Prólogo

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Hera

-Mamá no pienso quedarme aquí para el resto de mi vida, esta casa es demasiado grande para mí, necesito algo más pequeño y sobre todo necesito estudiar, no voy a ser una mantenida para toda mi vida.

-¿Por qué no?

¿Era esta mujer mi madre? Santa María dame paciencia.

-Mamá, no vivimos en el siglo XIX, vivimos en el XXI y ahora las mujeres viven y trabajan por su cuenta.- Mi madre suspiró. -Coño que no voy a ser una mantenida, no me da la gana.

-Jovencita esa boca.- Rodé mis ojos.

Mi madre podría ser la mujer más cabezota del planeta y decirme que papá era el que iba a trabajar por las dos. Bueno mi padre era un maldito millonario que no tenía ni que trabajar, pero iba de igual forma, esto no es lo que quería decir. Mi madre no quería que siguiera estudiando, pero en el fondo sabía que debía hacerlo.

Desde pequeña a mi madre le dijeron que no tenía que trabajar ni estudiar, que todo lo haría su marido. Gracias a Dios que mi padre no era el típico millonario de mierda y quería a mi madre por lo que era y no por lo que aparentaba. Aunque no lo parezca mi madre es lista y a la vez una terca.

-Está bien, pero te llevarás a Kayce contigo.-Sonreí.

-Te quiero mamá.- Me tiré a sus brazos baboseando su cara. -Ah y no te preocupes, ya tenemos piso.

Salí corriendo antes de que me tirase el zapato.

Iban a ser cuatro emocionantes años en la universidad.

O eso era lo que yo creía.

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