió un vapor de sombras que se escurrió por la abertura, el ojo mágico intentó fijarse en ella pero para entonces ya estaba bastante lejos, oculta en uno de los salones cercanos retomó su aspecto habitual, estaba cansada, este cuerpo era aún demasiado débil para la magia que Adam le había enseñado.

No tardó en encaminarse a los jardines, pero Snape no estaba en el lugar esperado, ella fue directamente hacia Krum, la poción se desaparecería en cualquier momento, Severus había asegurado que él no notaría que se había dormido, se sentó a su lado y recostó la cabeza a un hombro del muchacho simulando haberse quedado dormida, no era difícil, la frustración y el desgaste mágico le habían hecho mella.

-¿Rrose? ¿Estás bien? Luces cansada- se incorporó para ver al chico que en efecto no parecía haber estado bajo los efectos de un profundo sueño y la examinaba algo preocupado.

-Si, gracias, Víctor, creo que deberíamos regresar adentro.

- De acuerdo- se dispusieron a regresar cuando una discusión los distrajo, Rose escuchó la inconfundible voz de Snape reñir a algunos estudiantes.

Luego estaban los casi susurros nerviosos de Karkarov, quiso acercarse pero una mano de Krum sobre su hombro la detuvo, él la atrajo hacia sí, una intensidad en el gesto que la extrañó, Krum no confiaba en Karkarov, al menos no del todo ó quería proteger el secreto de su director, ella sin embargo, escuchó claramente.

La respuesta de Snape fue tajante justo antes de restar puntos a dos estudiantes. Cuando la voz de Ron se sumó ella mantuvo el silencio. No fue hasta que estuvieron seguros que nadie los vería que Víctor volvió a hablar.

-Estás helada- retiró la capa de sus hombros y la colocó sobre ella, luego murmuró un hechizo que de inmediato la ayudó a recuperar algo de temperatura.

-Gracias- recibió un asentimiento en respuesta.

Decidieron pasear por los terrenos en lugar de regresar, Rose quería evitarle al muchacho ver a Hermione y Vinish, y ella misma necesitaba pensar. Había algo en lo que había dicho Karkarov que la molestaba, con unos meses atrás bien podía referirse a finales de agosto, un terrible presentimiento se apoderó de su pecho, esa noche, tan pronto se despidiera de Krum intentaría confirmar sus sospechas.

Black's RoseWhere stories live. Discover now