Capítulo 11

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Persépolis
Bravo Delshad! Hoy me has demostrado lo descerebrado que puedes llegar a ser- Keyhan irrumpió en la habitación de su hermano estrepitosamente

-¿A qué viene esto? ¿Solo porque me acosté con alguien?- Delshad permanecía impasible sentado sobre la cama

Keyhan apretó los puños, caminó rapidamente hasta donde su hermano, lo tomó por el cuello de la camisa hasta que lo puso de pie- No merece la pena decirte nada, te entrará por un oído y con la misma velocidad saldrá por el otro

-Lo siento, se me fue el tiempo y yo...lo eché todo a perder

-No todo, te casarás con la chica como ha dicho su abuela, quizás podamos sacar algo de provecho a la situación

-Ardeshir se ha ido esta mañana, ¿que harás?

-Por lo pronto volver a Ecbactana y tú te vas a quedar aquí- Volvió a salir con la misma rapidez con la que entró.
Se dirigió a los establos, tomó su caballo y salió lo mas pronto posible, debía hacer una parada antes y necesitaba la mayor discreción posible. Pasaron unas dos horas hasta que divisó finalmente el campamento de Persépolis y aquellos hombres con los que Ardeshir había salido esa mañana. Desmontó del caballo y entregó las riendas a un mozo y entró en la tienda del capitán y aparentemente el hombre de confianza de Ardeshir

-Su alteza- Dijo el hombre sobresaltado mientras hacía una reverencia

-¿Has hecho el trabajo?

-Para mañana en la mañana estará hecho

-¿Nadie sospecha? ¿Él no se huele nada?

-No su alteza, procuré atrasar mi salida, no se lo espera

-Mas te vale no fallar, porque de lo contrario te mataré yo mismo- Keyhan se volteó y salió de allí, su plan estaba en marcha, y nada ni nadie podrían detenerlo

Palacio del Sol. Persépolis
Mahvash no dejaba de darle vueltas al asunto, su esposo se había ido dejándola frente a un reino y con unos consejeros que mas que asesorar eran buitres que por el hecho de ser mujer la subestimaban comparando su inteligencia a la de un pez. La puerta de su habitación se abrió, aquello solo lo hacía una única persona, Nakisá

-Escuché que querías verme

-¿Como le permites a tu hijo que se vaya a una guerra y te quedas tan calmada?- Preguntó casi gritando mientras no paraba de dar vueltas por la habitación

-Porque es un hombre y porque es el rey- Dijo con su calma habitual

-¡Puede morir allí!

Nakisá respiró hondo- Nadie mejor que yo conoce el dolor de perder a alguien en la guerra y ahora quizás experimente ese dolor de nuevo, pero debemos ser fuertes Mahvash y resistir, y de esa puerta para afuera la vida continua, y debes levantar la cabeza porque eres la reina, pero sobretodo porque tienes dos hijas que necesitan de ti, necesitan verte con la frente en alto, no importa si de noche mojas la almohada, no importa si no sabes que hacer con tu vida. Ahora límpiate esas lágrimas, odio ver a la gente llorar y sal ahí afuera y demuestrame de una vez por todas que eres una reina y mi hijo no cometió un error al casarse contigo, enséñales en este tiempo a respetarte por lo que eres, la reina, y no una de las esposas del Sha- La reina madre volvió a salir con el mismo ímpetu con que había entrado

Ecbactana
Mansur caminaba por el ala de las mujeres, querí darle el mismo la información a su hija, la tercera de ellos. Entró entonces a un salón donde las mujeres parecían pequeñas hormigas.

-Qudamah- Llamó a una de ellas que tenía parte del rostro quemado, aunque el velo cubría bastante, la mujer se acercó cabizbaja, un día había sido una de las concubinas del rey, pero su última esposa había lanzado agua caliente a su cara en un arrebato de celos

-Majestad...

-¿Dónde está Leila?

-La están acicalando un poco, ¿la mandó llamar?

-Si, no sé a que estás esperando la verdad

En cuestión de segundos una joven alta de rasgados ojos verdes apareció ante él

-Leila, hija mía, ven, caminemos un rato- Mansur la tomó de la mano y la llevó a pasear por el jardín- Y dime, ¿qué tal estás?

-Bien padre- Por un momento se hizo un silencio incómodo- ¿Quería decirme algo? ¿Es por lo que comentan las concubinas? Padre yo nunca mancharía su honor de esa forma

-Calla, me da igual lo que hagas. Vine a decirte que he arreglado tu matrimonio

-Matrimonio... pero padre...

-Es por el bien del reino, ahora debemos unir fuerzas para dar nuestro gran golpe

-Me dejará conocer a mi futuro esposo antes de contraer matrimonio

-¡Ah Leila! Lo conoces, es tu primo, Qaisar

-¡Qaisar! ¿Padre, lo ha considerado bien?

-No cuestiones mis decisiones, ahora regresa, Qaisar llegará dentro de unos días, le he ordenado a Qudamah que inicie con los preparativos de la boda

Por mucho que le suplicara a su padre sabía que ni siquiera se tomaría el tiempo a escuchar lo que tenía que decir o lo que sintiera, siempre temió por el momento en que tuviera que casarse, abandonar su casa, no lo consideraba un hogar pero al menos estaba bajo el cuidado de Qudamah. No podía hacer nada para detener ese casamiento, debía aceptar las decisiones de su padre y si debía casarse por el bien del reino, eso tendrìa que hacer

Persépolis
Había caído la noche, Vashti cepillaba el largo cabello negro y algo canoso de Nakisá, echó un rápido ojo a la mesilla, habían 7 bolsas de monedas encima, una de ellas con una pequeña gota de sangre

-¿Que ha hecho con los viejos guardias? La princesa Ghazal se quejaba esta tarde por ello, alegó no sentirse en confianza con los nuevos

-Los he reemplazado por unos de mi total confianza, aunque quizás ya no tiene solución lo de Ghazal quiero evitar cualquier tipo de imprevisto futuro- Miró entonces a donde la mesilla, tendría que decirle a Bilal que debía mejorar en su trabajo, no podía permitirse errores, menos de ese tipo y que llamaran la atención de ese modo

Jorshid, la historia de una reinaWhere stories live. Discover now