Descanso

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PoV Erin

Me sentía como en una nube. Mientras caminaba de vuelta a casa, no podía dejar de pensar en Ingrid: en lo hermosa que estaba, en el aroma floral de su cabello, en sus mejillas sonrojadas, en el sabor de sus labios... El beso me había pillado por sorpresa. Jamás se me hubiera pasado por la cabeza que Ingrid tuviera iniciativa en ese tipo de situaciones, pero me había encantado. Me había pasado la noche recriminándome por haber aceptado aquella cita. A pesar de haber decidido que no me involucraría con ella de esa forma, no había podido resistirme a verla. De los nervios, no había parado de hablar de tonterías. Por suerte, eso no le había impedido besarme y menos mal. El frío me calaba los huesos, pero aún sentía los labios calientes por el contacto y el cuello tibio dónde ella había apoyado su mano. Quería darme la vuelta y volver a juntar nuestros labios. Me sentía eufórico. Necesitaba hablar con alguien, saber que había sido real y expresar lo que sentía en voz alta. Lo que sentía... Aquello me cayó como una jarra de agua fría. ¿Qué demonios estaba haciendo? Antes de darme cuenta, estaba llamando a María.

− ¿Para qué me llamas a estas horas?

− Tengo que hablar contigo, es urgente.

María tardó unos segundos en contestar.

− En el banco −dijo−. Cinco minutos.

Colgó y yo me dirigí a nuestro centro de reuniones. La esperé moviéndome de un lado para otro, nervioso. Cuando llegó, casi sin aliento, estaba que me subía por las paredes.

− ¿Qué pasa? –inquirió, asustada, cuando pudo articular palabras− ¿Estás bien? Porque parece que...

− He besado a Ingrid –le corté−. Bueno, ella me ha besado a mí y luego se lo he devuelto.

Las palabras salieron atropelladas. La cara de María era un poema, seguramente eso era lo último que esperaba que le dijera. Me dejé caer sobre el banco y enterré la cara entre mis manos. Escuché como se acercaba a mí y colocaba su mano en mi hombro.

− Bueno, cálmate –dijo, son un tono suave−. Cuéntame cómo ha pasado.

Alcé la cabeza un poco para mirarla y lo solté todo. Le conté que llevaba toda la semana negándome a admitir cómo me sentía y que, a pesar de eso, había salido con ella.

− No sé muy bien cómo pasó, pero pasó −dije−. Y, aunque no debería, quiero volver a hacerlo. Quiero abrazarla. Quiero estar con ella. Quiero...

Se me cortó la voz. María acarició mi espalda, intentando darme ánimos.

− Y, ¿por qué no lo haces?

Negué.

− Suficientes problemas tengo ya con Logan, ¿no crees?

− Pues habla con él, que ya sois mayorcitos –replicó ella. Al ver que lo le contestaba, suavizó un poco su contestación−. Mira, a Ingrid le gustas y a ti te gusta ella. Vuestros sentimientos son correspondidos y eso no pasa todos los días. Logan tendrá que entenderlo.

Lo que decía parecía razonable, pero una vocecita en mi cabeza se negaba.

− No debería haberlo hecho.

María suspiró.

− Menudo par estáis hechos −dijo−. Ya solo os falta pegaros por una tía...

En ese instante, todas las piezas encajaron en mi cabeza. El cabreo de Logan, su forma de llamarme traidor y el típico confiaba en ti, los rumores en clase de que nos habíamos peleado por una chica... Miré a María y comprobé que tenía los ojos tan abiertos como debía tenerlos yo.

DestinyWhere stories live. Discover now