A mis queridos casi 100k

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Recuerdo cuándo me di cuenta de que era gorda.

Tenía 5 años, y era la más alta de preescolar, una niña de mi edad había llevado creo que era un sweater muy bonito y todas se lo estaban poniendo por encima del uniforme, entonces cuándo quise hacerlo otra niña me dijo: vos  no, porque sos gorda y lo vas a romper.

Ese es uno de los primeros recuerdos lúcidos que tengo en mi vida. 

Mi mamá siempre me compraba talles más grandes de los que venían para mi edad. Siempre fui grandota, alta, maciza. Recuerdo que mi abuela tuvo que arreglar mi falda del colegio porque no me entraba el talle más grande que tenían.

Tuve la desgracia de crecer en una época en donde las modelos eran piel con huesos, con estrictos cánones de belleza en dónde tener piernas como palos de shushi era saludable. Ahora veo mis fotos de adolescente y me doy cuenta de que era una persona saludable y normal, pero en aquel entonces yo era la gorda latina de mi clase.

 Nunca me consideré bonita, siempre mi peso iba por delante. Me decían que era muy bonita de cara, de mi cuerpo nunca hablaban.

Mis pocos novios perseguían el modelo vampira adolescente de piel super blanca que nos había vendido Crepúsculo y las novias que tuve nunca me hicieron sentir cómoda con mi peso.

Nunca vestí acorde a mi edad, me escondía en ropa de talle grande pasada de moda.

El tiempo pasó, y con ella mi adolescencia y parte de mi juventud. Tuve muchos amores, los fui acumulando en mi maleta, me dejaron enseñanzas, pero cada vez, que una relación se termina, me siento más cansada, y surge en mi esa voz... "¿Quién te va a querer así?"

Llegué a pesar más de 115 kilos, bajé por cuestiones de salud, pero en verdad, mi peso estándar siempre fueron los 90 kilos con mi 1'75, aunque espiritualmente por dentro me sienta de 1'56. Amaría medir eso.

Intenté dietas, ejercicios, de todo. En algún momento acepté que nada iba a cambiar, que sería para siempre así. Tuve la suerte de conocer a personas maravillosas que se aceptaban y se amaban tanto, con cuerpos no hegemónicos que no entraban en los cánones de belleza. Argentina y el movimiento feminista me enseñaron que no necesito aparentar nada, lucho por que algún día, dejemos de cuestionar los cuerpos de otras personas y cómo viste, que gustos tienen o que nos guiemos por un físico que algún día se marchitará.

Siempre me dije que debía vestir ajustada, la ropa grande no es lo  mío, no puedo, me veré cómo una carpa de circo... Siempre pensé que me amaba, siempre pensé que aceptaba mi cuerpo.

Adivina qué pasó cuándo dejé de presionarme a entrar en un estereotipo.

WEY... YO YA TENÍA MI VIDA DE GORDA ARMADA, tenía mis pantalones de cintura alta hasta mis costillas, mis tops con volados en los brazos para esconder que son gordos, mi pelo falso para fingir que tengo el cabello largo y afinar mi rostro. Me ponía uñas para estilizar mis manos gorditas y pequeñas... 

Entonces, en algún momento de mi vida, simplemente me rendí. Intenté suicidarme un 6 de marzo del año 2020. 

Y entonces, mi cuerpo, mi celulitis, mis estrías, mis pechos caídos, mi culo flácido... Todo eso pasó a un segundo plano.

Mi madre solía decirme que bajara de peso, que no era sano. Que comiera menos, que hiciera dieta.  Desde entonces mi madre jamás ha vuelto a cuestionar mi físico.

Meses previos a eso, a todo eso, había bajado mucho de peso, me veía realmente bien, sólo tienes que ver mi instagram, estaba hecha una jodida diosa.

Estaba conforme con mi peso POR PRIMERA VEZ EN MI VIDA EN MIS 26 AÑOS.

Y entonces la pandemia llegó, me agarró sola, con una perra en un monoambiente tomando antidepresivos.

Skinny love ♡Место, где живут истории. Откройте их для себя