C a p í t u l o 36

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Demasiada información rondaba por la cabeza de Ryujin, que estaba dividida reviviendo el accidente de los disparos, tratando de mejorar y pensando en Jeon Jungkook.

Se sentía culpable de ser la causante de la posible muerte del chico y, aunque no paraba de hablarlo con Hwall, que la visitaba todos los días, no se sentía mejor. Lo bueno era que al menos la animaba jugando a las cartas o viendo la televisión con ella, con lo cual actuaba mejor que cualquier psicólogo que necesitara para superar todo aquello.

También habló con Minseok, que se pasaba casi las veinticuatro horas en su habitación, excepto cuando estaba Hwall. Un día, que ella se temía que llegaría, ambos pelearon y las enfermeras que pasaban tuvieron que separarles. Casi les echaron del hospital.

Ryujin tuvo que hablar seriamente con Minseok, le contó sus sentimientos, lo insegura y asustada que estaba por todo, lo grande que le venía la situación, aunque obvió el detalle de contarle cuál era. Le dijo que ella no le quería como algo más que un mejor amigo, su familia.

Al principio se fue del hospital y no regresó hasta tres semanas después, cuando entendió que ella no estaba enamorada de él y, aun así, se quedó a su lado.

A la quinta semana le dejaron caminar por el hospital para ir a la cafetería o estirar las piernas. La herida ya no le causaba tanto dolor y podía dormir bien, dentro de lo que cabía, por las noches.

Como era de esperar, ella aprovechó la confianza de los médicos para escabullirse hasta la habitación donde Jungkook estaba, unos pisos más arriba.

Tenía miedo, estaba aterrada de ver el estado en el que se encontraba el chico. No pudo evitar pegarse a la puerta de madera y suspirar entrecortadamente antes de asomarse.

La habitación era un poco más grande que la suya, incluso tenía varias plantas y una enorme televisión plana. Lo cierto era que parecía una habitación de hotel, con todos los lujos.

Pero su atención no se centró en esos detalles, su mirada se clavó justo en el cuerpo que yacía tumbado en la cama impecablemente blanca.

Tenía también un gotero conectado al brazo, como ella lo tuvo, y unos tubos transparentes le salían por los orificios de la nariz. La camiseta de pijama de hospital la tenía levantada hasta los pectorales porque tenía el estómago vendado y tapado. Además de varios parches en la frente y los brazos cubriendo heridas superficiales.

Tenía los ojos cerrados y respiraba profundamente dormido. Su tez era tan pálida como la sábana a su lado y sus labios estaban cortados.

Ryujin se derrumbó a sus pies, llorando desconsoladamente por haberle hecho aquello. Era culpa suya. Supo entonces que daría todos los años de vida que le quedaban si él despertase de ese estado crítico. Verle de aquella manera, tan débil cuando había demostrado ser tan fuerte, la rompió por dentro.

Se arrastró hasta su lado y le cogió la mano, disculpándose unas mil veces en susurros hasta que se quedó dormida en el suelo, apoyando la cabeza en el lateral de la cama, sosteniendo su fría mano.

Que Hwall la viera por la mañana en esa posición, a su lado, fue suficiente para convencer a los médicos de que debía quedarse a su lado aunque no le dieran el alta todavía.

Cuando cambió la bata de hospital por ropa normal que su amigo le había comprado, sin que ella tuviera que salir, fue a pasar las veinticuatro horas del día a la habitación de Jungkook, esperando que en algún momento volviera a ver sus redondos ojos oscuros otra vez.

Se pasó los días hablándole como si pudiera escucharle, aunque fuera de cualquier tontería, como lo buena que estaba la comida de la cafetería del hospital comparada con la que le daban cuando se estaba recuperando, o la complicada relación de amistad que había recuperado con Minseok.

Hwall, que se pasaba a visitarle de vez en cuando, le hacía reír para evitarle la carga que llevaba. La relevaba para que descansara o volviera a casa, pero ella se negaba a separarse ni un minuto de su lado. Incluso una tarde trajo consigo una guitarra que, sorprendentemente, sabía tocar muy bien. También traía noticias sobre el clan, que seguía bajo la dictadura de Mark, y de Jun, que sobrevivía como podía mandándole mensajes encriptados.

Pero la cosa se puso mucho peor, cuando le contó que Mark y Evan habían asesinado al padre de Jeon Jungkook.

Oigo tu corazón || Jungkook Where stories live. Discover now