26: Célestine

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Aída Pierce.

Sé que Anzel superará esto. No tan rápido pero no demorará tanto, es alguien con la fuerza suficiente para soportar esto, aparte no tardará en acostumbrarse. Pasa todo el día rodeado de seres sobrenaturales.

Al llegar a la casa, inmediatamente nos dirigimos a mi habitación. Queriamos descansar un poco, o simplemente aclarar la mente por un par de horas. Al tiempo Raymon me había mandado un mensaje diciéndome que lo de los cuerpos ya se había arreglado, que no había nada de que preocuparse.

_______

La noche transcurrió fría todo momento, pero finalmente habíamos podido tomar el sueño cómodamente. En la mañana siguiente me pongo de pie, hoy sería un día algo activo, se supone que me desvincularian de la princesa en la tarde o noche, aún no estoy muy segura.

Anzel estaba sentado en el borde de la cama, pensando fijamente.

—¿Pasa algo?— preguntó mientras escojo mi conjunto de ropa.

—Estaba pensando en Ryan..— se cubre la cabeza con las manos.

Me siento a su lado y lo miró con una sonrisa.

—¿Es el hombre lobo?

Asiente y notó como su expresión se llena de preocupación.

—¿Tienes miedo a que no te acepté ahora que eres vampiro?— cuestionó.

—Exactamente, tú lo has dicho, sería una relación casi imposible.

Tragó saliva y pienso un buen argumento.

—Anzel, pero si ambos se aman no importa que sean, no existirán obstacu— me calló al escuchar como lanzan algo contra la pared en el piso de abajo.

—Quedate aquí— le susurró a Anzel.

Me dirijo fuera de mi habitación y nuevamente lanzan otro objeto, alguna clase de cristal, ya que escuchó cada pedazo caer al suelo. Bajo cautelosamente las escaleras y veo a una mujer junto a un hombre, ambos vestidos de negro.

—¿Les puedo ayudar en algo?— preguntó intentando sonar amable y nada asustada.

—Claro que sí— dice la mujer de pelo negro.

Me quedó en silencio y los miró fijamente, no tardé en notar que también eran vampiros. Por su apariencia, aroma, diría que tienen más de 500 años en esté mundo.

El hombre estaba un poco ansioso, lo que sea que venían hacer, él no podía esperar más.

—Aída Pierce, ¿Cierto?— se me acerca un poco la mujer.

Asiento con la cabeza. A la mujer se le marca una sonrisa en el rostro, como si eso fuese justo lo que quería.

—Perdona, en serio esto no es nada personal.— dice, para después hacerle una seña a su acompañante, donde esté enseguida camino hacia mi con una expresión nada amigable. Las intenciones de estos dos no son nada buenas.

Intentó retroceder pero esté me sujeta del brazo. Estaba asustada, ambos se ven con gran resistencia y fuerza, su edad es lo que más me aterra, entre más años, más hábiles.

—¿Que están haciendo?— preguntó, y golpeó su entre pierna rápidamente para despues quebrar su mano. El hombre sólo se burla de mí antes de comenzar a soltar golpes en mi rostro. Me resultaba imposible defenderme, sin duda alguna estos vampiros están entrenados. Mi ceja y nariz estaban sangrando, sentía como esté escurría en mi rostro.

—Te queremos muerta Pierce— me responde la mujer segura. Su manera de hablar imponía temor. Un tono grave y de superioridad.

—Quieres matar a la princesa.— digo con la voz entre cortada. —Los Adamson la matarán en unas horas. No necesitas matarme.

Inmortales I: Prisionera Donde viven las historias. Descúbrelo ahora