Capítulo 5: Signora Thirlwall

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Y hasta que había visto la foto del periódico, no se había arrepentido en ningún momento. Jade era una amante increíble, y todo el tiempo que pasaban juntas fuera de la cama resultaba igualmente satisfactorio. Había hecho lo posible para que la primera vez que lo hicieron juntas fuera muy especial; y lo mismo podía decir de todas las demás veces.

Su deseo de mantener en secreto su relación le había convenido al principio. Ella era una persona demasiado discreta como para querer compartir sus intimidades con nadie. En eso Jade y ella se parecían mucho. Había visto el daño que podía hacer la prensa; su amiga Lee era un buen ejemplo de ello.

Aparte de eso, había supuesto que si salía a la luz su relación con Jade, tendría que ocuparse de la interferencia de sus padres, que tenían buenas intenciones aunque quisieran protegerla demasiado.

También le había preocupado que pudiera afectarla en su trabajo, por mucho que Jade no quisiera que eso pasara. Quería conseguir un ascenso, pero sin especulaciones sobre si lo merecía o si todo provenía de su relación con la presidenta de la compañía.

Se había pasado toda la vida bajo la vigilante mirada de su familia. Para ella era muy importante demostrar la fuerza que había tenido que hacer para vencer la escoliosis que había amenazado su habilidad para caminar, e incluso su vida. Y eso era algo que impregnaba toda su existencia.

Por eso en un principio no había querido tener una relación duradera. Llevaba años con esa especie de aislamiento que ella misma se había impuesto por el corsé ortopédico que había tenido que llevar hasta los diecinueve años para corregir la curvatura de su espalda.

Había deseado sentirse mujer. Había querido salir con chicos y después había querido salir con chicas, besar y que la besaran, mimar y también hacer el amor.

Había deseado a Jade más que a nada en el mundo, al margen de otros sentimientos más nobles; o al menos eso había pensado ella.

Cuando había llegado a Italia, nunca había pensado en iniciar otra relación. Se había empeñado en demostrar que no era tan tonta como se había sentido después de la traición de Katherine. La primera vez que se conocieron, sin darse cuenta, Jade le había dado la oportunidad de hacerlo.

Perrie se había sentido frustrada consigo misma porque Harry le había buscado el empleo. Quería conseguir algo por sus propios medios, pero no sabía si era capaz o no. A veces se preguntaba si los demás eran amables con ella porque caía bien o si era por Harry; o tal vez incluso para agradar a la jefa que le había hecho el favor a su buen amigo. Un día en el que precisamente se había sentido muy insegura, Jade se había presentado a su mesa.

—Tú eres la amiga de la esposa de Harry Styles, ¿no? —le había preguntado, aunque no se hubiera molestado en presentarse.

Claro que ella ya sabía quién era Jade y cómo prefería que se le llamara en Naviera Thirlwall.

—Sí, señora Thirlwall. Soy Perrie Edwards.—

—Harry me ha hablado muy bien de ti.—

—Me alegro. Me encanta el trabajo que hago en la empresa.—

—Pero has querido venirte aquí para viajar un poco y ver mundo, ¿no?—

—Sí.—

—Te darás cuenta de que, a mis ojos, la reputación de mi amigo va a depender mucho de cómo trabajes.—

No lo dijo con mal talante, ni como si fuera una advertencia, sino más como si le estuviera confirmando algo que ya supiera.

Las palabras de Jade, lejos de desanimarla, le dieron un objetivo. Sintió que esperaría más de ella que de sus otros empleados.

—No le decepcionaré tampoco a usted.—

—No lo dudo. Estoy segura de que al estar aquí por su recomendación, pondrás más empeño en tu trabajo para demostrar que no se equivocó al recomendarte.—

—Tiene razón, lo haré —dijo Perrie a modo de promesa.

Para demostrarle que no se equivocaba, había hecho del trabajo su triunfo personal. Cada éxito que alcanzaba era un éxito que conscientemente dedicada al hombre y la mujer que habían apostado por ella, e inconscientemente a sí misma.

Cuando había ascendido y le habían dado un despacho para ella sola sólo cuatro meses después de empezar, Jade la había llamado por teléfono para felicitarla, y Harry le había enviado un correo electrónico dándole las gracias por dejarle tan bien delante de su amiga.

Perrie se había sentido muy bien, y a partir de ese momento, había empezado a sentirse más independiente y segura de sí misma. Cuando Jade le había pedido salir, su autoestima había ido en aumento; aunque a ella le había gustado desde el principio.

Que Perrie quisiera quedar bien e impresionar a su jefa por la confianza que había depositado en ella no tenía nada que ver con que se le acelerara el pulso cada vez que la veía.

A ella no le interesaba volverse a arriesgar, y menos con una mujer que tenía fama de playgirl.

—¿Sabes qué hora es, Perrie?— Levantó la cabeza al oír la voz de la presidenta de la empresa desde la puerta.

¡Signora Thirlwall!— Ella se levantó de la silla de un salto y miró alrededor, intentando regresar al presente, aunque tuviera la cabeza llena de números.

Hacía un rato que había terminado la jornada laboral y el vestíbulo que había delante de su despacho estaba medio a oscuras. El silencio le dijo que la mayoría de los empleados se había marchado.

El reloj de su mesa marcaba las nueve.

—Uy... —pronunció con sorpresa—. No me extraña que me duelan tanto las piernas —dijo con una sonrisa de pesar.

—Trabajas demasiado.— Se echó a reír mientras se estiraba, pues le dolía todo de las horas que llevaba allí sentada trabajando.

—¡Mira quién habla! Todo el mundo sabe las horas que echa aquí en la empresa.—

—No pretendo que mis empleados abandonen su vida fuera del trabajo sólo por servir a Naviera Thirlwall —dijo Jade mientras observaba sus movimientos con interés—. En mi caso es distinto. Yo tengo más razones que la mayoría de los presidentes de empresa para hacer de mi negocio un éxito.—

—¿Qué quiere decir? —preguntó ella con curiosidad mientras se pasaba la mano por la cabeza con nerviosismo.

Cuando estaba con ella, su fachada de mujer desenfadada se derrumbaba; se le trababa la lengua y se le aceleraba el pulso.

—La gente de mi país depende de los ingresos de Naviera Thirlwall en todo el mundo para mantener un nivel de vida en línea con las demás naciones industrializadas.—

—¿Se refiere a Isole dei Re*?—

—Sí, naturalmente —respondió la rubia.

Perrie no quería volver a sentarse, pero de pie se sentía violenta. Se entretuvo colocando los papeles del informe de proyección de ventas para disimular. Jade no la miraba como una jefa mira a un empleado, sino más bien como un depredador mira a su presa.

Ella se estrujó el cerebro en busca de algo que decir.

—No comprendo cómo Isole dei Re puede depender tanto de esta división de Naviera Thirlwall. Sólo un puñado de paisanos y paisanas suyos trabajan aquí.—

—¿Y cómo sabes eso?—

—Lo he preguntado.—

—Es curioso que te intereses —dijo mientras la taladraba con su mirada especulativa.

*Isole dei Re: Islas de los reyes

*Signora: Señora


***Capítulo extra largo, sé que es muy pronto para esto pero, ¿quieren maratón?

El secreto de la princesa|| Jerrie ✔️Kde žijí příběhy. Začni objevovat