Prólogo.

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Mis mocasines azul marino causaban un chillante ruido sobre las lozas blancas del pasillo principal de Kellington Academy, algunas personas darían la excusa de que el ruido de mis zapatos es la razón por la cual los ojos de la mayoría de las personas están posados en mi delgado espécimen femenino, pero no es así. Cumpliendo con mi rol de chica popular de instituto, es casi una tradición diaria el llamar la atención de las personas, pero no de la manera en la que comúnmente se hace.

Doblo al pasillo donde se encuentran las aulas de los chicos recién ingresados. Postro en mi rostro mi sonrisa mas amable y despampanante; tenía que dar la impresión perfecta a los estudiantes más jóvenes.
Mi padre lo repite constantemente: "Necesitamos de las masas, hay que ser cordiales con el pueblo para mantenerse en el poder."
Consejo que pongo en práctica desempeñando mis diversas actividades académicas. Punto que retoma la cuestión de mi popularidad.

Sin parecer altanera podría decirse que era la estudiante más competente y sobresaliente de todo el instituto y era por el simple hecho de que como presidenta del consejo estudiantil, del club de matemáticas, química y debate, así como también pertenecer a la orquesta del instituto, al equipo de atletismo y capitana del equipo porristas, tenía más actividades que cualquier otro estudiante, sin contar mi historial perfecto de asistencia al igual que mis notas impecables.

Durante mi recorrido por el largo pasillo recibí algunos saludos amistosos de chicos de primer año, al igual que unas simples sonrisas amistosas.
Detuve mi paso una vez que llego a mi destino, las oficinas de los directivos. Empujó la puerta con la decisión que día a día me caracteriza, saludo amablemente a Jane, la recepcionista, y me dirigió hacia el escritorio que le es otorgado al presidente del consejo estudiantil.
Como acción automática comienzo a llenar algunas formas y a firmar propuestas.

Algunas personas me marcaban como una controladora obsesiva, y la verdad es que lo era.
Las tres palabras imperantes en cualquier acción que desarrollará en mi vida eran: disciplina, profesionalismo, organización y responsabilidad.

Y es que mi desesperada sed por estar en la delantera en la cima de la cadena, es una herencia familiar. Todo mi árbol genealógico está conformado por líderes empresariales y abogados de élite. De manera que el fracaso no es una opción para los Faiers.

Algunas personas dentro del instituto me catalogaban de engreída, por el simple hecho de tener el autoestima por encima de la media y bastante bien reforzado.

Con calma colocó en un sobre amarillo sellado las propuestas para mejorar Kellington Academy.
La tranquilidad que se siente dentro de las oficinas es bastante acogedora, es el lugar que más me relaja debido a que mi escritorio se encontraba a tan solo unos metros de la oficina del director principal.

Pero toda mi aura pacífica se vio interrumpida por el fuerte golpe que llenó mis oídos al momento que dos profesores impactaron la puerta contra la pared; esto pareció ser un indicio de que una ola de gritos e insultos abordaría el lugar.

Era el profesor de literatura el señor Gates y el entrenador del equipo de fútbol americano el coach Holmgren, pero ellos no eran los dueños de semejante escándalo. Sostenidos por los antes mencionados se encontraban Peter Lombardi, el capitán del equipo masculino de atletismo y también uno de mis amigos más cercanos, se encontraba sostenido por el profesor de literatura; y aprisionado por la imponente figura de su coach se encontraba Luke Hemmings, el típico capitán del equipo de fútbol americano. Un chico becado por su excepcional habilidad para mover el ovoide, pero de la misma manera en la que este chico era bueno para moverse en el campo, tenía una habilidad natural para causar problemas y para que los problemas llegaran a él. Sin duda alguna un tipo con el cual evitaba el mínimo contacto físico.

Los gritos no cesaban, parecía que estuviéramos en medio de una pelea de mercado.

—¡Te enseñaré a meter tu comentarios en el trasero de tu madre!— vociferó Hemmings, provocando la ira de Peter hasta el punto en el que él castaño lo estrellara en una de las paredes.

Jane soltó un grito histérico. La reacción de mi parte fue un fuerte ruido provocado por la manera en la que dejé caer los sobres.

Los penetrante ojos azules de Luke Hemmings se posaron en mi un cuarto de segundo. Le sostuve la mirada y tal vez ese fue mi peor error. Me sonrió, mostrando sus dientes, como si la situación en la que se encontrara fuera bastante cómoda.

Nuestra conexión óptica se perdió al momento en el que la imponente y seria presencia del director Carrington apareció justo a un lado mío, en el marco de su oficina.

Los profesores guardaron silencio, Jane volvió a lo suyo como si no supiera lo que estuviera pasando; Peter soltó a Luke a regadientes y éste último ensanchó su sonrisa.
Con su cabeza les indicó que era hora de pasar a su oficina, y que era mi momento de volver a mis asuntos.

Peter pasó por mi regazo, pero a diferencia de otras veces, no se detuvo. Sin en cambio su contrincante si que lo hizo.

Con una ligera curvatura al final de cada lado de sus labios, la cabeza inclinada hacia la derecha y un pequeño hoyuelo en su mejilla, podría jurar que éste chico no era el Luke Hemmings descarado y provocativo de hace unos segundos.

—Hola Molly, luces linda cumpliendo tu rol de máxima controladora escolar.

Puedo jurar que estuve a una nada de caerme de mi asiento. Nunca había cruzado palabra con Luke Hemmings, apuesto mi vida a que antes de éste momento no había escuchado su voz.
Su rostro era un lienzo esculpido a mano, tenía la piel aún más saludable que la mía, y eso me provocaba cierta envidia.
Pero su mirada acaparó toda mi atención. Pude sentirlo hasta mis huesos, en sus ojos había un azul intenso, uno al cual amar y uno al cual perder.

GET TO U |L.H.Where stories live. Discover now