Capítulo 26: El peso del pasado

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Perrie se le escapó un grito de frustración.

—Parece que estás reescribiendo la historia, Jade.—

—No estoy haciendo nada de eso; te quiero en mi vida. Eres una adicción que no puedo dejar; que no quiero dejar, Perrie. Si la alternativa era perderte, prefería casarme contigo. Lo sé.—

—¡Pero te das cuenta de lo que dices! —gritó Perrie, visiblemente disgustada.

Jade no sabía bien qué era lo que le había molestado tanto; pero en su estado no le convenía ponerse tan nerviosa.

—Cálmate, amore mio.—

—¡No me pidas que me calme! Acabas de decirme que si te hubiera hecho chantaje no acostándome contigo, habría funcionado. Incluso siendo lo arrogante que eres, es imposible que puedas verlo como un elogio.—

—Pues no ha sido un insulto, de eso estoy segura; y yo no he dicho nada de chantaje.—

—No habrás dicho nada, pero de todos modos era un chantaje emocional; y eso es algo que aborrezco.—

—¿Por qué eres tan inflexible?—

—Porque mi madre era una experta. Mis padres quisieron protegerme tanto, que a veces me revelaba. Siempre estaban diciendo lo mismo, siempre repitiendo lo mucho que se habían sacrificado por mí, y lo mucho que les preocupaba que me pasara algo. Poco importó que sus miedos me destrozaran la infancia.—

—Eso no se lo harías a nuestro hijo.—

—No, nunca; pero tampoco a ti.—

—Yo no he dicho que me lo fueras a hacer.—

—Pero lo has insinuado.—

—En absoluto —se defendió Jade—. He dicho que si tenía que elegir entre perderte y casarme contigo, me habría casado contigo.—

—Uy, muchas gracias. Un matrimonio así es el sueño de toda adolescente.—La castaña hizo una mueca.

—Veo que todo lo que diga no va a servir de nada contigo.—

—Lo siento, pero es que me cuesta mucho creerte.— Jade le puso la mano en el muslo, pues necesitaba el contacto físico con ella.

—No sé qué es lo que quieres escuchar, amore mio. Dime por favor qué te impide casarte conmigo.— La ojiazul se echó a reír, pero no fue una risa relajada.

—Necesito saber que me quieres.—

—¿Como tú a mí? —dijo Jade, cada vez más enfadada.

¿Eran las palabras que Jade no había pronunciado lo que la frenaban?

—Sí —dijo ella en tono desafiante. Jade le retiró la mano del muslo, dominado por una rabia que no entendía.

—Estabas dispuesta a dejarme, a apartarme de tu vida totalmente; y según veo sigues igual. Te niegas a casarte conmigo, ni siquiera por el bien de nuestro futuro hijo. ¿Ésa es la clase de amor que quieres que sienta por ti?—

—Pues...—

—Te gusta estar conmigo. ¿Pero amor? No creo, el amor no se rechaza con tanta facilidad.—

—Yo no te he rechazado —se defendió Perrie.

—¿Y cómo llamas a tu negativa a volver juntos, a aceptar la mano que te he tendido?—

—Yo te quiero de verdad.—

—Es lo que dices, Perrie, pero las palabras pierden todo su significado si no van acompañadas de hechos. De todas formas, si diciéndotelas te vas a mostrar más abierta al matrimonio... entonces te quiero. ¿Te quieres casar conmigo?—

—¡No!—

—¿Por qué no? Te he dicho lo que querías oír.—

—Sí, pero no hay nada que sustente tus palabras.—

—Confía en mí, hay mucho sentimiento detrás; para empezar, el sentimiento de querer estar a tu lado toda la vida.—

—¡Basta! ¡Estás tergiversando todo lo que digo!—

—A lo mejor lo he aprendido de ti.—

—Por favor, Jade. No quiero discutir más.— Se detuvieron frente a la casita, con movimientos nerviosos. Jade estaba muy enfadada, pero sabía que debía controlarse.

—Voy a entrar contigo.—

—Para discutir más, no —dijo la ojiazul con gesto suplicante.

—No quiero discutir contigo.— A Perrie se le llenaron los ojos de lágrimas.

—Ni yo tampoco.—

—Entonces entremos, cara.— Horas más tarde Jade estaba en la cama abrazado a Perrie, pero se le había quitado el sueño.

Aparte de no poder tener hijos, su vida con Jed había sido casi perfecta. Se habían conocido desde niños y raramente habían discutido. Pero la perfección no existía, y siempre se sentiría culpable por lo que había pasado. De todos modos, había querido a Jed y él a ella, aunque, como con Perrie, ese amor había tenido límites de los que no había sido consciente hasta que había sido demasiado tarde.

Incluso antes del desastre de las fotos en la fiesta de su padre, su relación con Perrie había sido más inestable. Ella lo desafiaba como no lo había hecho nunca su esposo.

Y su relación sexual era muy diferente a la que había conocido con Jed. Deseaba a Perrie con una pasión que la consumía, de un modo que nunca había deseado a Jed. Bajo ningún concepto habría practicado el sexo con su mujer encima de una mesa como lo había hecho con Perrie. Jade sabía que lo que sentía por ella rayaba en la obsesión; mientras que Perrie quería corazones y ramos de flores.

Sin embargo, ella preferiría que Perrie le demostrara que le quería casándose con ella... Se dijo que no debía pensar de ese modo. Lo que de verdad le molestaba a Perrie era que Jade se hubiera negado a casarse con ella antes de se hubiera quedado embarazada. Sabía que había pisoteado su orgullo de mujer, y no había manera de arreglarlo.

Allí junto a Perrie en la oscuridad de su cuarto y a solas con sus pensamientos, Jade tenía que reconocer que en el fondo no había querido arriesgarse a parecer menos mujer. Había tenido miedo de no poder concebir un hijo con Perrie, ya fuera por inseminación o como fuera, así cómo le había pasado con Jed. Se había negado a enfrentarse al dolor de perder a otra persona. Pero la cobardía era su castigo, y sabía que había sido una cobarde. Por culpa de eso, Perrie no confiaba en ella.

Jade suspiró cansinamente. El pasado no podía pesar tanto, había que apostar por el futuro. Convencería a Perrie para que se casara con ella. Aparte de no haberse podido quedar embarazada con Jed, él no era un hombre que fracasara habitualmente. Había duplicado los ingresos de Naviera Thirlwall en Italia con su tenacidad y su capacidad para resolver cualquier problema.

Perrie no le dejaría estando embarazada de ella, por muy increíble que esto sonará; y ella no pensaba abandonarla. Siempre había deseado tener hijos, imaginando que ella los llevaría en su vientre, pero esta nueva situación le había abierto un mundo de posibilidades, como fuere ella sería mamá y no podía sentirse de otra forma más que dichosa. De ahí en adelante estarían juntas, casadas o no. Si ella se negaba a mudarse a su casa, ella se iría con Perrie; y si Perrie no le admitía en su cama, dormiría en el sofá si hiciera falta.

En ese momento estaba con ella en su cama porque se había quedado dormida y no le había dicho nada. Pero Jade sabía perfectamente que ella no estaba de buen humor, y de haber estado despierta, le habría enviado a dormir fuera.

Seguramente le diría que era un fresca; pero Jade estaba allí por pura desesperación.


Lamento andarme desapareciendo, pero a pesar de ya no estar en periodo de clases, debo ir a trabajar y últimamente tengo mucha carga de trabajo. Pero aquí estoy y me encanta leerlos. 

Una cosa más, en esta historia a diferencia de las otras no les voy a decir cuando este a punto de acabar sólo sucederá.

El secreto de la princesa|| Jerrie ✔️Where stories live. Discover now