₁₀.

2.1K 260 48
                                    

Hacía bastante frío. El viento arropaba todo lo que se encontrara en su recorrido mientras las hojas se dejaban llevar. Seguramente ya eran pasadas las seis de la tarde, la tranquilidad y la ausencia de las voces de los estudiantes de la Iglesia eran prueba de ello.

A veces captaba conversaciones en susurros cerca de su posición. Sin embargo estás desaparecían con suma brevedad.

Craig mantuvo su mirada obre una flor margarita que sostenía entre sus pequeñas manos, sus pétalos se mecían levemente en un compás silencioso y sublime. Parecía bailar eternamente mientras él era su único espectador.

Su atención se desvío dirección al sonido de pisadas y leves gruñidos que rompieron su concentración. Tweek trataba de alcanzar a una mariposa sin éxito alguno.

Dejó escapar un leve suspiro para levantarse del suelo dejando la flor en la grama.

—¿Tweek, qué estás haciendo? —el llamado del joven de chullo detuvo su acción mirándolo con una mueca de acusación. —Debemos mantenernos callados, si alguien nos escucha estaremos en problemas. Que digo, en enormes problemas. —presionó su sien con dos de sus dedos. A pesar de sus intentos fallidos, intentaba que el pequeño diablillo le entendiera.

Las pequeñas alas rojas se cerraron mientras se sentaba manteniéndose en silencio. Parecía que a pesar de no entender el idioma humano parecía comprender perfectamente que Craig no estaba del todo contento. Se le veía estresado y muy preocupado.

Empezó a entretenerse tocando el pasto levemente húmedo cerca de su posición. Los ojos de Craig se fijaron en el cielo.

—Diablos, ya es muy tarde...  —dijo para sí mismo, mientras con gran temor revisaba los bolsillos de su pantalón.

Seguramente me habrán llamado más de 10 veces, si se trata de Clyde me dejó más de 30.

Se arrepintió de buscar su teléfono, si lo revisaba y miraba el número de llamadas perdidas esto solamente aumentaría su ansiedad. Se encontraba en modo silencio, ya que era costumbre hacerlo mientras estaba en clase.

Tensó la mandíbula mientras empezaba a caminar en círculos por el jardín. 

Quería simplemente escapar de ese terrible sueño, despertar y encontrarse arropado entre las sábanas de su habitación. Que todo lo que estaba pasando no fuese más que una representación inconsciente de las cosas que escuchaba sobre aquellas criaturas en su localidad. 

No era real, eran puros inventos de personas que veían muchas películas de ficción y solo querían un poco de atención. No se extrañaba de nada tratándose de South Park.

Se despeinó el cabello desesperado.

¿Qué estaba haciendo? ¿Qué se supone que debería hacer realmente?

¿Todo esto por qué tenía que ocurrirle a él?

Le dolía la cabeza, podía jurar que todo a su alrededor le daba vueltas.

Parecía ser todo una simple fantasía. Un cuento que sus padres solían contarle solo para asustarlo pero tenía un final feliz.

¿Por qué de todas las personas tenía que ser uno de sus amigos?

Sus nudillos se tornaron blancos por la fuerza que ejercía en mantener sus manos cerradas. Nada existía, todo se había borrado como si algún ser superior le hubiera tomado y alejado de todo lo que pensaba conocer.

De repente todo se volvió oscuro, denso. Lleno de incertidumbre, vació y desconocido.

Solo podía jurar haber sentido la grama tocarle suavemente su mejilla. El aire tan puro y el cielo tan brillante como su memoria le permitía recordar los días de verano junto a su familia.

La voz de su madre llamándole para desayunar mientras escuchaba la radio y el aroma a café recién preparado.

Tres figuras aparecieron entre la oscuridad en una gran penumbra. Colores cálidos como el fuego envolvieron la escena que desapareció en un instante. Voces que jamás había escuchado en su vida retumbaron en sus oídos. Eran melódicas, suaves y angelicales.

—Cariño, tienes que tener mucho cuidado con ellos... No son capaces de comprendernos... —jamás había escuchado tal melodía, parecía atraparlo en un hechizo. Claramente era una mujer, parecía tener el cabello corto y rizado. Su silueta estaba agachada hablando con la más pequeña mientras la tercera se mantenía expectante. Intentaba entender entre varios susurros lo que estaba diciendo. —Solo estarás a salvo si estás con nosotros.

La desconocida mujer se percató de la presencia de Craig. Pudo sentir claramente como su pulso aumentó debido al miedo, la figura se irguió y se dirigió a su dirección.

Retrocedió como pudo, aumentando su temor al ver como reía con diversión al acortar poco a poco la distancia con una letal facilidad.

Unas alas aparecieron a sus costados, mientras sus ojos rojos se agudizaban y alzaba su mano para atraparlo.

—¡Craig! —podía jurar haber escuchado el grito de Clyde llamándole. Se despertó de golpe, sudando como nunca. Su vista tardo unos segundos en adaptarse en la luz de lo que parecía ser un linterna. Los rostros de Wendy y Clyde no tardaron en aparecer con gestos de preocupación.

—¡Tranquilo, respira estamos aquí! —el castaño sobaba su espalda para tranquilizarlo.

—¿Qué? —llevó su mano a su frente, estaba caliente.—¿Qué-que es lo que pasó? ¿Qué hacen aquí?

—Hubo un apagón, fue realmente muy extraño. Corrimos a buscarte y te encontramos aquí con fiebre. —Wendy respondió con los labios fruncidos. Tucker no tardo en revisar su entorno rápidamente con la mirada. 

No había rastro de nada, es como si hubiera estado solo.

—Oye, amigo. Relájate, sé que estás preocupado. Nosotros lo estábamos porque no contestabas nuestras llamadas.

Los ojos de Craig reflejaron angustia. Revisó sus bolsillos pero no encontró nada.

—¿Do-dónde está?

—Oh, tu teléfono lo encontramos en la silla de afuera. Seguramente por eso no lo escuchaste, te pierdes cuando empiezas a leer tus libros. —Clyde contestó con una pequeña sonrisa para colocar sus manos detrás de su nuca.

Craig se mantuvo callado. Bajó la mirada. Transcurrieron unos segundos hasta que el amante de los deportes añadió:

—Será mejor irnos ya, no quiero encontrarme a algún profesor y que nos den un castigo por toda la semana.

Cerraron la puerta con seguro. Por alguna razón también habían aparecido las llaves en la mesa del club.

Caminaban mientras se guiaban con la pequeña luz de la linterna y el teléfono de la azabache. 

Hubo un silencio natural entre los tres amigos. Craig los observó con la pequeña iluminación que se podía reflejar entre la oscuridad.

—Oye Craig. ¿Dónde está tu chullo?

El azabache se detuvo de golpe, tocó su cabeza y sin duda no estaba ahí.

—Eh... Yo... —Wendy le interrumpió.

—Clyde no seas pesado, ¿qué no vez que si no hubiéramos llegado Craig estuviera más grave que ahora? Esa fiebre estaba realmente alta para preocuparnos por su gorro.

—Lo siento, lo siento. —Clyde hizo gestos mientras trataba de que Wendy no se molestará. —Es que me he acostumbrado tanto a verlo con el que ahora es bastante extraño.

La azabache entrecerró los ojos. —Vámonos rápido, no quiero continuar estando aquí de noche.


𝟢𝟥/𝟣𝟢/𝟤𝟣: Capítulo editado.

𝐒𝐞𝐧̃𝐚𝐬 ¦ CreekDonde viven las historias. Descúbrelo ahora