Capítulo 28.

8.7K 601 97
                                    

NARRA DANIEL.

¿Acaba de decir lo qué creo qué acaba de decir?

El corazón me sube a la garganta y soy incapaz de reaccionar de otra manera que no sea saliendo huyendo. Las enfermeras me llaman pero ignoro a cada una de ellas y entro en el baño de mi consultorio.

Me echo agua en la cara, me miro en el espejo y cierro los ojos.

"Yo con Daniel no tengo ninguna posibilidad" sus palabras retumban en mi cabeza haciendo que no logre pensar en otra cosa y que no me concentre en lo que tengo que hacer.

ENFERMERA: ¿Doctor? -Pregunta tocando la puerta-
YO: Ya salgo. -Contesto secándome la cara con la toalla- Enseguida.

NARRA JESÚS.

Ana y yo pese a que estamos sentados uno junto al otro no pronunciamos palabra, no somos capaces de romper el hielo ni siquiera cuando hemos estado juntos por varios años.

Mi torpeza provoca que uno de los jarrones de mi derecha caiga al suelo y ello desata la risa de Ana.

ANA: No has cambiado nada.
YO: ¿Lo dices por mi torpeza?
ANA: Lo digo porque cuando te pones nervioso no mides. -Dice poniéndose el pelo detrás de la oreja-
YO: Tú si has cambiado, antes odiabas ponerte el pelo detrás de la oreja.

Encoge los hombros.

ANA: Me lo ponías tú y supongo que me acostumbré.
YO: Te ves preciosa.

Pasa los dedos por mi mejilla, me agacho para recoger los trozos del jarrón y ella me ayuda, creo que buscando una excusa.

ANA: ¿Por qué intentabas huir de mi?
YO: No huía de ti.
ANA: Jesús, tengo veintiséis años, soy lo suficientemente inteligente y te conozco lo suficiente como para saber que estabas huyendo de mi, prolongando un encuentro que sabías que iba a suceder tarde o temprano.
YO: Vale, huía de ti.
ANA: ¿Por qué? Rompimos estando los dos de acuerdo y no nos enfadamos, peleamos ni discutimos, fue de muto acuerdo.
YO: Lo sé, pero verte después de tanto tiempo es impactante, mírate, estas más mayor, me he perdido cosas de ti, momentos importantes, es como si ya no te conociera.
ANA: Me conoces mejor que nadie -Ríe- sabes que odio, que amo, que me entusiasma, conoces mis peores manías e incluso te conoces mejor que yo cada lunar de mi cuerpo -Sonrío y nervioso me froto las manos- ¿Qué ha cambiado? ¿Mi edad?
YO: Tal vez algo más.

Niega con la cabeza.

ANA: Nada más, te lo prometo.

Si supiera a lo que me refiero tal vez saldría corriendo creyendo que estoy loco.

NARRA KENDALL.

Por mi terquedad Alexa me ayuda a sentarme en el sofá, aburrida de estar encerrada y aislada pulso el botón para que Daniel venga.

ALEXA: Te dirá que no, sigues delicada de salud.
YO: No soporto seguir encerrada, no tengo fiebre -Resoplo molesta- puedo dar un paseo.

Él entra con su libreta en la mano.

DANIEL: ¿Qué pasa? ¿Te sientes mal?
YO: Quería pedirte algo.. -Digo con un tono dulce y bajo-
DANIEL: Ya empiezas con esa vocecita.
YO: Necesito salir a caminar, por favor. -Junto las manos para suplicarle-

Muerde el bolígrafo antes de dejarlo en el bolsillo de la bata y se agacha haciendo que baje la cabeza.

DANIEL: Estas delicada de salud, no porque la fiebre cese significa que estás curada de repente ¿Entiendes? Hace un momento estabas ardiendo en fiebre.
YO: Me pondré peor si no me dejáis tomar el aire, me agobio, me dará un ataque de ansiedad como no salga de estas cuatro paredes.
DANIEL: Está bien, pero con dos condiciones o mejor dicho, tres.
YO: Ya estamos con las condiciones. -Resoplo y me cruzo de brazos-
DANIEL: Iras en silla de ruedas, te pondrás la mascarilla y yo os acompañaré.
YO: Pero Alexa..
DANIEL: ¿Alexa es doctora?
YO: No.
DANIEL: Pues entonces obedéceme y no te quejes.

Hasta el último suspiro. ®Where stories live. Discover now