3. Calentamiento

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Dazai puso la radio. Estaban echando publicidad. Intentó varias emisoras y fue Chuuya quien le instó a dejarle buscar a él con una suave palmada.

-Tú vigila el tráfico.

No lo dijo, como en él era habitual, con malhumor, sino muy relajado, y Dazai puso observar una sonrisa tranquila en su rostro. La rojez en sus ojos por las lágrimas había casi desaparecido.

-Nada de heavy-metal -le advirtió Dazai en guasa pero totalmente en serio en el fondo.

-No, no, y con letras de suicidios tampoco -añadió en tono ligero Chuuya. Encontró una emisora con música dance y los dos estuvieron de acuerdo, alzando los pulgares.

Los largos y delgados dedos enguantados de Chuuya seguían el ritmo golpeando el salpicadero y Dazai sentía un calor muy agradable en el pecho al ver al otro feliz y relajado.

Era un sentimiento que se la había presentado a Dazai en muy raras ocasiones.

¿Era satisfacción por haber enmendado un error?

Apenas una hora antes, tras un poco de sexo matutino en la cama y otra vez en la ducha con aquella morena con la que había dormido, había consultado el contestador de su móvil esperando, con una sonrisa de anticipación por lo que se iba a divertir, que el mensaje que le había dejado Chuuya, hacía escasos cinco minutos, fuera de don gruñón malaleches. La risa se le congeló a Dazai cuando se encontró con un Chuuya roto.

El ajuste de cuentas encargado por Mori, no había tenido otra finalidad que darle una advertencia a Dazai al herir el ego de Chuuya.

Dazai no tenía ego, no era humano, pero Chuuya daba su alma en cada cosa que hacía en la vida. Fallarle a Mori, que hubiese dudado su jefe su capacidad de líder, le había mermado toda su confianza.

Chuuya le tenía a él como ejemplo a seguir, algo que nunca el pelirrojo podría ser, pues Chuuya tenía en su corazón de mafioso luz de bondad. El de Mori estaba solo habitado por tinieblas. Una oscuridad igual a la de Dazai.

Así que, si no quería que Mori volviese a hacer el daño a Chuuya que él, Dazai, no podía sentir, tenía que aceptar seguir el plan de entrenamiento.

Continuaba sin tener ningunas ganas de empezar a hacer gimnasia pero había algo que le motivaba realmente a aceptar a Chuuya como Personal Trainer. En su mensaje, entre lloros y gimoteos, le había dicho que estaba seguro que le iba a impresionar con el plan de entrenamiento que le había preparado. Y eso había picado lo único que a veces le recordaba a Dazai que estaba vivo: la curiosidad.

Había escuchado el mensaje del contestador diez veces.

Tres veces, mientras se ponía la ropa, tras mandarle el mensaje a Chuuya para mostrarle su apoyo. Dos veces tras despedirse de la chica sin probar sus panqueques y bloquear su número tras abandonar su casa. Cuatro veces mientras iba hacia la sede de la Port Mafia en el auto del trabajo que había usado para ir a su escarceo. Una más mientras esperaba a Chuuya en el garaje.

Se sabía de memoria cuando intentaba, mientras gritaba el mensaje, no hablar como un adolescente dominado por las hormonas.

¿Realmente Chuuya sabría transmitirle cuánto amaba él el ejercicio físico o sería presa fácil, como inexperto entrenador personal, de sus burlas humillantes? Una cosa tenía clara: solo le iba a dar la oportunidad de demostrar su valía en la primera clase. O le convencía para repetir o adiós. Tampoco se lo iba a advertir. Chuuya le conocía bastante bien para saber que se jugaba el todo por el todo en la primera clase.

Llegaron al garaje de la central de la Port Mafia y, Chuuya seguía sin perder su buen humor. A Dazai le resultaba un poco incómodo ese estado inusual de Chuuya. En su lengua se formaron, sin pretenderlo realmente, palabras que sabrían molestarían al pelirrojo nada más decirlas. No podía evitar comportarse así. No le dio tiempo.

Chuuya, Personal Trainer. ( Completada )Soukoku. Bungou Stray Dogs.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora