C a p í t u l o 3

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- Menudo capullo.- Dijo él, mirando los mensajes de la pantalla una y otra vez, riéndose de Minseok.- Patético.

Se encontraba tirado en el sofá de su planta baja, con la cabeza recostada sobre su brazo y media pierna fuera. Tenía un pequeño moretón en el pómulo que le dolía cada vez que reía, aunque fuera solo una sonrisa apagada. La noche anterior lo había dejado un poco jodido.

Miró a su alrededor, dejando caer el móvil al suelo. Los demás chicos y él habían reformado ese garage años atrás y convertido en el refugio para los más jóvenes del clan.

Las paredes estaban desgastadas y llenas de graffitis que ellos habían pintado incluso por el techo. Una gran televisión con una estantería con montones de videojuegos, películas y mangas, llenaban la sala.

También había una mini nevera y un set montado de ordenadores y demás tecnología encima de una larga mesa.

Al otro extremo, detrás del sofá, había unas rampas para hacer skate, en la cual se pasaban la mayor parte del día.

Pero ese día la estancia estaba extrañamente en silencio, no había nadie más que él.

Supuso que los demás todavía estarían haciendo el capullo en la calle, o tirándose a alguien en algún baño cutre.

Echó otro vistazo a su alrededor con pereza, la habitación estaba bastante sucia, el suelo lleno de papeles, bolsas de comida y latas vacías, e incluso había algo de ropa tirada y arrugada por ahí.

Maldijo para sí, buscando a quién tirarle la culpa, cuando sus oscuros ojos acabaron posándose sobre la celda. Sí, a parte de amueblar el garage también habían construido una pequeña celda para rehenes y otras cosas que era mejor no contar.

Se veía incluso peor que las de la cárcel y hasta tenía sangre seca por las paredes que alguien olvidaría limpiar después de hacer algún trabajo bastante sucio.

Cerró los ojos para no continuar viendo el antro en el que estaba insultando a todos los que vivían allí en voz baja.

Alguien entró entonces por la puerta y le saludó. Un chico de pelo liso, negro, con ambos lados de la cabeza rapados y andares desgarbados se acercó a la silla de oficina y encendió los ordenadores.

- Eh, tú, ¿me haces un favor?

El chico se quitó los cascos para escucharle sin darle mucha importancia, entrecerrando sus ojos, y Jungkook le tuvo que repetir molesto.

- ¡Escucha a la primera!- Alzó la voz.- Ten, averigua la contraseña de este móvil.

- ¿Qué me das a cambio, Hwall?- Le desafió pese a ser más pequeño que él.- Quiero tu colección de mangas de...

- Vuélveme a hablar una sola vez más informalmente y...

El mencionado se puso unas gafas que le ocupaban la mitad de su fina cara y se asustó al ver con quién estaba hablando realmente.

- ¡Ostia! ¿Jungkook? P-perdona, n-no sabía que eras tú.- Le temblaba la voz al ver cómo le había hablado al hijo del líder Jeon.- Te he confundido con...

- Tú averigua de quién es este móvil y toda la información que puedas.

El adolescente se puso a teclear a toda prisa con la atenta mirada del otro clavada en él. Trabajar bajo presión era lo que mejor se le daba. Jungkook ya le había visto hacerlo otras muchas veces averiguando información y desconectado cámaras, hakeando sitios de empresas prestigiosas...

Con tan poca edad era todo un genio. Por eso trabajaba con ellos, en cada robo o asalto, él era la cabeza que les ayudaba desde el refugio. Presente y a la vez sin estar allí, como un fantasma. Pero Jungkook no se había interesado en aprenderse su nombre.

En tan solo unos minutos averiguó de quién se trataba.

- La dueña trabaja en una tienda de conveniencia una calle más abajo que donde estamos. He tratado de averiguar sus conexiones pero solamente tiene un contacto, un tal Park Minseok. Eso es todo, en realidad, lo siento.- Le devolvió el móvil con cierta timidez.

Recordó en ese momento el fin de semana pasado, cuando el clan paró en esa misma tienda y encontró el móvil. No conseguía acordarse de muchas cosas que pasaron esa noche pero sí de dónde se encontraba el local.

- Iré a hacerle una visita. Y también diles a los demás que limpien esta basura de casa que tenéis.

Jungkook caminó hacia la salida, pateando una lata por el camino.

- De acuerdo.- Le dijo el chico antes de que cerrara la puerta al salir.- Ah y, su nombre, se llama Ryujin.

Oigo tu corazón || Jungkook Donde viven las historias. Descúbrelo ahora