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Luke Hemmings.

El maldito mini split que Ashton había comprado para nuestro departamento no dejaba de hacer un ruido infernal que no me permitía dormir con comodidad. Tome una de las cuatro almohadas que se encontraban en el sofá y la lancé con fuerza en dirección al frustrante aparato.

—¡Mierda si tú lo descompones tú lo pagaras!— grito Ashton devolviéndome de la misma forma la almohada.

—No tienes una remota idea de cuánto deseo que esa basura deje de servir.

—Eres un jodido malagradecido— habló como si fuera mi madre.

—¡Odio este maldito lugar!— exclamé reclamando como lo hacía cada dos días a la semana.

—Pues entonces corre con tu padre para que te brinde algo de su dinero y podamos vivir en un lugar más decente.

—¿Me estas pidiendo que sea como Lombardi?

—Vivimos en la porqueria Luke y todo por tu maldito orgullo que te impide ofrecerle una disculpa al gilipollas de tu padre.

No le conteste, era la misma absurda pelea día tras día, ya era una extraña rutina entre nosotros. Me duché y preparé para asistir al clasista instituto al que asistía.
Cada segundo de mi existencia me reprochaba por haber aceptado ser el peón espía de Mayer, estaba agotado de tener que fingir que me interesaba mi maldita beca deportiva.

Como todas las mañanas me monte en el cofre de mi auto, y me dediqué a fumarme tres cigarrillos, esperando a que el inepto de Ashton peinar su horrible cabello.

Mis vecinos también mantenían una rutina aburrida. Los Thompson son una familia de 7 integrantes afroamericanos que salían de su pequeña casa gritándose y lanzándose insultos debido a la poca organización que tenían. A mi lado derecho vivía la señora Fray, una viuda que se desvivía por su mastín inglés, que ha decir verdad era bastante feo y doloroso de ver.

Mi vida era una jodida rutina convertida en tradición, no tenía nada de especial, nada de único y mucho menos interesante. La única adrenalina verdadera que había experimentado fue hace 3 años cuando Mayer me dio clases acerca del control de armas y la mejor parte, practicar el tiro.

—¡Hora de irnos pussy!— exclamó Ashton justo cuando le di la última calada a mi último cigarrillo.

Habitualmente me llamaba como al aparato reproductor femenino, me abstenía a responderle escudándome el hecho de que Ashton tenía un problema de adicción sexual el cual no había sido saciado.

—Por favor dime qué ahora si ya te montaste en ella— mencionó con una enorme sonrisa. Desde el momento en el que comencé a "molestar" a Molly Faiers, recibo la misma pregunta de su parte.

—Está comenzando a asustarme el hecho de que me imaginas desnudo sobre Molly constantemente.

—Es como ver una película porno en mi cabeza— dijo sin culpa alguna.

—Por una mierda, no vuelvas a repetir eso en mi presencia— aclare asqueado.

—Lo siento, pero la pequeña Faiers provoca extrañas sensaciones que terminan en mis pantalones.

GET TO U |L.H.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora