Chuuya, Personal Trainer. ( Completada )Soukoku. Bungou Stray Dogs.

25 Love-hotel (Parte 3)

Dedicado con todo mi amor a quien me acompaña cada día en mi rumbo por la vida. Feliz cumpleaños.

En la habitación 314 del love-hotel Chateau Chambery, la cama yacía coja del lado derecho con la ropa de cama y las almohadas desperdigadas por su superficie y, en mitad de ese caos, tres envoltorios abiertos de condones.

El sofá tampoco presentaba mejor aspecto, con otro de los envases de los preservativos abierto junto a la champanera con una botella de vino medio llena en su interior y unas colillas en el cenicero de al lado.

El silencio del dormitorio actual era interrumpido por las risas provenientes del cuarto de baño continuo.

En el yacuzzi dos chicos, sentados uno delante del otro, hablaban entre risas, soltaban carcajadas, se daban pequeños picos en los labios, a veces besos más profundos o se abrazaban mirándose a los ojos. De cuando en cuando recogían la copa de vino de cada uno del borde de la inmensa bañera enorme y le daban un sorbo. Era ambos muy felices.

Chuuya estando viviendo no solo la realización de un deseo sino de un sueño que siempre había considerado imposible de que se volviese real al compartir aquella intimidad con el hombre que desde que le había conocido a los quince años había magnetizado toda su vida alrededor de él.

Chuuya había imaginado que el sexo con Dazai debía ser una experiencia intensa ya que solo con aquellas miradas oscuras le había puesto siempre la piel de gallina. Su mente también había fantaseado en que fuera un excelente amante, siendo esta la explicación más lógica a la corte de chicas que le perseguían tras haber pasado una noche con él. Todo esto había resultado ser cierto pero de una forma muy diferente como había pensado en un principio.

Dazai no era un amante frío y egoísta dotado de una gran experiencia que hacía disfrutar a su pareja de un placer sexual bien conseguido. Por lo contrario, era un amante tierno, considerado y muy afectuoso. Donde Chuuya quería acción, determinación y rapidez, Dazai aderezaba ese camino hacia el éxtasis con besos suaves, caricias dedicadas, y miradas cálidas.

Como ese instante tan bello que compartían, con las piernas enlazadas en el yacuzzi, tras haber vuelto a practicar el sexo, solo estando sin más, disfrutando de la compañía del otro.

Daba igual que hubiese sido él quien había cedido porque Dazai había cumplido cada una de sus peticiones, de sus deseos, siendo, sin ninguna duda, el amante más solicito que había tenido nunca.

Para Dazai aquella sensación de bienestar era algo nuevo pues durante la mayor parte de su vida solo el desencanto, la angustia y la desesperación porque a cada día le siguiese otro igual de vacío, le habían hecho buscar una salida: la muerte. Pero esta le rehuía.

Entonces apareció Chuuya, ese irascible, salvaje y mal hablado pandillero que era capaz de distraerlo de su negrura interior en esas ocasiones en las que se olvidaba de su infierno personal cuando le molestaba, se retaban o se peleaban.

Lo que nunca llegó a imaginar es que con él iba a convertirse el sexo en algo más que algo físico para descargarse. Con las chicas de usar y tirar solo buscaba su propio placer y su ego crecía cuando las veía jadear y pedir más. Con Chuuya había perseguido satisfacerle, se había sentido genial con cada suspiro, con cada mirada llena de placer, y su corazón se había disparado con un calor envolvente cada vez que le llamaba "Osamu".

En su alma escondida, Dazai reconocía esa sensación de bienestar como felicidad, algo extraño y que él no merecía sentir, pero ahí estaba. Feliz de estar piel contra piel con Chuuya, de que el agua con burbujas les envolviese, de notar su adormecimiento por todo el sexo practicado, de no importarle ya que el cuerpo de Chuuya tuviese los mismos elementos que el suyo. Tampoco era ya relevante que él hubiese sido todas las cinco veces el activo pues el dominante había sido Chuuya y en ese equilibrio estaba la belleza del sexo.