Capítulo 27

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Lunes en la mañana, y el único sonido que podía oír entre las paredes de la ínfima cocina de mi casa era crujir el cereal que hacía al comerlos.

La cabellera rubia de mi madre hizo presencia al entrar, haciendo que el olor de su perfume se impregnara en el aire ocasionando que llegara hasta mis fosas nasales, tranquila, comenzó a sacar algunas cosas de la despensa, y de igual manera, del refrigerador para poder prepararse un pote de avena con frutas. Sus ojos se quedaron fijamente en mí pequeño cuerpo y, cautelosa, me observó.

—Últimamente te has estado despertando más temprano, tú no sueles ni tener tiempo de desayunar, ¿a qué se debe? —preguntó con sumo interés pasando sus dedos por la avena. En ese momento, no quería contestar a sus preguntas, por lo cual, me limité a encogerme de hombros, dando por hecho mi cansancio. Ella, dejando salir un poco de aire, movió las cosas a un lado y me miró fijamente poniendo sus manos sobre el mesón. —Mía, ¿me puedes decir qué es lo que ha ocurrido? Llevas un par de semanas así, los sábados no te despiertas hasta tarde, los domingos no sé siquiera si comes o haces el intento de salir de tu cama. —soltó un poco irritada por mi actitud. —Pareciera que soy la única que vive aquí, y eso que no estoy casi nunca.

Llevando otro poco de cereal a mi boca, sacudí mi cabeza de un lado a otro, pero ella me reprendió con la mirada, tragué hondo y decidí contestarle.

—No pasa nada. —mascullé.

—No me mientas. —habló con la voz más fuerte. —No he visto presencia de Isaak por aquí, o si quiera de Nathaniel, o el rubio que te llevó al recorrido musical. —al oír que mencionó a cada uno sentí como el nudo de mi garganta se formó y la presión en el pecho se presentó. —Amor, puedes decirme lo que quieras.

—Estoy bien, ¿sí? —espeté bajándome de la banqueta para darle una mirada fría. —No soy uno de tus pacientes, no me trates como si fuera uno.

Sus ojos azules se abrieron con asombro, estática en su lugar, entreabrió los labios, pero nunca dijo nada. Ella estaba perpleja. Yo sabía que esa no era la forma para contestarle, pero estaba harta de darle vueltas al mismo tema, solo ya no quería recordar y ella se daba el infortunio de hacérmelo saber nuevamente.

—Mía...

—Me tengo que ir. —avisé cortándola.

Sin mirarla, salí de la cocina a pasos rápidos y tomé mi mochila, colgándola por encima de mi hombro cerré la puerta principal detrás de mí. Comencé a andar por la calle sin detener el paso ni un segundo, sentía como mis piernas se impulsaban cada vez con más fuerza, el aire de invierno golpeaba suavemente mi rostro.

Traté de respirar hondo y superar el hecho que le había contestado de una manera fatal a mi madre. Calmándome por lo sucedido me fijé la hora, la cual, sin ningún apuro, era temprano. Últimamente me despertaba antes de mi hora habitual, y se debía a que en toda la noche no podía conciliar el sueño, ni unas cuantas horas, tenía en mente que mi imagen cada día iba de mal en peor, no era la mejor honestamente, me importaba una mierda.

En tan poco tiempo mis pies tocaron la entrada del instituto, y una oleada de nerviosismo como de inquietud se asomó por mi mente, me tocaba clases de Biología, alargando una inhalación me di la valentía de entrar de una vez, sin preocupación, pero una voz me impidió que lo hiciera.

—Mía. —la voz pronunció firme mi nombre y me giré para encarar a la persona. —¿Te has enterado de que Nathaniel está saliendo con Madison?

Blair. Una chica de piel blanca y cabello bien cuidado me miraba fijamente junto a otra, eran unas porristas del equipo de hockey, el perteneciente del nombrado. Sus miradas eran burlonas, así como sus sonrisas, quise volcar los ojos, pero me contuve.

I M A G I N E [LIBRO 1] ✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora