Capítulo 29: Motivos personales

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~MARATÓN 2/3~


Perrie se despertó después de pasar una mala noche en la habitación de invitados de casa de Jade. La cama era muy cómoda, la decoración del cuarto discreta y de buen gusto; como lo era todo el precioso apartamento de cuatro dormitorios de Jade. Sin embargo, Perrie le había echado de menos esa noche.

Habían cenado más o menos en silencio, y después Jade se había excusado diciendo que tenía trabajo que hacer en su despacho. Ella se había puesto a ver la televisión; pero cuando se había ido a la cama dos horas después, Jade aún no había salido de su despacho.

Le dolía la distancia que se había impuesto entre las dos; incluso más aún que cuando habían roto. En el fondo sabía que deberían estar juntas y que, de no ser por su negativa, podrían estarlo.

Le habría gustado que Jade aceptara que Perrie ya la amaba antes de casarse. Pero parecía que iba a tener que arriesgarse a casarse con ella para que ella creyera en la sinceridad de sus sentimientos.

Se daba cuenta de que su comportamiento le tenía muy confusa, y todo lo que Jade decía o hacía era prueba de lo poco que entendía sus motivaciones.

Jade tenía razón en una cosa: que el amor se demostraba con hechos, no con palabras. El amor no era motivo para que una mujer se arrastrara; el amor era el motor que le impulsaba a uno a arriesgarse. Se dijo que, si amaba a Jade, no debía hacerle daño; aunque eso fuera exactamente lo que había pasado.

Su rechazo le había hecho tanto daño a Jade, como a ella que la ojimarron hubiera preferido llevar su relación en secreto, o que hubiera rechazado de plano la idea de casarse con ella.

De pronto le dio una arcada tan grande que tuvo que ir corriendo al baño que había en el dormitorio. Se arrodilló delante del sanitario, para no caerse. Pasados unos momentos sintió la mano de Jade en la espalda.

—Veo que no me has esperado... Te he traído té y unas tostadas.—

—No podía —susurró, temblorosa y mareada.

Jade se arrodilló a su lado medio fastidiada, medio pesarosa; Perrie se recostó un poco en ella.

—¿Qué voy a hacer contigo, amore mio?—

—¿Qué te parece si me ayudas a levantarme? —sugirió ella.

Jade la ayudó a levantarse. Perrie se enjuagó la boca y después se limpió la cara con una toalla humedecida en agua tibia.

Entonces Jade la levantó en brazos y la llevó a la cama.

—Si hubiera estado aquí contigo, te habría podido ayudar antes. ¡Es una tontería dormir en camas separadas!—

Tumbada en la cama, Perrie mordisqueó un pedacito de tostada y dio un sorbo del té, que estaba flojo pero muy dulce, mientras Jade se desahogaba medio en italiano, medio en inglés y español.

Entonces, Jade se sentó en la cama y le tomó la mano.

—Lo siento... Acabas de vomitar, y yo aquí despotricando. Perdóname.— Perrie sonrió; se sentía un poco mejor.

—De todos modos, creo que tienes razón. Anoche dormí muy mal.—

—¿Me has echado de menos? —dijo con mirada de satisfacción.

Ella ahogó una sonrisa al ver su reacción.

—Sí.—

—Yo también te he echado de menos, tesoro.—

—¿Entonces... dormimos juntas?—

—¿Estás segura?—

—Totalmente.—

—¿Y no tienes miedo de que quiera seducirte?—

—Confío en ti.—

—Al menos es algo.— Lo era; ¿pero sería suficiente?

Una hora después, Perrie experimentó la primera intrusión de la prensa al responder al teléfono. La periodista quería que le contara algo sobre su relación con Jade; pero Perrie le dijo que no tenía ningún comentario que hacer y puso fin a la conversación.

Estaba repasando una lista de cosas que tenía que terminar ese día cuando llegó a su despacho una representante de una exclusiva boutique. La mujer parecía una modelo más que una dependienta, y le explicó a Perrie que estaba allí para enseñarle una selección de ropa para su próximo viaje a Isole dei Re.

—He traído varios conjuntos por encargo de la princesa —dijo la mujer, indicándole un perchero transportable.

—¿La envía Jade?—

La mujer asintió; y Perrie descolgó el teléfono y marcó el número privado del despacho de Jade.

—Quiero que tomemos el avión directamente a Isla Scorsolini —respondió Jade cuando ella le informó de la presencia de esa mujer—. Tenemos la pista reservada para las cuatro y media.—

—¿Y por qué quieres ir tan temprano?—

—Mi padre quiere tener la oportunidad de conocerte un poco antes de la boda de mi hermano.—

Perrie se acordó de lo que él le había contado de cuando Maggie, la prometida de Karl, había conocido al rey, y se le borró la sonrisa de los labios.

—Ah.—

—Es importante para mí, amore mio.—

—Entonces iremos, por supuesto.—

—Bien. Después de la boda, podemos ir a Estados Unidos a conocer a tus padres.—

—De acuerdo.—

Perrie ni siquiera les había contado que estaba saliendo con Jade, ni tampoco que estaba embarazada, además como haría todo aquello. Tendría que llamarlos desde Isole dei Re porque sus padres aún estarían durmiendo.

—Pero eso no explica que me envíes una dependiente a mi despacho.—

Perrie le echó una sonrisa de disculpa a la dependienta por hablar de ella como si no estuviera allí.

—Imaginé que no querrías dejar tu trabajo para ir a comprarte ropa; pero que te negarías a venirte conmigo si no tenías algo apropiado para la boda.—

—¿Y así es como pretendes conseguir mi conformidad?—

—Sí. ¿Te ha molestado?—

Perrie se fijó en los tres conjuntos que la mujer le había colgado delante, y negó con la cabeza.

—¿Cómo me va a molestar? Tiene un gusto impecable.—

—A mi madre y a mi hermana les encanta esa boutique, a mi también pero no puedo decir que sea mi favorita—

—Entonces creo que estoy en buenas manos. ¿Pero, y mis cosas de aseo? No tengo el cepillo de dientes.—


Sigue leyendo, no te detengas.

~MGS

El secreto de la princesa|| Jerrie ✔️Where stories live. Discover now