El nacimiento de una estrella

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Prólogo

-Majestad...-El corpulento hombre se puso de pie, la comadrona inspiró, tuvo que correr para llegar al salón del trono- Ha nacido

Iban rápidamente por los pasillos de palacio, Mahvash llevaba casi toda la noche y buena parte de la madrugada de trabajo de parto, así que estaba bastante preocupado. Había ascendido al trono de Persépolis a sus 20 y para entonces ya estaba casado con ella y desde entonces habían tratado por todos los medios de tener hijos, ahora 10 años después, finalmente lo habían conseguido.
Llegó a la habitación, Mahvash estaba acostada, a su lado, la cosa más bonita que hubiera visto en su vida, lentamente se sentó en el borde de la cama
-¿Estás bien...?- Le preguntó casi en un susurro

-Después de verla mucho mejor- Mahvash pasó una mano por el largo cabello de la niña

-¿Es niña...?- Aunque para otro tener una hija quizás fuera una maldición, pero él siempre quiso tener una hija

-¿Has pensado algún nombre...?
En ese momento un rayo de sol iluminó la cara de la pequeña que contestó con una graciosa mueca
Ardeshir sonrió. Se giró entonces a la comadrona- Di a Kurosh que lo anuncie, que mi heredera ha nacido, y se llama Jorshid

Lejos de allí, alguien más estaba al tanto del nacimiento de la niña
-Señor...- Dijo el joven mientras se inclinaba

-Ha nacido la hija del rey de Persépolis, no es una niña cualquiera

-Perdone la pregunta señor, pero aún no entiendo el motivo por el cual me mando venir

-Esa niña, será madre de naciones, imperios se arrodillarán a sus pies, tu deber, es protegerla, aunque tengas que dar tu vida para ello

-Si me permite la pregunta Señor, ¿que tiene esta niña de especial?

-Ya te lo he dicho- El joven se puso de pie, hizo una leve reverencia y ya estaba dispuesto a marcharse- Emir...tú deber, como muchos espíritus guardianes es, en pocas palabras, lograr que llegue viva al ascenso al trono, por ningún motivo debes inmiscuirte, cuando logres tu propósito volverás aquí, con tu gente. Tus armas ya están disponibles, recógelas antes de irte

Emir salió de allí, el como muchos otros era un espíritu guardián, cada uno de ellos era encargado a un mortal con el deber de cuidarlo y guiarlo por el resto de su vida, y en algunos casos personillas especiales como a la que le acababan de asignar.

Paso por la sala de armas, alli lo esperaban su arco y flechas, armas forjadas de las mismísimas estrellas, nada mas acercar su mano derecha la estrella de David que tenía grabada en el interior de su antebrazo comenzó a brillar
-Persépolis, aquí vamos...- Se dijo antes de descender del elevado castillo

Jorshid, la historia de una reinaWhere stories live. Discover now