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Transcurrieron unos cuantos días, el fin de semana fue apenas la vuelta de la esquina. El tiempo pasaba más rápido de lo usual, o eso pensaba debido a que se concentraba tanto en las actividades diarias. La compañía de su ahora grupo le relajaba y le hacía sentir en casa, sobre todo los chistes de Clyde y su manera de ser.

Cada noche antes de dormir hablaban un rato o le enseñaba los juegos de su consola, si no era eso solían poner las películas antiguas del VHS que se encontraban sorprendentemente en perfecto estado en el mueble debajo del televisor. A pesar de que la imagen ya no era digna debido al gran avance de la tecnología en esos momentos, se podía diferenciar nítidamente la imagen y la trama los dejaba casi en un eterno silencio si no fuera por los comentarios que decían de vez en cuando o las risas por parte de ambos.

También invitaban a Wendy, a pesar de que ella estaba bastante enfocada en las tareas y no se limitaba a las notas comunes. Más de una vez se negó diciendo que estaba ocupada o que tenía cosas que hacer algo en el club de cocina.

Ah, el club.

Craig ya hubiera tirado la toalla hace días atrás si no fuera por el folleto que había encontrado. Lo primero que notó fue que estaba bastante doblado y sucio, quien sabe cuánto tiempo estuvo en el pasillo sin que nadie se percatara o no le llamara lo suficiente la atención. El papel era de un tono pastel y en letras de color verde oscuro abarcaban gran parte del panfleto anunciaba: 'Club de Jardinería'

Además de eso, se ubicaba debajo la dirección y que los cupos estaban abiertos. Era algo inusual. No recordaba haber visto dicho club en la cartelera.

Seguramente ya si quiera existía, y en el momento que lo había hecho fue uno de los pocos papeles que quedaron deambulando en el tiempo hasta que lo encontró. Su compañero castaño le apoyo con su usual positivismo a que se acercara a la dirección que estaba señalada, que no perdía nada y en un plan B se uniera con él al grupo donde estaba. Craig aceptó, quizás no del todo convencido.

Recordando ese momento, caminó por unos cuantos minutos hasta llegar a donde fuera que estaba ubicado el extraño club fantasma. Se detuvo en muy pocas ocasiones, jalando la vestimenta de las monjas o pastores para pedir ubicaciones. Más de uno sonreía ante el infante, sin negarse a ofrecer su ayuda.

La iluminación faltaba en aquel pasillo. Lo poco que se reflejaba a través de los ventanales era la luz anaranjada al ser el final de la tarde. Aquello lo dejaba aturdido por unos segundos mientras su vista se acostumbraba. Las puertas marrones ubicaban números y letras en una placa dorada, hasta que al pasar un par se detuvo. Su vista leyó de nuevo la dirección para confirmar, girando su cuerpo para quedar al frente de esta.

Dio un suspiro, cerrando los ojos por casi un segundo mientras sentía un escalofrío desde la cabeza hasta la punta de los pies. Su mano derecha tocó el metal de la perilla, quedándose estática. 

Tragó un poco de saliva, lo que menos quería era entrar de imprevisto y encontrar a algún superior y ser regañado. Sin embargo, si quería aquellos puntos extra tendría que arriesgarse. Lo peor que podría pasar era no lograr nada.

Poco a poco giró el pomo, se sorprendió al darse cuenta que no tenía puesto el seguro. La puerta rechinó un poco mientras la habitación se hacía visible. Unas cortinas blancas se balanceaban con delicadeza por un gran ventanal y el olor de las flores inundó sus sentidos. Notó enseguida la mesa rectangular dirección hacía la puerta y en la punta de esta a alguien sentado con las piernas contra su pecho.

Los cabellos rubios desordenados se veían más claros y brillantes debido al sol reflejarse cerca del infante, el niño estaba con la mirada gacha, mientras acariciaba los pétalos de una flor con delicadeza. Su piel parecía de porcelana, denotando pequeñas pecas en parte de su rostro, en ese momento Craig soltó la puerta. Haciendo que esta se quedara abierta, no sabía con exactitud por cuánto tiempo se quedó estático en su sitio.

𝐒𝐞𝐧̃𝐚𝐬 ¦ CreekWhere stories live. Discover now