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Hoy era el día de la prueba de fuego, me quemaba o salía ilesa.

Había vestido la armadura perfecta un jumpsuit de escote profundo color rojo cereza, ideal para la controversia que estaba por causar, así como mis tacones del mismo color. Demasiado dramático, exagerado y provocador para ir al instituto pero la ocasión lo ameritaba. La pasión del color que adornaba mis labios era tan fuerte como la energía que sentía dentro de mí.

El sonido de un claxon, el tono de llamada de mi celular y un escándalo fuera de mi casa llenaron abruptamente mis delicados oídos.

¿Qué demonios sucedía? Nunca había ruido por aquí y ahora se vivía toda un escándalo.

Salí por mi balcón solo para cerciorarme sobre lo que estaba ocurriendo. La sangre abandonó mi cuerpo cuando el peor de mis miedos estaba frente a mis ojos.

Luke discutiendo como un loco con los guardaespaldas de mi padre ¿Acaso era estúpido?

Baje tan rápido como un par de tacones me lo permitieron, tenía que terminar semejante escándalo antes de que mis padres estuvieran enterados.

Estire mucho más mi zancada cuando vi el puño de Luke estrellarse en la quijada de uno de los hombres de mi padre.

Demonios. Fue lo único que pensé.

—¡Basta!— grite desde la boca de mi estómago.

Todos miraron hacia donde yo corría sin freno alguno.

—Señorita Faiers es mejor que vuelva adentro— indicó el hombre que no había sido golpeado.

Ignore por completo sus ordenes y seguí acercándome a ellos.

—Viene conmigo— mencione tratando que eso calmara las aguas.

—¿Este joven es amigo suyo?— pregunto el hombre a quien Luke le había propiciado un golpe. Lo estrujo y aventó como a un trapo sucio.

Era exagerada la diferencia de tamaño y volumen entre él y Luke.

—Si— conteste sin dudar.

Ambos hombres me dedicaron una larga mirada dudosa, recorriéndome de pies a cabeza al igual que a Luke.

—¡Deja de ver a mi chica zopenco!— gritó Hemmings.

—Tenga cuidado señorita Faiers— fue lo único que dijo para después retirarse junto a su compañero.

—¡Ella no tiene que cuidarse de mí idiota!— exclamó con furia.

—¿Puedes callarte? No ayudas en nada.

Me era preocupante que esto ni siquiera era lo peor del día.

—Vamos— indicó Luke señalando su auto.

—Vamos— indicó Luke señalando su auto

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