Capítulo 3: Sucio secretito

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—Esta noche estás diciendo muchas tonterías. Primero me acusas de estar con otra persona, y luego me dices que yo te veo como un objeto sexual... —sacudió la cabeza para despejarse—. Es una locura, Perrie. Yo no me avergüenzo de ti.—

—Pero no quieres que nadie sepa que estás conmigo.—

—Es por tu bien —maldijo de nuevo mientras se pasaba los dedos por el pelo—. Sabes lo impertinentes que pueden ser los paparazzis. En cuanto se enteren de mi relación contigo, te vigilarán sin descanso. No podrías ni entrar en un servicio sin tener a un paparazzi en el servicio de al lado, listo para tomarte una foto.—

—No sería para tanto; yo no tengo interés para ellos.—

—Pero yo sí. Yo soy la hija de una de las pocas parejas reales de la historia que se ha divorciado. En mi matrimonio, no tenía intimidad. Jed tenía que viajar a todas partes con guardaespaldas, no sólo por su seguridad personal, sino para protegerse de los paparazzis. Ya te lo he contado.—

Perrie no dijo nada. La lógica le decía que estaba diciendo la verdad, pero no era capaz de reconocerlo. Y aunque en su fuero interno supiera que ella quería mantener su relación en secreto porque la valoraba mucho, el corazón le decía que una relación secreta no tenía valor.

Su modo de bailar y de agarrar aquel rubio le daba a entender que en ese preciso momento había valorado a ese desconocido. Jade suspiró.

—Adopté esta fachada de playgirl después de la muerte de Jed para protegerme a mí misma y a la persona con la que verdaderamente quisiera estar. Ya lo sabes porque lo hemos hablado antes.—

Perrie lo sabía, era cierto. Incluso lo había visto como algo muy personal que tenían en común. Después de todo, ¿acaso no iba ella de coqueta para en parte preservar su intimidad? Cuando Jade le había explicado su obligada fama de playgirl, Perrie se había identificado con ella.

La foto se burlaba del amor que ella había descubierto que sentía por Jade. El amor no tenía por qué ser así, ni tenía por qué doler tanto; tenía que embellecer la vida, hacer que el enamorado se sintiera poderoso gracias a ese amor. Pero ella sólo sentía una inseguridad horrible.

—¿Con cuántas personas has querido estar en serio desde Jed? —le preguntó ella, irritada y dolida, e incapaz de contener la desagradable pregunta.

—Eso no es asunto tuyo.—

—Parece que nada de tu vida es asunto mío.—

—Eso no es verdad.—

—Pero si no compartes nada conmigo...—

—Eso es mentira —dijo Jade con rabia, como si quisiera zarandearla—. Paso más tiempo contigo que con ninguna otra persona. ¿Acaso no he trabajado jornadas de veinte horas para poder tomar un vuelo y venir a verte después de la fiesta, en lugar de volver a nuestra oficina de transporte marítimo de Hong Kong?— Jade se frotó los ojos. Tenía la cara demacrada y estaba visiblemente decepcionada. —Pasamos juntas casi todas las noches, y no sólo nos acostamos. Hemos ido al teatro, a cenar fuera; hemos hecho rompecabezas juntas porque a ti te gusta hacerlos y también me has enseñado juegos de cartas americanos que yo no conocía. La única parte que no comparto contigo es la parte pública. Siempre entendí que era algo que no te apetecía. ¿Acaso me equivoqué? ¿Quieres que se te conozca como a la última amante de la princesa Thirlwall?— Su sarcasmo ni siquiera la afectó.

—Si eso significa que no te voy a ver en foto pegada a otras personas, entonces sí.— La castaña negó con la cabeza.

—Estábamos bailando; eso es todo. Para mí no significa nada; debes saberlo.—

—Pues parecía como si hubieran estado a punto de largarse de la fiesta en busca de un sitio más íntimo donde seguir bailando.—

—Estás celosa —negó con la cabeza—. No hay necesidad.—

—¡Estoy dolida!—

—Sólo porque no confías en mí.—

—¿Y cómo puedo confiar en ti?—

—Te dije que mientras estuviéramos juntas nuestra relación sería exclusiva. Te di mi palabra. Hace un año que nos conocemos, y llevamos la mitad de ese tiempo acostándonos juntas. ¿Alguna vez he roto mi promesa?—

—No me gusta ser tu sucio secretito.—

—Lo que nosotras compartimos no es sucio, y llevamos lo nuestro en secreto porque nuestra relación es tan especial para mí que no quiero perderla —dijo con los dientes apretados.

Perrie desvió la mirada, negándose a comentar, y el silencio se prolongó entre las dos. Perrie notó que Jade se movía, pero de todos modos se sorprendió al sentir que le retiraba el pelo de la sien y le agarraba de la barbilla. Entonces giró su cara hacia ella con suavidad.

—Siento mucho que esa foto te haya hecho daño.—

Ella sabía que para Jade eso era rebajarse mucho. Jade no había querido discutir, y acababa de disculparse.

¿Pero de qué valía disculparse si no le aseguraba que aquello no volvería a ocurrir? Le había dolido ver la foto. Y mucho. Incluso en ese momento le parecía como si le estuvieran arrancando el corazón de cuajo.

—Dime una cosa nada más —dijo la rubia—. ¿Cómo te sentirías si fuera al contrario, y me vieras coqueteando con otras personas?—

—Para que nuestra relación sea secreta, tengo que actuar con naturalidad en eventos públicos. No sería natural por mi parte ignorar a un montón de hombres y mujeres. Todo el mundo empezaría a especular, y los paparazis enseguida empezarían a indagar para buscar mi relación sentimental secreta, a asumir cosas sobre mis gustos sexuales, o algo aún peor.—

—No has respondido a mi pregunta.—

Jade era una experta a la hora de cambiar de tema, lo cual hacía de ella un contrincante temible en el mundo de los negocios. Pero después de seis meses de relación y de un año trabajando para ella, Perrie ya conocía la mayor parte de sus técnicas y no se podía dejar manipular por ninguna de ellas.

—Es toda la respuesta que necesitas. No se trata de ojo por ojo. Mi comportamiento fue necesario.—

—¿Y si yo me comportara de modo similar por necesidad, eso no te molestaría?—

—Es algo que a ti no puede surgirte.—

—¿Estás segura de eso? —Perrie hizo una pausa, dejando que la pregunta le sacudiera un poco la arrogancia—. El que no sea un personaje de interés para los columnistas de la prensa rosa no significa que nunca coquetee con otros hombres.—

—¿Y lo haces? —le preguntó con una indulgencia que dejaba bien claro lo poco que le preocupaba esa posibilidad.

—No lo he hecho porque me consideraba comprometida en cierta manera; ahora veo que he hecho mal en pensar así.—


***Los leo mis bebés, recomienden el fic. 

El secreto de la princesa|| Jerrie ✔️Where stories live. Discover now