Capítulo 19: ¡Sorpresa, sorpresa!

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Perrie luchó por ahuyentar sus pensamientos de dolor y por aguantar la sensación de náusea que no dejó de importunarla mientras presentaba su informe sobre el proyecto Córdoba en una sala llena de directivos de ventas y marketing.

Estaba a media presentación cuando alguien abrió la cafetera cerca de ella y percibió el aroma intenso del café.

De pronto, se le encogió el estómago y tuvo que taparse la boca e irse corriendo al baño.

Después de lavarse las manos y enjuagarse la boca, salió al vestíbulo que había delante del baño de señoras. Allí la esperaba la directora de marketing, una elegante mujer de unos cincuenta años y cálidos ojos marrones.

—Deberías sentarte un rato antes de volver a la mesa.—

—Pero la presentación...—

—Le he pedido a Alex que la termine por ti. Tus apuntes son claros, además él ha trabajado contigo en el proyecto; así que todo está arreglado.—

—Pero te lo estás perdiendo.—

—Ya lo veré después; quería estar segura de que estabas bien. A mí me pasó lo mismo; a ti parece que hoy te ha pillado de sorpresa.—

—¿También has tenido la gripe?— La mujer se echó a reír.

—Esta clase de gripe no... hace veinticinco años que no.—

—¿Cómo que esta clase de gripe?—

—¿No lo sabes? —le preguntó la directora con una sonrisa.

De pronto Perrie cayó en la cuenta. Hacía seis semanas que no tenía la regla, y ella era muy regular.

—No es posible...— Ella sabía que era imposible, no no sólo no podía ser ni como seguro muy seguramente estaba enferma.

—¿Estás segura?—

—Es obvio que ella no puede dejarme embarazada —dijo, medio aturdida; y al darse cuenta de lo que había dicho se tapó la boca de nuevo.

—¿Es una ella? Vaya Perrie no pensé que te gustaran las chicas, entonces quizá no sé hayas pescado una enfermedad—la mujer sacudió la cabeza—. Las chicas de hoy en día...—

—No entiendo realmente lo que esta pasando, pero sé que sea lo que sea estará bien.—

Lo dudaba. Jade no quería tener algo en serio con ella. Jade era una mujer responsable, y ella sabía que no se arredraría, pero le había dejado claro que no quería formar una familia con ella. Sonrió débilmente para disimular delante de la otra.

—Gracias por venir a ver cómo estaba.—

—No te preocupes; pero yo en tu lugar me alejaría de las cafeteras.—Perrie se estremeció.

—Es lo que pienso hacer.—

Jade se acercó a la puerta que comunicaba su despacho con el de su secretaria cuando oyó el nombre de Perrie.

—Y salió de la sala tan deprisa que creí que no le daba tiempo a abrir la puerta —estaba diciendo una de las de marketing.

—¿Y la directora de marketing la siguió?—

—Así es.—

—Espero que esté bien. Perrie es un cielo y trabaja muy bien.—

—Bueno, yo creo que está bien; pero no me parece que sea una enfermedad que se le vaya a pasar enseguida, no sé si me entiendes.—

—¿Qué quieres decir? —preguntó su secretaria.

—Bueno, yo me acuerdo que el olor del café me daba mucho asco cuando me quedé embarazada de mi primera hija. A Perrie le ha pasado justo lo mismo. Estaba bien, y de pronto...—

—¿Crees que Perrie está embarazada? Pero si no sale con nadie...—

—Sólo hace falta una noche.— Jade se sintió helada.

—No me parece de las que se van por ahí una noche con un desconocido.— La mujer de marketing se encogió de hombros.

—Tal vez tengas razón, pero ahora mismo está en su despacho, totalmente recuperada. Si eso no son las náuseas del embarazo, entonces no sé lo que es.—

Jade retrocedió y se dejó caer en un sillón. ¿Perrie embarazada? No podía ser. Y si, ¿si? ¿de quién?. Aturdida, se acordó de lo que le había dicho Perrie la noche antes y ¿si ella y Alex?.

La mujer de marketing debía de haberse equivocado.

Descolgó el teléfono.

—Sí, signora Thirlwall —respondió su secretaria.

—Dígale a la directora de marketing que venga a mí despacho, por favor.—

—Sí, signora.—

Una hora después sabía algunas cosas más, pero aún estaba aturdida y confusa. Perrie creía que estaba embarazada y pero quién era el padre. No lo había dicho así, pero le había comentado a la directora de marketing que su pareja creía que no podía tener hijos. Eso significaba que tenía que ser ella, pero como si ella era una mujer a menos que...; claro que no dudaba de su fidelidad. Sabía que era suya, que lo había sido desde el primer día.

No habría podido confirmar su embarazo con el médico ni con ninguna prueba de embarazo porque parecía que se había enterado esa mañana.

Después de marcharse la mujer, le pidió a su secretaria que llamara a Perrie. La secretaria le dirigió una mirada inquisitiva, pero ella sabía disimular bien y su rostro no reflejó ningún tipo de emoción al decírselo. Esa misma mañana había tenido que disimular delante de Perrie, cuando le había dicho que no la acompañaría al banquete de boda de su hermano y su rechazo le había dolido y sorprendido.

—La señorita Edwards se marchó temprano hoy, signora Thirlwall —dijo su secretaria desde la puerta, explotando la burbuja de felicidad que la envolvía.

—Ya. ¿Y sabe por qué?—

—Creo que se puso mala esta mañana. Ha debido de irse a casa a descansar—. Jade asintió.

—Por favor, cancele todos mis compromisos hasta mañana al mediodía.—

—Pero signora Thirlwall, tiene...—

—Cualquier cosa urgente se la pasa a mi segundo de a bordo.—

Tenía algo de suma importancia de lo que ocuparse, y en ese momento nada le parecía más importante.



Holaaaaa, ¿qué creen? Me lastimé ambas manos, jaja sólo a mi me pasan estas cosas. Así que right now, una amiga me esta ayudando a escribir esto, porque no los puedo abandonar. 

Otra cosita, ¿alguien aquí shippea Jenlisa?

El secreto de la princesa|| Jerrie ✔️Where stories live. Discover now