Capítulo 14: Citas dobles

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—Me alegra que no esperes que tus empleados se ciñan a ese principio —dijo Alex, sonriendo a Perrie.

Jesy y su acompañante se identificaron también con las palabras de Alex, y Jade se limitó a encogerse de hombros. Pero Perrie percibió la dureza de su mirada al mirar al hombre a su lado.

Pero no podía dejar pasar la oportunidad sin decir nada.

—¿Entonces nunca sales con tus empleados? —le preguntó, temblándole un poco la voz.

—Mi vida privada está al margen del trabajo —dijo, por decir algo.

—En Naviera Thirlwall no hay hombres lo suficientemente elegantes para la princesa —dijo Jesy con frescura—. En las fotos he visto los hombres y mujeres con los que sale. La mayoría parecen o son modelos. Y quien se case con la princesa será un princípe, ¿no? La señorita Maggie sí que encajará bien —miró a la preciosa prometida del príncipe Karl—. Pero no creo que en Naviera Thirlwall haya mujeres tan bellas y elegantes u hombres tan guapos y formales.— Maggie Thomson emitió un sonido de protesta, y el príncipe Karl le sonrió.

—Ya te he dicho que eres la pareja perfecta para mí.— Jesy los miraba con aire soñador.

—¡Qué romántico!—

—Mucho —comentó Perrie, que no se sentía nada romántica en ese momento—. Seguro que si Jade saliera con una modelo o una mujer tan preciosa como la futura princesa, no se preocuparía tanto de su vida privada.—

Las palabras de Perrie encerraban un mensaje destinado sólo a ella; pero fue después de pronunciarlas cuando se dio cuenta de que lo había llamado por su nombre de pila, cuando debería haberle llamado por lo menos signora Thirlwall.

No supo decir si su gesto hosco se debía a la metedura de pata o a lo que había dicho.

—Estás de broma, ¿no? —soltó Jesy de pronto—. La foto en la que sale bailando con aquel rubio en la fiesta de cumpleaños de su padre no tiene nada de secreta. Oh là là... menuda parejita —meneó las cejas dramáticamente, consiguiendo que todos se echaran a reír.

—Ésa sólo fue una de las preciosidades con las que bailó esa noche —comentó Maggie Thompson con una sonrisa—. No me importa reconocer que en el fondo yo me alegré de que estuviera allí para que dejaran un poco tranquilo a Karl.—

—Me gusta ayudar a los demás —dijo Jade forzando una sonrisa.

Perrie dudó de que ningún otro se hubiera dado cuenta. Por su parte, ella tampoco estaba para bromas. Ladeó ligeramente la cabeza y se fijó en su hermano. Los dos se parecían mucho; con el mismo color de ojos. Jade era un poco más morena de piel, pero ambos tenían el pelo muy parecido y con los mismos destellos claros. El aire de confianza y seguridad en sí mismos era similar en los dos hermanos.

—Dígame una cosa, príncipe Karl, si no le importa —se atrevió a decir Perrie.

El príncipe rodeó la cintura de su prometida y le sonrió a ella.

—¿Qué cosa es?—

—¿Cómo consigue equilibrar sus deberes como príncipe con su vida personal? ¿Por ejemplo, podría bailar con otra persona, como hizo su hermana, a la vez que intenta cortejar a su prometida e intenta convencerla de que la quiere?—

—Ah, pero debes recordar que mi hermana es lo bastante lista como para no haberle dicho eso a ninguna, así que la pregunta no tiene sentido. Ella se las apaña bien con sus relaciones. Pero si quieres que te diga la verdad, debes saber que Maggie me aplastaría la cabeza si bailara con otra mujer como bailó mi hermana en la fiesta de nuestro padre. Y con toda la razón. La verdad es que le tengo mucha estima a mi cabeza y quiero que siga de una pieza.—

Todos se echaron a reír, aunque Perrie se quedó helada pensando en las palabras de Karl. Jade no había disimulado con esas personas, sino que se lo había pasado en grande, tanteando el terreno. Tal vez incluso buscándole una sustituta.

Tal vez no se acostara con ninguna, pero de todos modos le dolió. Miró a Jade a los ojos y supo que ella vio su dolor allí reflejado.

De pronto Jade maldijo entre dientes, sorprendiendo a todos los que estaban allí.

—¿Qué pasa? —le preguntó Karl, sorprendido.

—Yo no bailé como un maldito gigoló.—

—Yo no he dicho eso. Sólo que te lo pasaste bien, como soltera que eres, y que te divertiste bailando con una y con otro. Yo, sin embargo, me alegro de estar comprometido —añadió, mirando a Maggie de un modo que disipó cualquier duda que pudiera haber.

Perrie tenía tantas ganas de echarse a llorar que le ardían los ojos, y aspiró hondo para no quedar en ridículo. Por su parte, Jade parecía a punto de estallar. Sin embargo, Perrie no entendió por qué, ya que su hermano tampoco había dicho nada que no fuera verdad.

Jesy suspiró con gesto soñador.

—¡Qué tierno!— Su acompañante sonrió.

—Yo puedo ser igual de tierno, ¿acaso lo dudas?— Ella se echó a reír.

—Pues claro que no. Si no, no habría salido contigo.—

—Es preferible que los dejemos cenar —dijo Perrie, sin mirar a Jade a los ojos.

Quería que volvieran a su mesa, y poco le importaba quedar mal. No sabía cómo iba a soportar el resto de la cena; pero ya se las apañaría. No pensaba hacer el ridículo en público por una relación sobre la que nadie salvo Jade sabía nada.

—Nosotros tampoco los estamos dejando cenar —dijo Norma Badwi.

Jade y los demás siguieron a Giuseppe, que se acercó para terminar de acompañarlos a la mesa; pero la que había sido reina se paró un momento al lado de Perrie y puso su mano sobre su hombro.

—Ha sido un placer conocerte; conoceros a todos.— Perrie miró a la mujer y tragó saliva para disimular su angustia.

—Gracias —respondió—. También ha sido un placer conocerla.—

Sus compañeros dijeron más o menos lo mismo.

Norma negó con la cabeza, como si la preocupara algo.

—Tal vez volvamos a vernos.—

—Lo dudo mucho.—

La mujer ladeó la cabeza y miró a Perrie un buen rato.

—Quién sabe... —añadió enigmáticamente antes de continuar su camino hacia la mesa.

—Qué encuentro tan extraño, ¿no? ¿No crees que la jefa estaba un poco rara? —dijo Jesy cuando se marchó Norma.

—A mí me parece que estaba como siempre.—

—Pensé que me daba algo cuando le has llamado Jade, y encima delante de su familia —Jesy se estremeció—. Me alegro de que no esté tan obsesionada con el protocolo como lo están algunos italianos.—

—Ella nunca despediría a una empleada por ese tipo de cosas —comentó Alex.

Entonces Alex y el acompañante de Jesy se pasaron diez minutos hablando maravillas de Jade, y de lo mucho que admiraban el que no utilizara su estatus real para dirigir la empresa.

Perrie escuchó la conversación durante el resto de la velada, pero sólo participó cuando le preguntaban algo directamente.

La mesa de Jade estaba más o menos enfrente de la suya. Perrie intentó no mirarle, pero hubo un momento en que inevitablemente se miraron a los ojos. Sin embargo, ella desvió la mirada antes de que lo hiciera Jade. Ya había sufrido bastante rechazo esa noche por parte de Jade.



XOXO

El secreto de la princesa|| Jerrie ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora