Capítulo 17

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El olor a cigarrillos, marihuana, charcos de alcohol, orina y vómito inundaba en esos callejones completamente oscuros, llenos de borrachos y drogadictos.

— ¡Oye! ¿Ya viste? —Se escuchó entre la oscuridad. —Es el bomba.

— ¡No jodas, de verdad es él!

—Y viene junto al tiburón rojo... ¿debería llamar al jefe? —preguntó preocupado uno de los cuantos drogadictos, observando desde la lejanía como Bakugou y Kenjirou bajaban de las motocicletas y sacaban sus cadenas de acero entre sus manos.

Bakugou bajó de la motocicleta y avanzó rápidamente hacia la oscuridad de aquel sector, preparando su cadena. — ¡YA SÉ QUE ESTÁN AHÍ, INÚTILES DE MIERDA! —exclamó, azotando la enorme y gruesa cadena de acero contra el pavimento con furia, provocando un enorme sonido y eco en todo el lugar.
Los saltos de todos los presentes pasaron desapercibidos en medio de la oscuridad, pero algunos gritos de sorpresa, evidentemente no.
— ¡SI NO  QUIEREN QUE LES CORTE ALGUNA EXTREMIDAD, SALGAN AHORA HIJOS DE PUTA! —bramó con sus manos fuertemente presionadas.

El silencio se hizo presente y el ambiente cada vez se volvía más y más tenso.

— ¿Qué es lo que te trae por aquí, Bomba? —Se escuchó de pronto una voz grave y sombría salir de la oscuridad. Era un hombre enorme, de cabello corto negro y facciones gruesas, vestido completamente de negro con mirada amenazante. —Creí que no vendrían más por aquí, ustedes dos. —agregó, cruzándose de brazos.

— ¡¿Pero qué dices, Teach?! —exclamó Kenjirou abalanzándose sobre él, totalmente animado.
—Solo hemos venido de visita hombre, no te preocupes. —susurró con su antebrazo aprisionando el cuello del mayor, fingiendo un abrazo. — ¿Seguro nos extrañaste no? —preguntó amenazante.

— ¿Qué mierda quieren? —escupió con molestia.

—Mira, no estamos aquí para pelear, eso ya quedó en el pasado no te preocupes. —respondió seriamente. —Pero si no nos ayudas, supongo que tienes claras las consecuencias. —amenazó aprisionando aún más fuerte su antebrazo en contra de su cuello.

El jefe de aquella área, Teach, suspiró con molestia y desgano.
Observó la inestabilidad del rubio en aquel momento y de inmediato supuso que no era buena idea negarse. Por mucho que le costara reconocerlo, esos dos eran de temer.

—Bien... síganme. —dijo, entrando a un departamento vacío y completamente sombrío.

—Oiga jefe, ¿acaso esto está bien? —habló preocupado uno de los suyos, que apenas divisó su entrada con esos dos hombres se preocupó.

El sonido de las cadenas hizo acto de presencia provocando el detener de su palabrería. —Esto no es de tú incumbencia, bastardo. —gruñó Katsuki con obvia molestia, observando cómo el hombre totalmente intimidado aceptaba y se mantenía en silencio.

—Bien, ¿qué es lo que buscan? —habló, sentado en un cómodo sofá negro con un whisky en su mano derecha, observando a ambos que yacían de pie frente a él.

—Sé que eres quién lidera en casi la totalidad del área. —habló Katsuki, serio. —Necesito que me des los datos de la ubicación exacta de este bastardo. —señaló, sacando de sus bolsillos una fotografía de Shigaraki Tomura que robó de la academia apenas comenzó todo el problema.
—Yo sé que este cobarde debe estar escondido en algún lugar de aquí, la justicia acá es nula y los únicos dominantes aquí son ustedes, no me pueden hacer imbécil. —gruñó, observando con rudeza al hombre, quién le escuchaba con mucha atención. —Alguno de tus hombres lo debe haber visto, si me facilitas la información, podremos dejar en el pasado la deuda que le debes a mi ex líder y así tener paz, siendo tú el único líder de esta mierda. —Finalizó, señalando su tatuaje del lobo. —Ya no me interesa este mundo.

¡Ah! Katsuki-sensei ¦Katsudeku¦ Onde histórias criam vida. Descubra agora