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— ¿Golpeaste a la maestra? — Despegaste la vista de tu móvil y observaste a Sebastian.
— No sé de qué hablas. — te haces la desentendida y observas de nuevo tu móvil.
— _______. — Se colocó frente a ti y te observó con los brazos cruzados.— Ya Barbara me lo contó.
— ¿Qué? ¿Cuándo? — frunces el ceño
— Conversamos en la mañana.
— A veces me desagrada mi hija. — ruedas los ojos y bloqueas la pantalla del móvil.
— ¿Qué ocurrió? — pregunta esperando tu argumento ante la situación.
— ¡Me faltó el respeto! — dices a la defensiva.— Dijo que no le prestaba atención suficiente a Barbara, entonces me alteré porque soy muy responsable con mi hija, ella se alteró y... La golpeé.
— Ay, ______. — Sebastian soltó un suspiro cansado.— Debes dejar de ser tan impulsiva.
— ¿Ahora también te pondrás en mi contra? — Dices alzando la voz.
— ¡Yo no...! — intentó defenderse
— Estoy todo el día limpiando nuestro hogar, hago desayuno, almuerzo, cena. Ayudo a nuestra hija con sus tareas, ¿Y tú que haces? ¡Solo reclamarme por todo lo que hago mal!
— ¿Sabes qué hago? — su tono duro y gélido te sorprendió.— Trabajo duro todo el día para que TÚ y mi hija vivan como unas reinas, te complazco en todo lo que deseas, ¿Ahora vienes a decirme en mi cara que no hago nada? — Y con esas palabras logró que mantuvieras cerrada la boca.
Ambos se quedaron en silencio y la mirada de Sebastian quemaba toda tu anatomía, el enfado salía de sus poros y se notaba a leguas.
— Seb... — intentas arreglar las cosas pero hizo un ademán y se fue a la habitación.
Gruñiste con frustración y te prometiste mejorar las cosas entre ustedes de ahora en adelante.
+++
— ¡Hola, cariño! — Saludaste a Sebastian al verlo entrar por la puerta de la casa.
— Hola, ¿Qué es todo esto? — Pregunta observando la mesa adornada con algunas frutas, velas, vino y cena recién hecha.
— ¡Mami ha hecho una súper cena! — sonrió la pequeña Bárbara emocionada, ya quería comerse toda la mesa.
— Genial, huele delicioso. — Cerró la puerta y besó la cabeza de su pequeña hija. Se acercó a ti y esperaste que besara tus labios pero sólo dejó un casto beso en tu mejilla. En su rostro se notaba el cansancio y no querías presionarlo con preguntas.
Se dirigió a la habitación y cambió su ropa, volvió y se sentó en la punta de la mesa.
Tomaste asiento a su lado derecho y Bárbara yacía en su lado izquierdo.