Bianca es una chica de 16 años que vive en un orfanato. Su día consiste en trabajar, trabajar y trabajar para luego llegar y tener que darle casi todos sus ingresos a la insufrible de Roberta, la dueña del orfanato. Ella no cree en ninguno de los cu...
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LO BUENO ES QUE ROBERTA NO acostumbra revisarme de pies a cabeza si le doy una buena cantidad de dinero, y eso es lo que acabo de hacer. Le he dado, al menos, el 70% de todo lo que gané hoy, contando las propinas del restaurante y lo que el señor Bennett me pagó.
Al entrar al orfanato fui directo a la cocina, que se encontraba pasando el cuarto de Roberta en el primer piso. Me relajé cuando escuché la puerta de su cuarto cerrarse, eso significaba que no me seguiría y que no me daría uno de esos sermones que duran horas.
Moría de hambre, así que planeaba servirme un poco de cereal, esa es la única comida de la que nadie se percataría que he tomado, con nadie me refiero a Roberta y Félix. Ellos cuentan hasta los frejoles que hay en la alacena, bueno, contar es demasiado, pero sí los pesan «todos los días».
No me molesté en prender la luz de la cocina, ya que no quería que nadie notara que estaba aquí, por ello mismo, no me di cuenta de que León también se encontraba en la cocina hasta que me saludó. Salté del susto, pero por suerte no grité.
Sus ojos azules brillaban y una sonrisa se dibujó en su rostro cuando me vio saltar.
—¿Me quieres matar? —le reproché—. No esperaba encontrar a alguien en las sombras.
—Debes de revisar bien, tienes suerte de que sea yo y no Félix —dijo el nombre con asco.
Me estremecí, Félix es un asqueroso y sólo busca la forma de acercarse a mí y a Michelle. Temía que empezara a notar a Nuria y Tati. «Si las toca, lo mato», muchos pensamientos llenos de rencor se arremolinaron en mi mente en ese momento.
