13. Agujetas del corazón

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Aquella noche Chuuya durmió en paz, con una relajación tal que nada lo estorbó en las casi ocho horas que estuvo soñando rememorando recuerdos de fiestas de verano con fuegos artificiales. De hecho, cuando una musiquilla le despertó, en sus labios se dibujaba una sonrisa de felicidad.

Le costó un poco reconocer que era su móvil.

Frotándose los ojos con la mano derecha lo buscó a tientas con la izquierda, por encima de la mesilla de noche y cuando al fin lo alcanzó, el tono había parado.

Mejor, pensó para él y volvió a intentar dormir, pero volvió a sonar de nuevo.

Ya más despabilado miró quien podría ser quien le llamase a las...¡eran las siete de la mañana y él había puesto el despertador a las 10h! Pero su sonrisa volvió cuando vio el nombre de " Caballa" como origen de la llamada entrante.

Los recuerdos del día anterior volvieron de golpe y Chuuya notó como su corazón se aceleraba al descolgar:

-¿Dazai? -intentó que su voz sonase lo más neutra posible, no quería que el otro notase su gozo al ser la voz de él lo primero que oyese nada más despertar.

-¡Chuuuuuuyaaaaa! -aquello era un lamento, un lloro y una llamada de auxilio sirviendo de entonación lastimosa a su nombre.

El pelirrojo se incorporó en su cama como si fuese un muelle.

-¿Qué demonios te pasa? -y no ocultó para nada su miedo a que le estuviese sucediendo algo grave al otro.

-¿Por qué no contestas a mis mensajes? -Chuuya podía haber jurado que el otro casi lloraba al otro lado de la línea.

-¿Mensajes? - repitió, y con curiosidad miró la aplicación de mensajería: 58 mensajes.

-¡Me estoy muriendo de dolor, siento como si me partiera cuando intento doblarme!

Dos segundos tardó en entender Chuuya de qué le estaba hablando Dazai.

Soltó una carcajada que le nació de la punta de los pies y recorrió todo su cuerpo y su alma antes de dejarla salir por la boca.

-¡Ay, Dazai, tienes agujetas!

-¡No te rías de mí! ¡No soporto el dolor y esto es horripilante!

Chuuya no podía parar de reír con el teléfono pegado a la oreja.

Le vinieron a la cabeza varios remedios caseros para aliviar el dolor, lo más sencillo era un vaso de agua fría con azúcar y limón, pero justo cuando se lo iba a proponer, la plañidera quejosa al otro lado de la línea añadió con un gemido de pena:

-¿No eres tú mi Personal Trainer? ¿Cómo no has evitado que esto me pasase?

Chuuya sintió enseguida el aguijón de saber que había cometido un fallo. Era cierto. Debía y podía haber evitado que Dazai se despertase con esos dolores, que Chuuya no dudaba, eran muy incómodos.

A punto estuvo de disculparse cuando se dio cuenta, justo a tiempo, que debía hacer justo lo contrario.

Se esforzó en borrar la sonrisa de su cara y levantó el tono para recriminarle muy serio:

-¿Eres una niñita o qué? Lloriqueando por unas agujetas cual bebé quejoso. Esas debilidades no las tolero yo en alguien que entreno. Toma un vaso de agua, échale azúcar y bébetelo y aguanta, demuéstrame tu valía. Ya te dije que para conseguir resultados tenías que sufrir, eso es solo una pequeña muestra de lo que te viene encima, Osito Quasi. Todas las mañanas vas a despertarte con esas secuelas fruto de que has entrenado bien, y si un día no tienes dolor, te haré entrenar el doble. ¿Entendido? No quiero más lloriqueos ni quejas y, sin excusas, a las 19h te quiero ya en la bicicleta elíptica pedaleando.

Chuuya, Personal Trainer. ( Completada )Soukoku. Bungou Stray Dogs.Where stories live. Discover now