Especial María

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PoV María

Mirando la puerta cerrada y escuchando tras ella los sollozos de Ingrid, me debatí si era mejor quedarme allí con ella, intentando que entrara en razón y me dejara consolarla, o salir a buscar a Lexie para cantarle las cuarenta. Después del numerito de la chica, no cabía duda de quién era culpable del acoso. Tras unos minutos, que se hicieron eternos, Ingrid salió y se lavó la cara con agua, tratando de borrar el rastro de su llanto.

− Tenemos que hacer algo –le dije cuando estuve segura de que se había calmado−. Esto no puede quedar así.

Ella me miró y vi cómo se le volvían a humedecer los ojos. La abracé y ella me rodeó también con los brazos. Por suerte, aquella era la última hora, así que nos escabullimos unos minutos antes de que tocara el timbre. Ingrid se montó en el coche de su padre rápidamente y se marcharon. Yo me quedé en la puerta a esperar a mis amigos.

− Pensaba que estabas en el baño –me dijo Erin cuando me localizó−. No te he visto salir.

Me encogí de hombros. Logan pasó por nuestro lado.

− Hasta mañana –me dijo, ignorando deliberadamente a Erin, quien puso los ojos en blanco.

− Podríais dejar esta chorrada, ¿no creéis? Que ya sois mayorcitos.

− No, si está visto que algunos se han quedado estancados en los 13 años...

Logan le hizo un corte de manga a Erin mientras se alejaba, sin dignarse a dirigirle la palabra.

− ¡Que te den a ti, capullo!

Dejé escapar un suspiro. Suficientes problemas teníamos estando en 2º de Bachillerato, y con lo que le estaba sucediendo a Ingrid, como para que éste par de idiotas continuaran con su guerra sin sentido.

Aquel día, llegué a casa agotada y dándole mil vueltas a la cabeza. No se me ocurría cómo ayudar a Ingrid. Sin embargo, había alguien que podría saber qué hacer en esta situación; después de todo, él fue quien estuvo a mi lado cuando pasé por mi peor etapa, además de Logan y Erin. Y era una buena excusa para hablar con él.

− Hola, Pequeña Terremoto –contestó tras unos cuantos toques.

El corazón se me aceleró solo con oír su voz.

− Hola, Capitán Problemas.

La risa suave de Kirian sonó al otro lado de la línea.

− ¿Qué puedo hacer por ti?

Aquella pregunta me dejó un abanico de posibles respuestas que si él supiera... Pero debía concentrarme en ayudar a Ingrid.

− Verás, ha pasado algo en el instituto −comencé−. Y, bueno, ahora mismo no puedo contar con estos dos cafres porque ya tienen lo suyo.

− Sí, Erin me ha comentado que se habían peleado.

Asentí, aunque no pudiera verme.

− El caso es que están acosando a una chica de clase y estoy segura de saber quién lo hace, pero no tengo ni idea de qué hacer al respecto.

− Umm –se lo pensó unos segundos antes de hablar−, ¿sabes si la chica va a querer hablar?

− ¿A qué te refieres?

− A que si quiere pedir ayuda −aclaró−. Muchas veces la víctima tiene tanto miedo del acosador que no es capaz de pedir ayuda.

− Pues no lo sé, pero esta mañana estaba destrozada. No parecía que quisiera que nadie viera lo que le estaba pasando. Y el otro día me hizo una pregunta muy rara −recordé− sobre el acoso. Debe de llevar un tiempo sufriendo esto y Lexie ha ido de frente contra ella hoy.

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