Capítulo 30

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Adeline POV.

Aquel día de febrero cuando pise por primera vez la nueva ciudad en la cual me establecería, me recibió un clima de cuatro grados bajo cero con el cual me identifique un poco, ya que de la misma manera que lentamente la nieve iba cayendo y poco a poco formaba una capa blanca y algodonada en las aceras y el asfalto, de esa misma manera comenzó mi proceso de adaptación.

En marzo la cosa comenzó a cambiar un poco y pase de identificarme con la nieve, a hacerlo con la brisa gélida que se encargaba de pasear frente a todos nosotros. De esa misma manera paseé frente a las personalidades de todas aquellas personas que poco a poco comencé a conocer... o desconocer. Recuerdo lo abrumada que estaba por las nuevas actitudes que definían a Isaac como persona y la relación amor-odio en la que nos vimos envueltos.

Claro, hablando de Isaac, no puedo dejar escapar como aquella noche de abril no solo el clima, sino también mi temperatura corporal aumento de sopetón al sentir por primera vez luego de 3653 días de ambos conocernos, la opresión fuerte y húmeda de sus labios sobre los míos...

Luego de tanto invierno, esa noche sí que hizo calor.

El estallido final fue aquella mañana de mayo cuando tuve a Allie frente a mí dándome respuestas a todas las preguntas que rondaban mi mente desde hacía muchísimo tiempo atrás. 

Recuerdo el clima cálido de ese día, recuerdo esos diecinueve grados que se propagaban por todo el ambiente.

Lo recuerdo con claridad... Y lo hago porque desde ese día, ya no hubo calidez...

Ahora el ambiente estaba caluroso y mi cuerpo, gracias a los dedicados besos de Isaac, también.

Las calles de la ciudad adornadas con sus casas victorianas, clásicas y góticas eran un escenario digno de admirar. Los rayos del sol iluminaban todo de la manera exacta para hacer de esa, una vista particular y exquisita, la cual pasaba a mi lado tan rápido que con solo un pestañeo perdía una buena dosis de ese escenario.

Un semáforo en rojo fue el causante de que Soph, que iba al volante, detuviese el auto.

—Entonces... ¿A su residencia o al apartamento? —Pregunto la pelinegra la cual mantuvo su mano derecha en el volante y con la mano izquierda acomodó sus lentes de sol y los posicionó sobre su cabeza haciendo con él una especie de cintillo que despejaba su cara de su cabello lacio.

— ¡Apartamento! —Exclamó Maddie desde el puesto copiloto mientras tecleaba algo en su teléfono con sus largas y perfectamente pintadas con un esmalte color negro.

—Si nos podemos quedar a dormir, entonces a su apartamento.

Me voltee a morir a Rose y proteste por su respuesta.

— ¿En serio has dicho esa mierda? —Negué con mi cabeza— A estas alturas ya deberían saber ambas que nuestro apartamento está disponible para ustedes siempre que lo deseen. Somos amigas, se supone que lo compartimos todo.

— ¡No, no, no! —Replicó Soph mientras ponía en marcha nuevamente el auto— Lo siento Adeline, pero créeme que ni siquiera contigo me gustaría compartir a Ralph.

Y todas estallamos en risas.

Si algo he aprendido en mis veinte años de edad, es que las situaciones difíciles de la vida hacen que las personas sean felices con los pequeños detalles.

Hoy lo confirmaba, y un pequeño detalle cómo ir en un carro, con mis amigas y reír juntas, era suficiente para ser feliz.

***

Las promesas de Isaac Collins.Where stories live. Discover now