C a p í t u l o 29

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La tienda en la que trabajaba jamás había estado tan vacía y solitaria. Todavía era por la tarde y hacía horas que no entraba una sola alma. Solo las extravagantes luces de neón le hacían compañía.

Ryujin se llenó la boca de una gigantesca bola de chicle rosa por aburrimiento y comenzó a hacer pompas que ocupaban la mitad de su cara.

Una revista se resbaló del estante del mostrador al suelo y se agachó para recogerla. Aquello le recordó a una parte de su vida que trataba de olvidar, empezando por el principio, por el robo a la tienda la noche de una caza.

Había cambiado sus turnos nocturnos y ahora solo trabajaba por las mañanas o por las tardes. Su plan seguía siendo el mismo con el que empezó: ahorrar lo suficiente para huir de allí, comenzar de nuevo.

Minseok la recogió cuando su turno acabó a las ocho y media y la llevó de vuelta a casa. Habían quedado para cenar juntos, como lo solían hacer cuando vivían en la misma casa, en la preparatoria. Después vieron una película de miedo y se durmieron en el sofá.

Ryujin se despertó al instante, acordándose de que debía bajar a la lavandería abierta veinticuatro horas para lavar la ropa que tenía acumulada desde hacía días, ya que la suya se había estropeado.

Cerraban los fines de semana, así que debía hacerlo antes de las doce, porque era viernes.

Intentó no despertar a Minseok, que dormía profundamente con la cara enterrada bajo un cojín. Se veía tan gracioso que Ryujin tuvo que contenerse. Le quitó el objeto de encima y le dio un beso en la mejilla antes de marcharse.

Con la cesta de la lavandería entre los brazos y el pelo recogido en un moño deshecho, parecía una loca cruzando a la acera de enfrente.

Deseó que nadie la hubiese visto, pero lo cierto era que todo estaba desierto. Dentro de la tienda solo estaban las lavadoras, que hacían un ruido insoportable.

Metió la ropa en una de ellas y se sentó a esperar con los cascos puestos mientras escuchaba música en su móvil para no dormirse. Pese a eso, sus ojos decaían al sentirse cada vez más pesados, el sueño comenzaba a ser una prioridad que Ryujin no podía obviar.

Una voz familiar le despertó minutos después a sus espaldas, alarmándola.

- ¿Ryujin?

- ¡Estoy despierta!- Gritó sin pensar lo que decía, abriendo mucho los ojos.- No me robes la ropa de la lavadora.

- ¡Ryujin, eres tú!

La figura que le llamó dos veces avanzó hasta colocarse delante de ella. Jun la miraba desde arriba y le saludaba alegremente con la mano.

- ¡Jun!- Le abrazó ella, poniéndose torpemente de pie, todavía adormilada.- ¡¿Qué?! ¿Estás más alto? ¿Cómo puede ser?

- Ha pasado un año y medio, ahora soy mayor de edad.- Lo cierto era que se veía más mayor, ya no tenía el pelo liso sobre la frente, sino retirado hacia atrás.- ¿Qué estás haciendo aquí, tan tarde? No deberías estar aquí.

- ¿Por qué lo dices?

- Olvídate de la ropa, regresa a tu casa y ciérrate con llave.- La empujó hasta la entrada, sin duda, se había vuelto más fuerte.

- Me estás confundiendo, Jun, cálmate. ¿Por qué quieres que me vaya?

- ¡Es viernes, Ryujin! ¡Estamos haciendo una caza ahora mismo! ¿Has visto a alguien andando por las calles? Es peligroso, vete.

- Venga ya, ¿y tú qué estás haciendo aquí, si no es lavar tu ropa?

- Me han retado a una cosa un poco tonta, es mi primera caza, así que es como una iniciación o algo así. Antes solo participaba detrás del ordenador. Pero eso no importa, sal corriendo ya.

Le aguantó la puerta para que se fuera y le dio una pistola para que se pusiera a salvo.

- No, no puedo quedármela, aunque te lo agradezco.- La rechazó con una sonrisa en los labios.- Me alegra volver a verte, eres el chico con más corazón dentro de ese estúpido clan.

- Gracias por perdonarme, Ryujin. Ahora vuelve a tu casa. Ah, y siento haberte dado la noticia de que Jungkook se iba a casar de aquella manera.

- No fue tu culpa. Lo cierto es que no quiero saber nada más de él, ni de vosotros, si puede ser. Quiero vivir una vida normal, dentro de lo que cabe.

- Claro, lo entiendo.- Se rascó Jun la nuca, tratando de averiguar cómo decir sus palabras sin revelar demasiado.- Si sirve de algo, nunca quisimos que te fueras. Y te echamos de menos. Ahora las cosas han cambiado. Deberías irte. No vuelvas otra vez por esta lavandería y no te veré otra vez, ¿de acuerdo?-Sonrió Jun, intentando no poner una cara triste.

Ella quiso seguir hablando con él, preguntarle qué era lo que había cambiado desde que se fue. Pero no quería tener que verse envuelta en más líos.

Le volvió a dar un abrazo rápido antes de irse sin decir nada más. Se sintió pesada y triste a medida que caminaba de vuelta a su apartamento, pensando que jamás volvería a ver al niño que se había convertido en hombre.

Se giró una última vez, forzándose a sonreír como despedida.

- Espero que algún día puedas dejar la delincuencia atrás y te conviertas en un gran informático. Si es así, invítame a un café cuando suceda.

- ¡Cuidado, Ryujin, ahora soy legal!- Le hizo reír y cerró la puerta antes de que fuera demasiado tarde.- Ser informático está bien, pero ser hacker es más divertido.

Oigo tu corazón || Jungkook Where stories live. Discover now