Prólogo

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Jeon Jung Kook caminó con soltura por el largo pasillo del segundo piso de la discoteca. Paró a mitad de su recorrido para asomarse a la barandilla y ver por un rato el ambiente que quedaba abajo, en un segundo plano. Podía respirar toda la energía que se producía y eso le inspiró para soltar un pequeño grito. Algunos le oyeron y le reconocieron al instante, suplicando que bajara a divertirse, pero él se limitó a sonreírles con suficiencia y continuar su camino. Se abrochó el botón suelto de la manga de su camisa negra y se la alisó antes de entrar en una de las salas que tenía el nombre de V.I.P, vigilada por dos hombres enormes, uno a cada lado de la puerta.

Jungkook esperó impaciente a que recibieran la señal para dejarle pasar dentro y, cuando pasó y se abrieron a su paso, supo que un destello de inseguridad cruzó su rostro.

Era la primera vez que pisaba aquella habitación que tanto había ansiado antes. 

Se sorprendió de lo increíblemente grande que era, ya que medía casi lo mismo que la pista de baile. En el centro, había una larga mesa de cristal con sillones de cuero oscuro a su alrededor, todos mirándose entre sí, y el del extremo, apuntando hacia él.

Dobló la mitad de su cuerpo en una gran reverencia al divisar a su padre, sentado justo en el centro, como le había enseñado desde pequeño.

Esperó unos segundos algo nervioso y se irguió para enfrentarse a su destino.

Los hombres que rodeaban la mesa le eran todos conocidos, algunos más que otros. Todos iban vestidos elegantemente, con traje y abrigos de piel, llevaban un vaso de whiskey en la mano.

En las esquinas se hallaban algunas mujeres con vestidos extremadamente cortos y excesivo maquillaje para rellenar sus vasos cuando se les requería.

Los semblantes serios de los hombres le respondieron en una pequeña reverencia de cabeza o levantando sus vasos en su honor para después beber un trago. Sus caras y brazos estaban marcados por incontables tatuajes negros y algunos rojos que destacaban sobre sus pieles.

Pero Jungkook tenía la mirada fija en el hombre que más respeto tenía, el señor Jeon.

Su padre le invitó a sentarse en la mesa con los demás, con solo un gesto de mano y él aceptó sin decir una palabra. Lo hizo en la silla vacía más cercana y pudo ver cómo habían otras dos vacías. Lo cual le extrañó mucho y pensó que aquellos demonios que una vez ocuparon esos mismo asientos no lo harían jamás.

También se fijó en que en el centro de la mesa había una larga y pulida katana dispuesta a ser usada en cualquier momento. Debía mantenerse alerta de lo que pudiera pasar, si cometía un solo error, su padre no se lo perdonaría.

El señor Jeon se aclaró su voz ronca para pedir silencio, aunque nadie estaba hablando. Como siempre, su rostro era serio y su ceño estaba fruncido, constantemente enfadado. Imponía de una manera que su propio hijo sentía miedo y nervios al estar cerca. Las arrugas de su cara sabían mucho más que cualquier hombre de la habitación. Aunque su edad era algo avanzada, de unos 60 años, su cuerpo y mente eran más fuertes que un joven.

- Bienvenidos, mis hermanos. Me alegra poder ver que estamos casi todos reunidos, en otra importante celebración.- Su penetrante mirada se clavó por un instante en los asientos vacíos.- Como ya sabéis, este día es una fecha muy importante para nuestro clan, Jeon. Mi hijo,- notó como todas las miradas se dirigían hacia él cuando su padre lo señalaba- acaba de cumplir los 19 años.

Una sonora ronda de aplausos y vítores le siguió mientras sonreía en agradecimiento hasta que su padre los acalló de nuevo con su voz.

- Por lo tanto, hoy comenzará su ceremonia de iniciación como un hermano y miembro de nuestro clan.

Él tragó saliva intentando averiguar qué pasaría cuando acabara su discurso y empezara todo. Estaba impaciente por saberlo, pero también tenía muchas dudas.

Volvió a echar un vistazo a el arma de la mesa y se preguntó que, si no era para ninguno de los presentes entonces, ¿sería para él?. Un escalofrío le recorrió todo el cuerpo hasta la nuca.

Se cogió de las manos por debajo de la mesa esperando que nadie notara ni un poco de nervios o temor.

- Ahora, Jeon Jung Kook, hijo mío, ¿estás preparado para dejar tu vida como niño atrás y convertirte en un hombre para servir a tu clan y a tu familia?.- Le preguntó el hombre levantándose de su sitio y cogiendo la katana de mesa, dirigiéndose hacia él con seguridad.

Siempre supo que algún día llegaría ese momento, que lo cambiaría todo cuando él alcanzara la mayoría de edad. Se había preparado para contestar a esa pregunta desde el día en que nació.

- Lo estoy.

Oigo tu corazón || Jungkook Where stories live. Discover now