Capítulo 10: Es sólo un juego

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Entró en el despacho de Perrie, y cuando ella le sonrió, Jade sintió como un golpe de intensas sensaciones en el pecho.

Sólo hacía unas horas que habían estado juntas en la cama, pero al ver sus cálidos ojos color chocolate, aquel fuego que resplandecía en su mirada, Jade reaccionó como si hiciera meses que no la veía. Se excitó de tal modo que le resultó casi molesto. Impulsivamente, se dio la vuelta y cerró la puerta, aunque no fuera lo más recomendable.

—Tengo el informe para ti aquí mismo —dijo ella mientras se colocaba el pelo detrás de la oreja y le guiñaba un ojo con coquetería—. Has venido por eso, ¿no?—

La significativa mirada que Perrie dirigió a la puerta cerrada desmintió la inocencia de sus palabras; la castaña le respondió con una sonrisa. Era superior a sus fuerzas; pues desde que la conocía, siempre había reaccionado así con ella, de un modo incontrolable. Llevaba ya unos meses tratando de negar lo que sentía por ella, pero sin duda estaba perdiendo la batalla. Nunca se había interesado por ninguno de sus trabajadores, ni siquiera para entablar una amistad; pero con ella todo era distinto.

Le había sido imposible ignorar lo mucho que la deseaba, o no darse cuenta de que esa sonrisa tan dulce sólo se la dedicaba a ella. Todo eso alimentaba su anhelo; para Jade era una especie de adicción de la cual no se podía librar. Detestaba la debilidad que representaba ese apego, pero con el tiempo se había dado cuenta de que ceder a ella también tenía su recompensa. Cuanto más tiempo pasaba con ella, más paz sentía, sobre todo después de hacer el amor.

En ese momento sabía que debía abrir la puerta y centrarse en el trabajo; pero no fue capaz. Miró a Perrie de arriba abajo con apreciación mientras el deseo lo sacudía con fuerza. Entendió que una cosa era saber lo que debería hacer, y otra ser capaz de hacerla.

—Ésa fue la excusa que le di a mi asistente, sí.—

—A lo mejor quieres algo más de mí —dijo la rubia con provocación.

Jade sintió un efecto inmediato.

Al principio, sus modales coquetos y esa franqueza suya tan típicamente americana le habían dado a entender que era una joven experimentada. Hasta que no había estado con ella no se había enterado de que era virgen y Jade se había aprovechado de su disposición a aprender con ella.

Con mucho cuidado, le había explicado los límites de su relación; consciente de que ella tenía derecho a saber que iban a la cama y no al altar. Se lo había dejado muy claro: nada de compromisos, nada de lazos permanentes y un secretismo absoluto.

Ella nunca le había sacado el tema de las dos primeras condiciones, y por lo tanto Jade asumía que entendía perfectamente la naturaleza de su relación. Pero a Perrie esa necesidad de llevarlo todo en secreto había empezado a hacérsele muy cuesta arriba. Le había dolido ver la foto del periódico, y a Jade no le hacía gracia hacerle daño; pero si los medios de comunicación se enteraban de la existencia de Perrie en su vida, no la dejarían en paz.

Aunque entendía los sentimientos de Perrie al respecto, no podía ceder. Era imperativo que permaneciera fuerte por el bien de las dos. Detestaba que su verdadera vida privada quedara expuesta a la vista del público; ya había sufrido bastante con eso durante su matrimonio. La prensa los habían perseguido a Jed y a ella desde el principio; y estaba convencida de que su insistencia había desencadenado en lo que pasó después. Se habían casado jóvenes y eso en sí había sido suficiente para salir en primera plana: la prensa rosa había especulado sobre una boda rápida fruto de un desliz.

Después, cuando pasaron dos años y ella no se había quedado embarazada, los medios empezaron a especular. Era un mero reflejo de las preocupaciones que Jed y ella compartían en la intimidad de su cuarto, ya que desde la noche de bodas no habían utilizado medios anticonceptivos. Ella había sido la primera que se había hecho pruebas, descubriendo que su sistema reproductor funcionaba con normalidad.

Él también se había animado a hacerse pruebas, sin saber que al final esas pruebas demostrarían que el recuento de espermatozoides era bajo. Jade jamás olvidaría la humillación que había sentido cuando uno de aquellos periodicuchos llenos de mentiras se había enterado de la casi esterilidad de Jed. Habían contado la historia, y luego otros la habían retomado y vuelto a contar; hasta que su esposa no había podido salir a la calle sin que le preguntaran continuamente si tenían la intención de adoptar, si se harían una inseminación o cosas peores.

Jed le había dicho que no le importaba, que aguantaría, pero Jade había visto su sufrimiento cuando sus amigas se iban quedando embarazadas y ella no; o su expresión anhelante cuando tenía en brazos a los bebés de sus primas, había llorado en el cuarto de baño de noche, cuando le creía dormido.

Jed había sentido como si le arrebataran la virilidad; y eso, a la vista del público, había sido diez veces peor. Jamás volvería a pasar por nada así si podía evitarlo.

—¿Jade? —se oyó la voz de Perrie, en tono ligeramente preocupado.

Jade desechó los tristes pensamientos y se centró en la situación del presente.

—Desde luego que hay algo más que puedes darme —se refería a algo más que su cuerpo o que su deseo.

Hacer el amor con Perrie ahuyentaba los fantasmas del pasado... temporalmente.

—¿Algo más importante que el informe? —le preguntó ella con una vulnerabilidad que a Jade le habría gustado no ver.

Perrie quería oírle decir que ella le importaba más que el trabajo que hacía en la empresa; pero Jade sabía que eso implicaría que su relación tenía una profundidad que ella había tenido cuidado de no establecer. Pero al ver cómo la miraba, entendió que, si no le daba lo que le pedía, sería injusta con ella.

Perrie merecía mucho más de lo que Jade podía darle. Merecía estar con una persona con quien tuviera futuro; no con un princesa que sólo podría ofrecerle su cuerpo y su amistad de puertas para adentro.

El saber lo que ella merecía y necesitaba no disminuía su deseo por ella; sino todo lo contrario.

Y Jade no estaba dispuesta a renunciar a ella. Todavía no.

Un día, Perrie seguiría adelante con su vida; pero hasta entonces se entregaría a ella y tomaría todo lo que ella quisiera darle.

—Desde luego me parece más urgente —dijo la castaña.

Eso la apaciguó, y Perrie sonrió de nuevo; esa vez, su mirada se oscureció con un ardor que le resultaba conocido.

—¿Y qué podría ser?—

Jade se apoyó contra la puerta y abrió un poco las piernas; no pensaba moverse de allí.

—Ven aquí y te lo cuento.—

—No lo creo —Perrie ladeó la cabeza y la miró—. Te veo peligrosa.—

—¿Y crees que la mesa que nos separa te protege?—

Perrie se encogió de hombros, pero la mirada que le echó fue de verdadera provocación.

—Tal vez. Supongo que depende de cuánta energía estés dispuesta a quemar.—

Jade se apartó de la puerta y se acercó a ella, vibrando con la tensión sexual que sólo la rubia le provocaba. Cuando llegó junto a ella, Perrie retiró la silla con rapidez. Pero la energética chica que Jade era se adelantó también con rapidez para no dejar escapar a su presa.

Las bromas dieron paso a un deseo intenso y peligroso que la castaña nunca había demostrado en la oficina.

—¿Jade, pero qué haces? Estábamos jugando...—


Uff, lamento no haberles actualizado antes, mi mundo anda patas arriba y vivo en constante estrés, perooooo... me gustaría que me respondieran:

 Primero y más importante ¿les parece si hago un Q&A? 

Además, ¿Cómo saben cuando le gustan a alguien? ¿Alguna vez han tenido un crush? (que no sea un famoso, celebridad, artista, etc.) 

Y nada me gustaría contarles tantas cosas. 

Pero primero los leo. Y bueno si no me dicen nada, pues equis la vida sigue. xdd

El secreto de la princesa|| Jerrie ✔️Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon