¿El lío?

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PoV Erin:

Nada más despedirme de Logan, fui a encontrarme con María. Seguía apalancadas en el centro de ocio para jóvenes junto con Clara, Grace y Sara. En cuanto me vio, se levantó.

− ¿Cómo iba?

Me encogí de hombros.

− Nervioso, ¿cómo iba a ir?

− Ay, pues no sé, chico.

Me quité el abrigo y me senté con ellas, al lado de María.

− Que fuerte que a Logan le guste Ingrid –comentó Grace.

− Sí, y además va a saco.

Sonreí. Lo cierto era que Sara tenía razón, nuestro amigo no era para nada discreto. No me cabía en la cabeza que Ingrid siguiera sin darse cuenta del percal.

− Yo creo que a ella le gusta –Clara parecía muy segura de lo que decía.

− Lo que no sabemos es cuál de los dos le gusta más.

El comentario de María hizo que lo cuatro enfocáramos la atención en ella.

− ¿Qué dos? –preguntó Sara, poniendo voz a la curiosidad de todos los presentes.

− Logan o... tú –se tomó unos segundos para señalarme. La sonrisa maliciosa que llevaba dibujada en la cara no pronosticaba nada bueno.

Alcé las cejas, sorprendido.

− ¿Yo? –ella asintió− ¿Qué tiene que ver conmigo?

María apoyó los codos en las rodillas y se inclinó hacia adelante, en un intento de huir de los posibles oídos indiscretos. El resto la imitamos para oír mejor.

− El día que faltaste, la vi meterse varias veces en la conversación que tiene contigo. Parecía que quería decirte algo.

− Ahora que lo dices –respaldó Grace−, el otro día la pillé mirándote en educación física.

− Normal, si me tocaba batear.

− No, digo cuando estabas sentado. Y en cuanto vio que la había cazado, apartó la vista y se sonrojó.

Negué con la cabeza.

− A mí no me hagáis el lío. Ingrid y yo solo somos amigos.

− Si no te decimos lo contrario, pero que te mira mucho.

− María, por favor, que es la chica que le gusta a Logan. No la vayamos a liar.

Mi amiga se encogió de hombros.

− Yo solo te comunico lo que veo. Además, no estamos diciendo que no le guste Logan.

Las examiné una por una. Las otras chicas asintieron, corroborando lo que había dicho María. En cuanto vi el asomo de sonrisa que se escapaba de los labios de María, me relajé. Me eché hacia atrás y la miré con el ceño fruncido.

− Cabrona, me habías asustado.

− Pero si... −Clara se calló cuando las demás le lanzaron una mirada de advertencia.

Yo intenté descifrar lo que acababa de pasar, aunque en vano. Estaba claro que ocultaban algo y que no tenían pensado decírmelo. ¡Mujeres!, pensé, pero preferí no meterme en lo que fuera que escondían y que, claramente, no iba a gustarme.

Después de aquello el tema de conversación cambió y el tiempo se nos pasó volando. Clara, Grace y Sara se despidieron de nosotros al separarnos. María y yo nos dirigimos a mi casa, allí esperaríamos a Logan para que nos detallara su supuesta cita. Nada más entrar, nos encontramos a Kirian saliendo del baño. Ese era uno de los fines de semanas que le tocaba regresar.

− Te recuerdo que a veces tenemos visita.

Mi hermano se colocó la toalla sin ninguna prisa.

− Esto es naturaleza en estado puro –contestó de forma inocente.

− A mí no me molesta –dijo María.

Kirian me miró como diciendo: ¿Ves, mojigato? Yo puse los ojos en blanco. Dejamos atrás al exhibicionista de mi hermano y nos instalamos en mi habitación. En cuanto cerramos la puerta, María se apoyó en ella y suspiró.

− Quién fuera toalla...

− Voy a fingir que no he oído eso.

María rio suavemente y se dejó caer sobre la cama. Tomé asiento a su lado. Ella giró la cabeza para mirar por encima de su hombro.

− ¿Recuerdas, en Halloween, la vez que intentamos recoger todos los caramelos de las casas, pasando por ellas varias veces con distintos disfraces, para luego venderlos?

− ¿Cómo olvidarlo? Menuda nos cayó cuando nos pillaron.

− Y tu hermano los encontró –continuó María−. Se atiborró a ellos y acabó malo una semana entera.

Solté una carcajada cuando las imágenes llegaron a mi mente. Desde luego, no había sido la mejor época de Aiden.

Miré a mi amiga. La infancia que habíamos compartido juntos no la cambiaría por nada. Por supuesto, habíamos peleado y discutido; a día de hoy seguimos discrepando en cosas, pero no cambiaría nuestra amistad por nada. Y sabía que ella tampoco, al igual que Logan. Llevábamos un rato enfrascados en nuestras conversaciones cuando Kirian abrió la puerta, esta vez perfectamente vestido.

− Voy a recoger a Aiden y a sus amigos, que ya debe estar a punto de terminar el partido.

− Vale.

− ¿Ese piercing es nuevo? –inquirió María, señalando el arito que brillaba en el labio de mi hermano.

Él asintió, orgulloso.

− Es horrible, se lo he dicho un montón de veces.

− Erin, querido hermano, tú no tienes ni idea de la vida.

− Pero tengo ojos.

− Sí, y no te sirven para nada.

Estaba a punto de replicar, pero María se me adelantó.

− A mi normalmente, y ese en concreto, no me suelen gustar, pero a ti te queda bien.

Kirian me miró con suficiencia.

− Gracias, María, me alegra saber que aún queda gente con buen gusto. Por cierto –dijo, señalando a la chica−, te quedas a cenar. No acepto un no por respuesta.

Ella le miró, sorprendida.

− No caigas –le advertí−. Últimamente está en plan cocinitas y quiere usarnos de conejillos de indias.

− Te irás a quejar tú, si luego te lo zampas en dos bocados.

María rio.

− ¿En serio?

Me encogí de hombros.

− Contradice todas las leyes de la naturaleza, pero se le da bien cocinar.

Mi hermano me hizo un corte de manga mientras se marchaba.

− ¡Logan viene luego también!

− ¡Vale!

Escuchamos como la puerta se cerraba. María tenía una expresión de felicidad que no podía con ella. Era increíble que cualquier tontería que hiciera Kirian provocara que se pasara el día sonriendo o llorando. Por lo menos, en esta ocasión, estaba contenta.

No pasó mucho tiempo antes de que el timbre sonara. Logan traía la una sonrisa de lo más bobalicona en la cara.

− ¿Ha ido mal, a que sí?

− Horrible –nos contagió la sonrisa.

Logan esperó a que los tres estuviéramos sentados y nos relató su maravillosa tarde.

DestinyWhere stories live. Discover now