Capítulo 4 | Andrew

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‹‹Andrew››

—Tenías que haber venido lo más pronto posible —me reprocha la doctora.

—No trabajas los domingos —refuto—, solo ha pasado un día.

—Sabes que por ti puedo hacer una excepción.

—Si como sea.

—Debes de tener cuidado por suerte no es nada grave —dice al terminar de revisarme los ojos, y tomar su lugar enfrente de su escritorio.

—Ajaaam —digo de manera indiferente.

—¿Cómo es que la bebida terminó en tus ojos? —más que una pregunta me reprende. Ya se me está acabando la poca paciencia que me queda. Siempre es lo mismo. Pareciera que la doctora es mi mamá. Ni mi mamá me reprende tanto. En realidad a ella no le importo en lo absoluto. Es como si no existiera para ella—. Acaso... —me mira con ojos horrorizados— ¿estabas tomando? ¿¡Andrew dime estabas tomado?!

Ruedo los ojos.

—¡Carajo! ¡Por supuesto que no! —bramo—. ¿Crees que me iba tomar alcohol por los ojos o qué mierda?

—No entiendo.

—Me tiraron la bebida encima —Hice énfasis en me tiraron—. ¿Y no veo por qué no puedo beber ni una puta gota de alcohol?

—Ya sabes por qué.

—Las malditas píldoras no hacen ningún efecto, así que no creo que hagan algo si bebo alcohol.

—¡Andrew!

—Me vas a recetar la maldita gota para mis ojos, ¿o me voy? —me levanto de la silla.

—Sí, espera... —Toma una hoja y empieza a escribir en ella. Yo volví a ocupar mi lugar—. Debes de aplicártela en las maña...

Dejé de escucharla.

Mi mente voló a la noche del sábado.

En el momento en que la vi caminar... caminar hacia la barra.

Cuando la toqué. El olor de su perfume...

Cuando me tiró el alcohol justo en la cara.

Que por suerte pude cerrar rápidamente mis párpados. Y el alcohol solo logró salpicar uno de mis ojos y en el mismo instante por inercia el otro también se puso lloroso.

Y la irritación en mis ojos se me olvidó por completo cuando nuestros ojos se cruzaron. Los ojos color marrón de Rebecca. Esos ojos que parecían haberme hipnotizado. Como si fuesen un imán que había atrapado a los míos, sin poder despegarse. Nunca me habían gustado los ojos de una persona, pero los de ella... es el par de ojos más hermosos que he visto. Hasta que vi esos labios... ¡Joder! Esos labios carnosos que eran una tentación. Demasiado apetecibles y que provoca querer morderlos...

Era un deleite verla. Hasta que su amiga llegó e interrumpió nuestro contacto visual.

Rebecca es la mujer más hermosa que he visto.

Toda ella era una total distracción. Una tentación.

Recuerdo que no podía despegar los ojos en ella cuando la vi caminar al interior del edificio en donde vive.

La manera en que sus caderas se movían...

—¿Escuchaste lo que dije? —Habla la doctora, sacándome de mi ensimismamiento.

—¿Eh? —emití—, no.

—Debes de poner atención a cuando te esté indicando —habla con esa voz demandante que la caracteriza.

NO ME DEJES IR © COMPLETA✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora