Bianca es una chica de 16 años que vive en un orfanato. Su día consiste en trabajar, trabajar y trabajar para luego llegar y tener que darle casi todos sus ingresos a la insufrible de Roberta, la dueña del orfanato. Ella no cree en ninguno de los cu...
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ESTABA COMPLETAMENTE FURIOSA. Detestaba que Roberta y Félix me mangonearan a su antojo, detestaba aún más que hicieran a Sabrina y Martha trabajar. Se supone que los más grandes trabajamos el doble para evitar ese pesar a los menores, pero a los dos engendros del demonio no les importa. Se aprovechan de nosotros y nos pisotean. Logré contener las lágrimas cuando estaba en la cocina, pero cuando llegué a mi cuarto no pude evitar que un sollozo se escapara.
«Algún día seré libre de este infierno», traté de animarme repitiendo esas palabras. Después de todo, solo debo tener fe.
Bajé con mi mochila colgada en mi hombro. A los pies de la escalera se encontraba Félix, bloqueando el acceso al comedor, donde todos ya estaban desayunando.
—Será mejor que te vayas ahora mismo —sus ojos recorrían mi cuerpo, haciendo que me estremeciera—, claro a menos que quieras quedarte un rato conmigo antes de irte.
Quería vomitar. —Me largo de aquí —capté un movimiento, Félix trató de tomar mi brazo, pero logré huir antes de que me tocara. Salí como alma que se lleva el diablo por la puerta del orfanato y corrí por dos cuadras sólo para asegurarme de que él no me seguiría.
Con el pasar del tiempo sus insinuaciones se han vuelto cada vez más frecuentes y desagradables si es que eso es posible. Odiaba que las demás chicas se quedaran con él dentro del orfanato. Al menos Roberta era buena en algo, no ha permitido que Félix nos tocara, no como temo que nos toque, aunque, claro un siempre roce ya me pone a temblar.
