C a p í t u l o 7

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Cuando Jungkook bajó del autobús se dirigió hacia el centro de la ciudad, a la parte más comercial e industrial, lejos de lo más profundo de los barrios bajos, los suburbios que poca gente se atrevía a atravesar. La zona que él se manejaba y por donde paseaba como si fuera por su casa, donde pasaba la mayor parte del tiempo.

Viendo los lujosos coches aparcados y los empresarios vestidos de traje, hablando por sus caros teléfonos sobre algo importante, le hacía sentirse fuera de lugar. Su ropa informal destacaba entre aquella gente, que le miraba por encima del hombro. Podía notar el contraste de ambos mundos en una sola ciudad.

Entró en uno de los hoteles más grandes y de más nivel de Seúl, preocupando a los botones y a la recepcionista, lo cual no le sorprendió al verse en uno de los enormes espejos que adornaban la estancia. Parecía que en cualquier momento fuera a sacar un arma y cargarse a alguien. Dos hombres enormes que custodiaban la entrada le bloquearon el paso y eso le gustó, significaba que no había perdido su actitud peligrosa y que su presencia era notable donde quiera que fuera.

- ¿Vais a custodiarme hasta mi habitación?- Se rió de ellos, rascándose una ceja.

- Disculpe, ¿me podría decir cuál es su número de habitación?- La recepcionista le miró con una extraña sonrisa falsa y unos modales fingidos, esperando tirarle de allí.

- Por supuesto, señora.- Recalcó la última palabra. Eso la molestó, ya que claramente se veía que solo tenía unos años más que él, y la hizo borrar esa expresión de inmediato.- Es la setecientos veintisiete, la suit Golden Closet, así que deje de ser tan puta y déjeme pasar, hostia.

Apartó a los guardias de su camino con suficiencia, golpeando su hombro al pasar mientras los dejaba atrás, escandalizándose por sus modales. Pasaba de esos idiotas que solo se fijaban en las apariencias de sus clientes.

Subió al ascensor, presionando el botón del último piso, donde se encontraba la suit más lujosa de todo el hotel, por supuesto, él había conseguido la mejor. De hecho la tenía reservada desde hacía unos meses pero nunca había ido, ya que solía quedarse a dormir, las pocas horas que lo hacía, con los demás en el garage. Sin embargo esa mañana había decidido darle uso para tener un poco de privacidad y utilizarla para que su padre no se la quitara si la viera vacía.

Cuando entró se asombró de lo amplia que era, con una luz tenue, había una mesa de billar en la entrada y otra de póquer, más una gran televisión y sillones de cuero en un suelo de madera pulida algo más hundido. Al final unos grandes ventanales estaban tapados por unas pesadas cortinas burdeos, que apartó para contemplar toda la ciudad a sus pies.

En la habitación continua había un baño gigante, con una bañera de mármol blanco clásico y una ducha acristalada reluciente. En la otra sala al lado contrario, estaba la cama, en la cual cabían diez como él. Se tiró de plancha para comprobar si parecía tan cómoda y blandita como se veía y estaba en lo cierto. Comenzó a imaginarse la de cosas que podía hacer allí con una expresión maliciosa.

Se acercó a la mesita de noche, donde estaba el teléfono del hotel. Llamó a recepción y pidió su cena. Nada excéntrico como una langosta o una ensalada elaborada, sino que les ordenó que bajaran a alguna tienda de conveniencia a comprar: ramen instantáneo, papas, barritas de chocolate y mantequilla de cacahuete, helado, refrescos y alcohol.

Al instante, llamaron a su puerta, entrando con un carrito lleno de vajilla cara para servirle comida de lo más barata, que era lo que había pedido. Aquello le hizo reír, se veía tan estúpido...

Mientras cenaba tranquilamente encima de la cama, viendo una serie en la televisión de su cuarto, llamaron al teléfono. Pensó que serían los de recepción pidiendo que pagara la cena y, con la boca llena de fideos, contestó mientras trataba de engullirlos:

- ¡Estoy cenando! Ya pagaré cuando me de la maldita gana.

Iba a colgar cuando escuchó un nombre que le sonaba demasiado familiar como para hacerlo.

- ¿Señor Jeon? Su padre al teléfono, ¿quiere que le pase la llamada?

- ¿Mi padre? Sí, sí, pásemelo.- Se incorporó de repente como si fuera a aparecer delante de él, y tragó todo, aclarando su garganta.

- Hijo, he visto que tu sentido de la responsabilidad sigue siendo el mismo que hace cinco años. Me han informado de que entrasteis en una casa de citas que tenía pintado el dragón en la puerta y destrozasteis el local, a parte de muchas atrocidades más que he tenido que pagar personalmente yo, ¿sabes cuánto han costado tus destrozos?

- No hará falta padre, puedo explicarlo.- Se apresuró él a contestar, poniéndose bien erguido en su sitio al notar el enfado en su voz.- No fui yo, es decir, sí que entré pero los que destrozaron el local fueron...

- Sabes además cuánto dinero y tiempo he gastado en mantener callada a la policía, ¿Jungkook? Mucho. Pero no te preocupes, lo vas a pagar de una manera u otra, al fin y al cabo tú eres el responsable de manejar a los más jóvenes del clan.

- Sí, asumiré las consecuencias. Lo sentimos mucho.- Sus manos comenzaron a sudar, agarrando fuertemente el teléfono pegado a su oreja, esperando lo peor.

- Oh, por supuesto que lo harás. Te lo haré saber dentro de muy poco, aunque tu castigo no será tan grave, he oído que mataste a ese hombre de la casa de citas que intentó estafarnos. Me enorgullece que por fin hagas algo bien, Jungkook, honra en nombre de tu familia, hijo.

Como de costumbre el orgullo de su padre se basaba en las muertes que ejercía sobre otros hombres, siempre había sido así.

Cuando se dio cuenta, al otro lado solo se oía el sonido estático de una llamada terminada. Apartó el teléfono de su cara y tiró lejos las bolsas de comida, ya no tenía más hambre.

Oigo tu corazón || Jungkook Nơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ