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HERA

—Estate quieta pedazo de imbécil.— Que amable ella.

—Me estás haciendo daño, guarra.— Que amable yo.

Ella volvió a tirarme del pelo sin compasión alguna.

—Si dejaras de moverte mientras miras tu mierda móvil.

Abrace el móvil sintiéndome más que ofendida.

—Eh, con Gil no te metas.— Si, mi móvil tenía nombre.

—Dile a Gil que va a morir como siga distrayendo a mi mejor amiga.— Volvió a tirarme del pelo una vez más.

Yo gruñí por lo bajo.

—Vuelve a tirar de mi pelo rubio ondulado y te cruzó los ovarios.— Puso una cara de dolor, pero la ignore.

—Deja el móvil y terminó rápido.

Le hice caso, estaba harta de que me estuviera tirando del pelo cada dos segundos, mi pelo sufría más que mi alma. Me arrepentía de haberle pedido que me arreglará para la fiesta de Steve, pero quería estar guapa. Quería sentirme especial. Creo que fue una mala idea darle una plancha y un peine a mi mejor amiga.

—Serás leche, ni si quiera me movido.— Me quejé cuando está tía me volvió a tirar del pelo, la iba a matar.

—Uy perdón, se me pasó la mano.— Me sacó la lengua enfrente del espejo y yo el dedo corazón.

Nuestra relación era la mejor, no había día en el cual no nos insultamos y a los dos segundos nos amábamos de nuevo, era una relación tóxica entre mejores amigas. Kayce era la zorra que siempre intentaba ponerme trenzas y maquillaje para ser más femenina y yo era la tía que se quitaba las trenzas y el maquillaje y le daba de hostias a Kayce por eso. Pues para ser femenina no hacía falta ponerse esas mierdas.

No lo necesitaba.

—Bueno ya, que estoy oliendo a quemado.—Dije separandome de ella.

—Serán tus dos neuronas que por fin te han abandonado.

Quería hacer sumo con ella y rugirle en la cara mientras le besaba las tetas de mierda que tenía.

—Si, será eso. — Me miré en el espejo y estaba bien, estaba guapa, le agradece por no haberme maquillado como Gina, la guarra de la facultad.

—Estás hermosa.— Me sonrió como si fuera una niña de 6 años y yo su primera Hello Kitty.

—Lo sé.— Le sonreí de vuelta, pero a lo engreída.

—Pedazo de...— La abracé.

—Ay, yo también te amo.

—Y yo.

Ven, relación tóxica. Tal para cual.

—Pero mueve tu culo gordo que llegamos tarde a la fiesta.— Dijo estrujando mi culo con sus manos.

—No toques, ¿porqué tocas? — Golpeé su mano en forma de molestia.

—Después de esta noche te vas a llevar la paliza de tu vida.

—Venga chula, en la puerta te espero.

Nos desafiamos con las miradas y a los segundos nos estábamos riendo. Siempre hacíamos estas tonterías.

—Somos idiotas.

—Rubias teníamos que ser.— Volvíamos a reírnos.

Nunca entendí lo de que las rubias eran tontas, no lo entendí jamás porque yo nací rubia, al igual que la idiota de mi mejor amiga y jamás había sacado notas bajas y ella menos, bueno, en educación física si, ella era una vaga. Por no decir que nos gustaba estudiar.

Dragon © Where stories live. Discover now