Enigma

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–Así que ¿charlaron? Tú y Hermione– preguntó Rose enfundada en un abrigo blanco sobre su uniforme, dejando colgar los pies a centímetros del agua.

Estaba sentada en un muelle cercano al barco de Durmstrang, sin embargo nadie se les acercaba. Tampoco es que alguien aparte de los compañeros de Krum entendería lo que estaban diciendo ya que ambos charlaban en la lengua del chico, que  por su parte estaba nadando en las heladas aguas del Lago Negro como si nada.

–Sí, hablamos.

–Eso es bueno– asintió ella– ¿estás bien ahí? Me da frío sólo de verte.

Una sonrisa de satisfacción cruzó las facciones del búlgaro, ante la expresión alarmada de la chica pelirroja que se encogió más en su abrigo para apoyar sus palabras.

–No está mal, es más frío en donde vengo– ella palideció ante la respuesta y el inusual gesto se extendió en el rostro usualmente adusto del mayor– ¿Qué te sucedió ayer? Me preocupaste.

–Estoy bien. He estado durmiendo mal por el Torneo, eso es todo–  mintió con descaro.

–¿No has resuelto el enigma del huevo?

–Pues no, no aún. Todo lo que consigo es ese ruido infernal.

Él pareció pensativo, sin decir una palabra se sumergió por unos minutos que a Rose se le antojaron interminables, sólo la tranquilizaba el saber que sentiría si él o cualquier otro en las cercanías estuviese en inminente peligro de muerte. Cuando Víctor volvió a emerger de las aguas había una férrea determinación en su mirada.

–A veces todo lo que hace falta es un cambio de perspectiva– anunció antes de agarrarse del muelle con una mano para hacerse hacia arriba, con su brazo libre aferró la cintura de la chica que apenas pudo tomar algo de aire en sus pulmones justo antes de que las heladas aguas le dieran la bienvenida con un gélido abrazo, sus ropas empapadas le pesaron haciendo más difícil el evitar seguirse hundiendo.

Abrió los ojos topándose con una extrañamente cálida sonrisa del búlgaro, que aún la sostenía por la cintura, manteniéndolos a ambos lo bastante cerca de la superficie para que la luz los alcanzara y pudiesen salir por aire rápidamente, Rose no tuvo más remedio que apoyar las manos en los hombros del chico. La mano libre del muchacho tocó un lado de su rostro, ascendiendo de la mejilla a acomodar unos mechones de flotantes ondas vino tras la oreja femenina. Ella frunció el seño, confundida, los oscuros ojos del búlgaro querían decirle algo importante, el diálogo entre ellos fue breve, mudo en medio de los suaves sonidos que se transmitían lejanos allá abajo, pero cuando los pulmones de la chica clamaron por aire ya el mensaje había sido recibido, asintió una vez y ambos ascendieron en busca de aire. Un cambio de perspectiva o quizás un cambio de medio, los sonidos se escuchaban muy diferentes bajo el agua, eso era algo que no había probado con el condenado huevo.

Una vez en la superficie, el búlgaro volvió a aferrarse del muelle pero esta vez para ayudar a la empapada chica a ascender, la siguió poco después, quedaron tendidos en el muelle uno junto al otro. Ella comenzaba a temblar pero una divertida risa brotaba de sus labios cuando volteó a verlo.

–Estás demente ¿sabes?

–Puede ser– concedió de buen humor, buscó la varita que llevaba en una funda en su pierna y sentándose lanzó un hechizo a la chica de ahora labios casi azules, sus ropas y cabellos se secaron al instante.

–Gracias– él sabía que no se refería sólo al hechizo cuando asintió en respuesta– ¿vas a volver ya?

–No, tardaré un poco más.

–Me adelantaré entonces, lo veré más tarde, señor Krum– ambos se pusieron en pie y ella hizo una falsa reverencia.

–Señorita Silver– devolvió siguiéndole el juego.


Ojoloco recorría su despacho como un maníaco, el poder que había sentido tuvo que ser real, de eso estaba seguro, tan antiguo y primitivo que terminó por descartar la idea de que hubiese sido conjurado por su Señor. Sin embargo ¿cómo podía esa clase de poder entrar y salir del Castillo? Las defensas tendrían que haberlo sentido, sin embargo no se había alzado ni una sola alerta, a menos que el viejo Dumbledore supiese algo, algo que no confiaba siquiera a Alastor Moody. Volvió a recorrer la habitación de arriba abajo, esperando encontrar una pista, la más mínima, salió al pasillo entones, su ojo mágico recorriendo los cuadros, las paredes, todo. Salió a uno de los patios interiores, tropezándose apenas con algún alumno pues al parecer estos preferían resguardarse en el interior, lejos del frío. Entonces la notó, la estudiante envuelta en un grueso abrigo blanco, la misma capaz de derribar a un dragón con conjuros que llevaban siglos sin usarse, la que en ese momento era acompañada por unos cuatro cuervos a los que alimentaba con el contenido de una bolsa de papel. Una de las aves lo vio y graznó con fuerza haciendo que todos alzaran el vuelo, ella volteó a verlo, los ojos verdes se endurecieron ante su escrutinio pero sólo por un segundo, luego retomaron una expresión educada y los pasos de la chica se acercaron a su altura.

–Buenas tardes, profesor Moody– saludó cortés antes de intentar seguir su camino.

–¿Le gustan los cuervos, señorita Silver?

Ella ladeó la cabeza, aparentando extrañarse por la pregunta, el ex auror supo que había algo más tras la inocente expresión.

–Crecí en Moonacre, profesor, tenemos muchos en nuestros bosques, por supuesto que me gustan, me recuerdan a mi hogar– sonrió antes de seguir su camino.

Ambos fueron conscientes de un hecho en ese momento, el Ojo mágico de Alastor Moody no le perdería ni pie ni pisada a Rose Silver.

Corto, muy corto, ya lo sé 😭 el segundo semestre está resultando ser un dementor con esteroides. Actualizaré tan pronto pueda, así que por favor, ténganme paciencia porque está historia va a seguir hasta el final. Espero que hayan disfrutado del intento de capítulo. Gracias por leer. Nos leemos pronto.

Black's RoseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora