Capítulo siete: beso ardiente

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Olía a lluvia fuera y mi café del Starbucks me hacía querer un poco más el nublado lunes.

Estaba estrenando mis sandalias negras de brillos con pedicura francesa,  Dios gracias por las masajistas de pies. Spotify me había recomendado una lista coreana, con los últimos éxitos de Seúl, no entendía nada, pero era reconfortante la canción. Me sumergí en el bullicio del ascensor con el resto de empleados, todos en silencio o concentrados en sus tablets o sus Iphones de última generación. Tomé un sorbo disfrutando del café vietnamita mientras miraba mi reflejo en el espejo.

Había bajado un kilo, y para mí eso equivalía a malditos cien, ¿ok? Me sentía segura y guapa, y mis sandalias habían costado malditos 5,99$ en el Walmart, eso ponía a una chica contenta siempre.

La canción suave cambió a una más movida y me sentí motivada, quizás tenía que ver con que el viernes no había trabajado, mi jefe había decidido trabajar desde casa, eso fue como un fin de semana largo, o sea, igual a dos días tomanso mi peso en alcohol.

Pero como siempre, lucía completamente contralada para hoy, mi maquillaje que debía pesar al menos un kilo debajo de mis pestañas, cubría las puebras.

Las puertas se abrieron y me dí cuenta de que era la única que quedaba en el ascensor, salí rápidamente pasando mi brazo del hombro a mi antebrazo y miré a la nueva asistente número 1 de mi jefe.

Hablando de perder el trabajo...

Se veía joven al igual que yo, era de la misma fabricación que el resto de empleados de por aquí, pero al contrario de los demás, ella se veía muy amigable. Su cabello era rubio y lo había ondulado, llevaba un semi recogido y sus ropas no eran nada sosas. En realidad tenía un estilo muy recto y pulcro, tal y cómo mi jefe...

Rodé mis ojos interiormente y me acerqué a ella sonriendo mientras sacaba mis auriculares.

—Hola, buenos días —dije haciendo un leve gesto de cabeza.

Ella levantó su mirada de sus papeles y me brindó una amplia sonrisa levantándose de su asiento y rodeando su escritorio, me rodeó en un cálido abrazo sonriendo.

—Es un placer conocerla señorita Colard, espero nos llevemos bien —ella achinó sus ojos al sonreír más ampliamente hasta que casi no podía ver sus iris.

—Llámame Ann por favor, ¿cómo te llamas?

—Mi nombre es Kyongnam Suni, soy la secretaria temporal...

¿Kyongnam? ¿Acaso era...?

—Espero no estés molestando a mi asistente Suni, vuelve al trabajo —la voz de mi jefe me hizó mirar hacia su oficina en dónde estaba apoyado sobre el marco de una de las puertas abiertas.

—Si joka —ella me hizo una ligera reverencia sonriendo y volvió a su puesto rápidamente.

**joka: prim@

¿Su hermana tal vez? Su falda azul cielo era corta pero nada reveladora, la mujer llevaba unas medias blancas hasta sus muslos a juego con unos zapatos Oxford que combinaban con su camisa blanca y su blazer rosa palo.

¿Pero cuantos años tenía aquella chica? ¿Sabrían sus padres que estaba siendo esclavizada por su hermano el dictador de Mordor?

—Y no me llames joka... —Él rodó sus ojos y luego me miró—. Llegas tarde.

—Eh... Fui a por su café —murmuré algo nerviosa—. Pero no tenían leche de soja.

Él se giró y me hizo un gesto para que lo siguiera.

Skinny love ♡Where stories live. Discover now