C a p í t u l o 32

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Habían pasado cuarenta minutos desde que había salido de su casa caminando por las calles de Seúl con un corto vestido negro brillante, una peluca blanca con espeso flequillo recto y una máscara veneciana en la mano.

Se dirigía hacia el garage, hacia el que había preferido ir andando, en vez de coger un taxi o el autobús.

Podía notar cómo las miradas de los hombres que caminaban borrachos por las esquinas se clavaban en su nuca, sintiéndose juzgada. Seguramente la miraban como lo que se tenía que hacer pasar, una prostituta. A ella le dio igual siempre que no se acercaran a molestarla, tenía cosas más importantes en las que pensar.

Horas atrás se había despedido de su gata, pensando que quizá el plan salía mal, que no iba a volver. Lo mismo hizo con Minseok, excepto sin decírselo con palabras. Supo que él sospechaba que algo pasaba, pero tampoco le dijo nada. Se abrazaron en silencio y permanecieron así, hasta que tuvo que marcharse.

Se suponía que debía sentir miedo, que debería estar tan aterrada que no podría mover las piernas, pero parecía como si estuviera viviendo un sueño, en el que si llegaba a morir, no importaría. Despertaría por la mañana sana y salva.

Al llegar allí un coche estaba preparado y aparcado en la puerta para ella. Jun y Taeyong, vestidos de negro, la esperaban con la puerta trasera abierta.

Antes de subir, se giró hacia el garage, cuya puerta y verja estaban cerradas. Colocó una mano sobre la puerta, despidiéndose en silencio. A lo mejor jamás volvería a ver su interior de nuevo. Ya no había marcha atrás.

Volvió hacia ellos y les saludó haciendo una pequeña reverencia de cabeza, que correspondieron seriamente.

Entró dentro del coche, sentada al lado de Taeyong mientras conducían hasta el hotel.

Tuvo que mirar todo el trayecto por la ventanilla para distraerse de su instinto de supervivencia, de pensar maneras de salir saltando a la carretera y huir. No podía parar de jugar con los dedos de su mano, de los nervios, hasta que el vehículo paró.

- Eh, tranquila.- Taeyong colocó una de sus frías manos sobre las suyas.- Va a salir bien.

- ¿Cómo lo sabes?

A penas le salía la voz. Él lo notó al instante.

- No lo sé. No tengo ni puta idea, Ryujin, pero es lo único a lo que te puedes aferrar ahora.

- A mi no me queda otra que confiar en vosotros, Taeyong.

- Lo sabemos, y vamos a estar contigo en todo momento, por si algo sale mal.- Dijo Jun desde el asiento delantero, sacando un ordenador portátil y tecleando rápidamente.- Aunque no nos veas. Ahora ponte la máscara, ya sabes lo que hacer.

- Sí, vamos.

Taeyong se colocó un pinganillo en la oreja y ella la máscara de encaje que ocupaba lugar en su disfraz.

Entraron al hotel y el chico la llevó hasta un pequeño grupo de mujeres vestidas igual que ella, junto a unos guardaespaldas con la misma ropa que él.

Ryujin se sintió como una oveja en un rebaño, guiada por un grupo de pastores, las llevaron hasta uno de los ascensores.

Ella miró detenidamente a la cámara de seguridad que los seguía en lo alto de la pared, esperando que Jun estuviera viendo al otro lado desde su ordenador.

Uno de los guardaespaldas las contó para comprobar que estuvieran todas. Eran unas siete en total, que se quedaron paradas de pie en el corredor, esperando instrucciones.

Los guardaespaldas se retiraron cuando el ascensor pitó, lo cual significaba que ya estaban en la planta donde se encontraba la suit.

Los ojos de Ryujin buscaron los de Taeyong antes de que se marchara, que no le transmitieron nada. Significaba que el plan estaba marchando como esperaban. Ryujin suspiró, tranquila al fin. La primera fase la habían pasado, se habían colado sin que nadie sospechara.

Un hombre entonces salió de una de las habitaciones del pasillo, el cual Ryujin no pudo ver bien porque las demás se habían colocado delante de ella. Sin embargo, supo que no era Jungkook por su voz.

- Señoritas, pasen por aquí, las conduciré a la suit Golden Closet. Pero antes, tengo que revisarlas. No se asusten, he traído una mujer para hacerlo.

Una por una pasaron en fila por delante de la mujer guardaespaldas, que revisaba de la cabeza a los pies que no llevaran ningún arma.

Tenían un problema, les estaban haciendo quitarse las máscaras para revelar su identidad. Ryujin bajó la mirada al suelo, esperando que algo ocurriera para escabullirse.

Todas lo hicieron hasta que le tocó su turno.

- Señorita, le toca. Quítese la máscara.- Le dijo el hombre.

Ryujin deseó con todas sus fuerzas que Mark se lo hubiera venido venir y formara parte del plan, porque si descubrían su identidad, todo habría acabado.

- Señorita, ¿no me oye?

El hombre se le acercó y se agachó a su altura, tratando de mirar su rostro por detrás de la máscara que lo ocultaba, hasta que se cansó de que ella le esquivara.

Colocó sus manos encima de la máscara, para quitársela él mismo. Ryujin le paró, cogiéndole de las muñecas y se echó hacia atrás.

Solo tenía dos escapatorias, entrar en una de las suits, que parecían cerradas, o el ascensor.

- ¡Quítate la máscara, o disparo!- Le advirtió él, cargando su pistola contra ella.

Ryujin todavía tenía la mirada en la moqueta, negándose a que la descubrieran. No podía fallar.

Corrió hacia el ascensor y presionó el primer botón que vio muchas veces hasta ver que, para su suerte, las puertas se cerraron.

En el último instante, el hombre se coló a la fuerza, antes de que cerraran. Ella se tiró sin pensárselo sobre su brazo, para quitarle el arma, pero no lo consiguió, y él la presionó contra su cabeza, mientras bajaban.

- ¡Lo haré, lo haré! ¡No dispare, por favor!- Levantó sus manos lentamente y su rostro para quitársela.

Una vez lo hizo pudo reconocer al hombre que la apuntaba, y él a ella.

- ¿Ryujin?

Oigo tu corazón || Jungkook Where stories live. Discover now